viernes, 30 de octubre de 2015

Encuentro de Poetas del Mundo Latino


Invitado por el poeta Marco Antonio Campos y el Seminario de Cultura Mexicana, los primeros días de esta semana participé en el XVII Encuentro de Poetas del Mundo Latino que se celebró en la ciudad mexicana de Aguascalientes. El Encuentro entregó su premio a Yolanda Pantin (Venezuela) y Antonio Deltoro (México). En él participaron, entre otros, el notable gongorista José María Micó y el editor de la Revista Atlántica, José Antonio Ripoll, ambos españoles, el peruano Eduardo Chirinos, el argentino Miguel Ángel Federik, el venezolano Antonio Trujillo, la italiana Cinzia Marulli, el ecuatoriano Marcos Ribadeneira, el panameño Gorka Lasa, el colombiano William Rouge, la hondureña Mayra Oyuela, la quebequense Denis de Sautels y el luxemburgués Jean Portante. De México estuvieron, también entre otros, María Baranda (a quien se entregó el premio Jaime Sabines-Gatien Lapointe), Vicente Quirarte, José Ángel Leyva, José Javier Villarreal, Carla Faesler, Jorge Humberto Chávez, Luis Alberto Navarro, Marianne Toussaint, Carmen Boullosa y Víctor Manuel Mendiola. Reproduzco aquí algunas fotos, del puñado que hice durante esos días.

Carla Faesler (México) y José Ramón Ripoll (España)

Mayra Oyuela (Honduras)

 José Javier Villarreal (México) y Miguel Anxo Fernán Vello (España)

Antonio Trujillo (Venezuela) 

Marcos Rivadeneira (Ecuador) 

Luis Alberto Navarro (México) 

 Jorge Humberto Chávez (México)

 Placa en la Calle del Codo que recuerda a Correa, amigo y corresponsal de López Velarde

 Vista de la ciudad desde el cuarto 407 del céntrico Hotel Quality

  Con los poetas venezolanos Yolanda Pantin y Antonio Trujillo

viernes, 23 de octubre de 2015

viernes, 9 de octubre de 2015

Sobre una escalera de Luis Barragán


Fotografías de Martirene Alcántara
En unas semanas aparecerá el libro Croquis. Los dibujos de Carlos Mijares. Se trata de una generosa muestra de los croquis del gran arquitecto mexicano, que falleció el pasado día de San José, a los 84 años de edad. 
Las secciones de los dibujos, que hemos reproducido a todo color y con lujo de detalle de los 19 cuadernos que Mijares entregó en custodia a la Facultad de Arquitectura de la UNAM, aparecen en las páginas del libro alternadas con seis diálogos sobre arquitectura y otros temas limítrofes, armados a partir de las muchas horas de conversación grabada entre el arquitecto y algunos de sus colegas y amigos, entre ellos Alberto Kalach, Aurelio Nuño, Humberto Ricalde y quien esto escribe. También aparece en la plática la fotógrafa Martirene Alcántara, autora de la totalidad de las fotos de los dibujos y de tres hermosos retratos incluidos en el volumen. 
Se me ha ocurrido que una buena manera de manifestar nuestra alegría por la inminente aparición del libro es poner en línea una pequeña muestra de uno de esos diálogos. Al azar escojo la conversación sobre la casa de Luis Barragán en Tacubaya, y más específicamente sobre uno de los detalles más conocidos de la casa, una polémica (y bellísima) escalera.


Sobre una escalera de Luis Barragán
Conversan Mijares, Fernández, Kalach y Alcántara

Mijares: Yo recuerdo la primera vez que fui a la casa de Barragán, que me invitó Luis. Estaba recién terminada la casa, alrededor de 1952. La casa era toda blanca, no tenía color. Salas Portugal entendió la luz, el claroscuro y la sombra en esa zona en particular, y por eso hizo sus famosas fotografías. Luego, [el pintor] Chucho Reyes [1880-1977] le dijo a Luis: “Tienes que explorar el color, el color de cal”. Y entonces empezó a explorarlo. Eso también es muy bonito y muy valioso, ¿no? Bueno, Alvar Aalto y su casa de Muuratsalo [está en la isla finlandesa de ese nombre y fue construida entre 1952 y 1953]. Él la llamaba la “Casa Experimental” porque hacía aparejos de ladrillos y cosas así. Y, además, casi todo lo hizo, según dice, con material regalado, porque le mandaban muestras y las usaba. Hizo con ellas un mural, precioso, en uno de los muros.
Alcántara: Bueno, como fotógrafa, para mí fue muy interesante la casa de Barragán. Yo la viví durante algunos meses, por un trabajo que estuve haciendo allí, y nunca vi lo que vio Salas Portugal. Y seguro Salas Portugal no vería lo que vi yo ni lo que podrían ver ustedes. Porque tiene que ver mucho, para la apreciación de la arquitectura en general, el tipo de persona, de cultura, ¿no? Y cada quien va a encontrar una casa diferente.
Mijares: Pero, fíjate, justamente por eso creo yo que eso es un síntoma de que es una obra buena: que permite diferentes lecturas.
Kalach: Una vez hablé con un gran fotógrafo de arquitectura, el japonés [Yukio] Futagawa, el viejo [1932-2013]. Le pregunté que cuál era la buena arquitectura y me respondió: “La arquitectura buena es la que es difícil de fotografiar”. Entonces le empecé a preguntar por algunos arquitectos y me dijo: “Ésos, fáciles de fotografiar”. Le saqué toda su filosofía sobre la arquitectura con base en lo fácil y lo difícil de fotografiarla. Si no es fotogénica, es que es un poco más intrincada…
Alcántara: Que es lo más fascinante.
Mijares: No deja de ser significativo de la casa de Luis que haya un puñado de fotos consagradas.
Kalach: Y que todo mundo tiene que tomar, además.
Mijares: Claro, por supuesto, porque el resto es difícil de fotografiar.
Alcántara: Sí. Creo que a mí lo que me ayudó fue haber estado muchos días, casi completos, metida en la casa.
Mijares: Es que tiene lugares fascinantes que, sin embargo, no están fotografiados.
Fernández: ¿Qué piensan de la escalera que baja de su estudio, que se va angostando dramáticamente?
Mijares: Ése es un caso que a mí me intriga muchísimo, ahora sí que en lo conceptual. En fin. Esa escalera es posiblemente una de las más fotografiadas de la arquitectura contemporánea. Pero… cuidado si intentas usarla como escalera.
Kalach: Para empezar, no cabes.
Mijares: Tan sólo bajarla es difícil… y peligroso… Ahora ya está prohibido, para conservarla, pero es que esa escalera es una travesura.
Kalach: Es que quizás más bien es una escultura.
Mijares: Como pieza que contribuye a darle matices al espacio, es una maravilla, pero ¿como escalera? Y ahí está eso de lo funcional, ¿ves? ¿Funciona? Digamos que no demasiado.
Fernández: ¿No es funcionalista esa idea, que me parece fascinante, de que la forma tiene que corresponder perfectamente a la función? Ese concepto me parece precioso y creo que es vigente en cualquier escuela y en cualquier momento.
Mijares: Por supuesto porque, si te fijas, ése sí es un concepto. Es decir, es una manera de ver las cosas, de hacer las cosas. Y por lo tanto es bueno en la medida en que es múltiple y se refiere a muchas cosas. Lo que pasa es que eso, a mi juicio, se derivó mal. Y se convirtió en algo elemental como que la cocina estuviera cerca del comedor, las recámaras cerca del baño, y ese tipo de cosas. O que el funcionalismo intentara acabar con todo lo que se llamaba “ornamentación”, por ser algo absolutamente innecesario. La verdad es que había llegado a ser innecesario por ignorancia, porque ya no correspondía a los procedimientos y entonces sí se convertía en añadido. Loos incluso dice…
Kalach: Sí, algo así como que el ornamento es delito.
Mijares: Es delito, sí. Lo declara “pecado”, prácticamente como una culpa: si tú ornamentas, eres culpable.
Fernández: Ése parece un comentario protestante.
Mijares: Sí, calvinista. Literalmente.
Kalach: De seguro lo era.
Mijares: Yo creo que sí. De veras es esa cosa terrible… Entonces, entre los pecados y el funcionalismo, se convirtió la arquitectura en nada, simplemente en algo que se sostuviera, que no se fuera a caer, que costara lo menos posible…
Fernández: En cierto sentido, un manierismo.
Mijares: Claro.
Fernández: En cuanto se hace dogmática, en cuanto se estiliza, en cuanto privilegia un cierto esteticismo por encima de los valores reales, pierde su esencia. Pero hay obras fantásticas, ¿no?, con ese manierismo, yo pensaría…
Kalach: Claro, como el Pabellón de Barcelona [de Mies van der Rohe, de 1929].
Mijares: Pero fíjate que es maravilloso en la medida en que te dice mucho más que lo que hay. Porque el funcionalismo es, si entendemos por “función” lo que haces, pues lo que haces ahí es bastante variado. Recorres el Pabellón y poco a poco le vas encontrando una cantidad de detalles verdaderamente maravillosos, en todas las escalas.
Fernández: Volviendo a la escalera de la casa de Barragán, ahí la forma no corresponde a la función, ¿no? ¿Está trabajada como una escultura?
Mijares: Claro que no. Ahí lo que hay es la ambigüedad y la carga del fundamentalismo de lo conceptual. Y qué importa, finalmente.
Fernández: ¿No será que quiere dar la idea de que es más larga de lo que es, al hacer tan dramático el trazo? Creo que es eso lo que provoca en el ojo ¿no? ¿O por qué tengo esa impresión?
Alcántara: Porque cuando estás abajo, ésa es la perspectiva.
Mijares: Pero yo incluso ni siquiera estoy seguro de si Luis la concibió como una escultura. Es decir, Luis hizo una escalera para bajar de su estudio a recibir a sus visitas. Dicen que cuando llegaban sus invitados los hacían pasar a la sala y luego él bajaba.
Alcántara: Espectacularmente.
Kalach: Valor escénico.
Mijares: Es teatral, sí. Pero no sabe uno por qué se hacen las cosas y finalmente yo creo que no importa mucho en esos casos. Es decir, indagar los motivos, aparte de que posiblemente son mucho más confusos de lo que parecería, no añade demasiado a la experiencia. No sé para ustedes.
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Aquí todo sobre Croquis, a unos días de su aparición editorial: http://croquis-arquitectonicos.com

Todas las fotos de esta entrega de Siglo en la brisa son de Martirene Alcántara, coautora de Croquis. Los dibujos de Carlos Mijares.

Más sobre Carlos Mijares en este blog:
Su obra maestra, http://bit.ly/1pVjqTH
Una visión de su trabajo en Michoacán, http://bit.ly/QFoXOY
Ruinas de Antigua, http://bit.ly/1HbRvJh