viernes, 29 de noviembre de 2019

Cinco poemas de David Huerta

Estaba en España, a principios del mes pasado, cuando recibí un correo de Federico de la Vega. Con generosidad, el talentoso editor me ofrecía que fuera yo quien escogiera los cinco o seis poemas de David Huerta que iban a reproducirse en las paredes de la exposición que él y unos amigos organizaban en la ciudad de Querétaro en celebración de los 70 años de vida de nuestro amigo poeta, galardonado recientemente con el Premio FIL de Literatura 2019. A botepronto, le contesté, fuera del país y lejos de mi biblioteca, no me era posible encargarme de un pequeño trabajo que, en otras circunstancias, me hubiera encantado aceptar. Me imaginaba, desde luego, escogiendo los poemas de mis ediciones de los libros de Huerta y copiándolos después con todo cuidado, antes de mandarlos, por último, revisados y listos para su reproducción en la pared. 
Días más tarde, cuando bajó la intensidad de los asuntos que me habían llevado a España, me arrepentí. Fue cosa de ponerme a pensar en cuáles hubiera escogido y la lista quedó resuelta, no exagero, en dos minutos. 
Tenía que haberle dado a Federico de la Vega los títulos de los poemas, pidiéndole, si eso le era posible, que los localizara en los lugares específicos en donde aparecieron originalmente publicados, dato que yo habría podido proporcionarle con bastante precisión. No me quito de la cabeza el asunto así que copio en este espacio siquiera la lista de esos poemas como una manera de invitar a leer al poeta de Incurable y unirme así a las celebraciones del Premio que va a entregársele mañana, en la ceremonia de inauguración de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Por cuestiones de espacio, eso sí, reproduzco sólo uno de los poemas. 
Acerca del último de ellos, “Los instrumentos de la pasión”, el cual da título al libro más reciente de Huerta, por cierto bellamente editado por Federico de la Vega (poema cuya primera versión fue publicada en 1988 en Alejandría, la revista que hacíamos yo y unos amigos a finales de los años ochentas), publicaré una nota en una entrega futura de Siglo en la brisa.

Los poemas
1. “Ana y el mar”, Versión, FCE, México, 1978, pág. 22. (La mancha en el espejo. Poesía 1972-2011, FCE, México, 2013, pág. 147)
2. “No diré cómo me acerqué, afilado como un lápiz fresco”, fragmento de Incurable, México, 1987, pág. 176. (La mancha en el espejo, pág. 391)
3. “Oración del 24 de diciembre”, Historia, Ediciones Toledo, México, 1990, pág. 49. (La mancha en el espejo, pág. 652)
4. “Antes de tirar la basura”, Lápices de antes, Toque, colección de poesía, Guadalajara, 1993, pág. 25. (La mancha en el espejo, pág. 719)
5. “Los instrumentos de la pasión”, Los instrumentos de la pasión, Libro Mayor, Fondo editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro, Querétaro, 2019, pág. 11.

Antes de tirar la basura
Frente al papel de estaño y un torbellino orgánico—
frente a la lechuga que amarillea o pardea

y las infames colillas de la Noche Que Pasó, antes
de tirar la basura conviene

mirar el mundo con una paz de atardeceres
y una dulzura de adagios, rodeándose una o uno,

de ser posible, con los perfumes de la serenidad
y los acentos de un noble impulso evangélico, entender

con franciscanismo que la materia así depositada
(pues debe ser depositada, no arrojada) es,

sí, mal que nos pese, nuestra también, y que el hecho
de desecharla o sacarla de la Casa

no significa nada, nada, nada—
pues seguirá en el mismo planeta donde padecemos

con esta materia nuestra, el cuerpo, las lágrimas,
las manos extendidas y abiertas

que alguna vez serán basura y no deberán ser arrojados
sino depositados otra vez en el mundo

para las celebraciones, las mutaciones, la maravilla
de ser, aun en el fondo de los basurales. 

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Hago una búsqueda en la red para ver si “Antes de tirar la basura” está en línea y así ahorrarme su captura (aunque luego, claro, haya que limpiar el poema de todo género de hierbas malas, abundantes en internet), y la frase “tirar la basura” me conduce a este otro poema, que, como sí está en línea, me permito copiar con facilidad. No me resisto a hacerlo y convertir así los cinco poemas de mi lista en seis (y, de ese modo, hacer que sean dos y no uno los que pueden leerse sin moverse de aquí).

El pensador
Sentado en medio de los chisporroteos, de las babas
del siglo, de los ramos de estaño que rechinan y se curvan
hacia la mano de la doncella hipnotizada,

sentado a tientas en la oscura
limpieza del orgasmo, sentado y desnudo, sentado y vestido
por las carnales turgencias de una capa de ozono,

sentado entre los azules chasquidos y los ángulos apetitosos
de un muslo de muchacha desmayada y blanca,
más pálida, más lunar, más lánguida
cuanto más cerca de los ejes en racimo y más situada
en la vecindad de su visible dominio,

sentado y pensando en los caballos,
en las desigualdades sociales, en no-importa-qué,
en los galicismos, en la prosa del mundo,
en el antipático Hegel, en la necesidad
de tirar la basura. El pensador

se levanta luego, camina por las habitaciones azules
y por el Desierto de Gobi. Se sienta de nuevo.

(La calle blanca, Era / Conaculta, México, 2006, pág. 16; La mancha en el espejo, pág. 963.)
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El retrato de David Huerta que abre este post es mío. Fue hecho en marzo de 2016 en la calle de Mazatlán, en la colonia Condesa de la Ciudad de México. El resto de las imágenes corresponde a los libros de David, en sus primeras ediciones, que están en mi biblioteca.

Más sobre David Huerta en este blog:
Apasionada defensa de la tradición, https://bit.ly/2NHtLVl  
En los azules botareles de aire, https://bit.ly/33mUqNy
Diálogo con López Velarde, http://bit.ly/1UHngzi  
Evocación de Néstor Perlongher, http://bit.ly/1GpA6ft
Correspondencia de Perlongher, http://bit.ly/2h3L0Qd
En los 80 años de Gerardo Deniz, http://bit.ly/1sDZm8f
Revista Alejandríahttp://bit.ly/1cPgFw9
19 imágenes de los Estados Unidos, http://bit.ly/1w0kZFZ
Gracias a Incurablehttp://bit.ly/2y7jnh5


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