domingo, 27 de junio de 2010

Retrato de muchacha con "pug", 1


En 1995 estuve a punto de casarme. La cosa alcanzó un alto grado de desarrollo: hubo anillo, iglesia apartada, lista de invitados. Poco antes de la fecha elegida se produjo una ruptura que, al menos hasta donde creo, los dos acabamos aceptando con alivio y resignación.
De aquel noviazgo me quedaron algunos recuerdos entrañables, un puñado de fotos y un poema que nunca he publicado: “Retrato de muchacha con pug”. El texto se inspira en una escena que presencié unas cuantas veces en un parque cerca del metro Polanco llamado Plaza de Uruguay durante la temporada de lluvias de ese año: el encuentro entre aquella novia, a la que llamaré Lysi, y un perro de una raza peculiar, completamente nueva entonces para mí. Lo veíamos aparecer en la otra punta del parque, llevado con una correa por una empleada doméstica. Aunque de pequeño tamaño, era la estampa misma de la fiereza: allá venía bufando a los cuatro vientos, con ira evidente y ojos saltones, lo que hacía más temible el gesto de su rostro negro, como de máscara, característico de la raza. Semejante derroche de energía rebasaba la capacidad de su estructura física, lo que le provocaba fatigas y ahogos. No por eso dejaba de olfatear aquí y allá, lo que alternaba con apasionados vistazos a cuanto cuadrúpedo asomara en lontananza.
No cualquiera tenía la temeridad de acercársele y menos que nadie, los niños.
Lysi, en cambio, nada más descubrirlo a lo lejos, entraba en una crisis de verdadera ternura. La emoción enrojecía la delicada piel de su rostro. Entornaba los ojos, lo que daba a su mirada una especial profundidad, y se volvía, si esto era posible, más joven y hermosa. Me parece que le conmovía sobre todo la fealdad del perro, o mejor dicho el que su extraordinaria falta de belleza física contrastara con su verdadera naturaleza. Y es que cada vez que llegábamos hasta donde estaba la fiera, en cuanto Lysi llamaba su atención con sonidos suaves y palabras melodiosas, y se inclinaba para acariciarlo, el perro suspendía las inspecciones odoríferas, se olvidaba de los otros perros y le lamía las manos entre resoplidos llenos de baba y lágrimas, convertido en un ángel de agradecimiento y bondad.
Ella, por cierto, lo llamaba “pug” como se llama la raza en inglés, nombre con el que desde entonces lo conocí y que prefiero por encima de carlino, el más común en español y que al parecer se explica porque hubo en Francia un actor llamado Carlos (entiéndase: Charles) que gustaba salir a escena con una máscara negra.
En 1999, cuatro años después de la ruptura, cuando viajé a Australia a representar en una ceremonia familiar a mi abuela Fernanda (http://bit.ly/bHQ3Vj), ocurrió mi primer reencuentro con el perro. La colección permanente de la Art Gallery de Sidney tiene un óleo del pintor francés François Boucher llamado Portrait of Madame Boucher (1745).
El cuadro, de una estética que no me interesa, no valdría nada si no fuera porque en él aparece un pug particularmente conseguido: colocado en el regazo de su ama, mira hacia el lado opuesto al que lo hace ella con un gesto de desconsuelo que he visto en ejemplares de la vida real y que parece transmitir el estupor del cruce de las razas, acaso no todos sensatos, que tuvieron que darse para llegar a él. La cédula del museo lo presentaba así: “Este retrato de su bella esposa es a menudo llamado ‘retrato supuesto’ porque, aunque se muestran sus rasgos, se corresponden con sus rostros ideales de ninfa o de pastora. Aquí luce una chaqueta [un saco] mañanera [o] de volantes, decoración de encaje para el cabello, pendientes de perla, lunar negro. La oscura fealdad del pug contrarresta su belleza”. La contemplación del óleo pero sobre todo este texto me hicieron pensar por vez primera en escribir un poema sobre lo que pasaba cuando se encontraban el carlino de la Plaza de Uruguay y la muchacha con la que estuve a punto de casarme. Tomé nota de la nota pero el asunto volvió a irse de mi cabeza.
Dos años más tarde, al poco tiempo de la desaparición de Viceversa, tuve la enorme fortuna de pasar una temporada en Londres. Mi amiga Nattie Golubov tenía alquilada una casa en Stoke Newington, un agradable barrio al norte de la ciudad lleno de librerías y restaurantes, vecino de una gran zona turca. La calle misma, la Stoke Newington Church Street, ofrecía poderosos guiños literarios: en el letrero de una casa podía leerse, por ejemplo, que Daniel Defoe había escrito Robinson Crusoe. Un poco más allá otro letrero señalaba el sitio donde estuvo el colegio del Reverendo John Bransby, al que asistió en su paso por Inglaterra cuando era niño nada menos que Edgar Allan Poe.
Nattie cursaba el último semestre del doctorado en la Universidad de Londres y trabajaba en una librería de viejo. A solas buena parte del día, yo tenía todo el tiempo del mundo para leer, escribir, pasearme sin rumbo fijo, ver museos y películas…
Entre otras cosas me dedicada a estudiar el Romancero, una de las grandes aportaciones hispánicas a la poesía universal. Estoy convencido de que el verso de ocho sílabas sigue siendo una forma viva, dúctil y apropiada para la lengua, quizás sobre todo para trabajar materiales de género en alguna medida narrativo. La prueba es que hoy mismo se sigue usando hasta en el pueblo más analfabeta y remoto, a despecho de algunos profesores universitarios que lo ven con desdén. ¿Qué decir de la elegancia y la belleza de versos anónimos como estos?: “Álora, la bien cercada, / tú que estás en par del río, / cercóte el Adelantado / una mañana un domingo…”. Como nunca he sido capaz de hacer nada sin involucrarme en algún modo, todas los días dedicaba un rato a hacer ejercicios con versos de esa medida.
Nattie tuvo que hacer un viaje repentino a México, desde donde me escribió que en un lugar visible de la cocina había un boleto para ver en el Coliseum de la English National Opera una función de The Rake´s Progress, la deliciosa ópera de Stravinsky con libreto de Auden.
En el booklet de la grabación que me compré al día siguiente, leí que el compositor ruso había encontrado la inspiración para su obra en una serie de ocho grabados de William Hogarth.
La visita a la Tate Gallery en busca de la obra de Hogarth me puso de nuevo en el camino. De inmediato reparé en el óleo en que el gran grabador y pintor satírico del siglo XVIII se retrata con… un pug. O al menos así es como se llama el óleo, The painter and his pug, aunque la apariencia del perro y el que la palabra pueda tener un sentido más genérico me provocan cierta duda.
El cuadro es célebre entre otras razones porque sobre la paleta que reproduce al lado de volúmenes de Shakespeare, Milton y Swift, Hogarth traza la “línea de la belleza y la gracia” que según él hay detrás de las formas más hermosas de la Naturaleza. Según los conocedores, se retrató con el perro para señalar su identificación con lo belicoso (pugnacious) de la raza. En una palabra, al igual que Boucher, echaba mano de sus características para resaltar ideas y sensaciones propias.
Fue la gota que derramó el poema. Ya en el camión que me llevó de regreso a Stoke Newington empecé a idear los primeros versos, que fluyeron con perfecta naturalidad en la forma del romance: estrofas sin tamaño fijo, en octosílabos rimados en los versos pares. Pasé horas gozosas escribiéndolo, lo que me permitió darme cuenta de las dificultades de ese tipo de versificación, muchísimo mayores de lo que parece. Quizás por influencia del propio Hogarth, resultó un poema con una cierta carga satírica. Como sucede con frecuencia (o mejor diré: como me sucede con frecuencia), lo mejor, más que el texto mismo, fue la aventura que supuso llegar hasta él y ésa es la razón por la que me he permitido contarla a detalle. La semana próxima, en la siguiente entrega de Siglo en la brisa, publicaré el romance. Ya se notará que la segunda de las cuatro notas que lo acompañan hace un recuento, al estilo del siglo XVII y los usos de la nueva manera de escribirlos, de lo que leí sobre el origen chino y la introducción que hicieron los holandeses a Europa en el XVI de tan curioso perro.
Algo más: nunca he dejado de detenerme al ver a cada uno de los individuos de la raza que he conocido a lo largo de los años recientes: notables siempre, siempre llenos de carácter y vivacidad, invariablemente ásperos hasta el extremo de la más rendida de las dulzuras. El que vivía en la calle Rosal de Oviedo y que contemplaba pasar a través del ventanal de la cafetería Yuppi, cuando acudía a la Tertulia Óliver. O el que estuvimos acariciando Loló y yo un atardecer en la Vía del Corso, en Roma, cuando nos explicaron que “ama” en italiano se dice patroncina. Y el que sigue paseando su aparente ferocidad debajo de los naranjos de la Plaza de Uruguay, y que no puede ser sino pariente de aquel primer pug que me hizo notar su singularidad en el rostro conmovido de una muchacha.

______
La semana que entra publicaré en este mismo lugar el poema “Retrato de muchacha con pug”.

Más información sobre el óleo de Boucher: http://bit.ly/cCzZ6I.
Una breve introducción a la serie de óleos, convertida luego en grabados, llamada The rake’s progress de William Hogarth, puede verse en http://bit.ly/czPwtL; las dos series están en la Wikipedia en inglés, en http://bit.ly/8Yw611.
La grabación que tengo de The rake's progress, y que recomiendo ampliamente, es la de la London Symphony Orchestra dirigida por John Eliot Gardiner.






El dibujo del perro lo tomé prestado de la Wikipedia en alemán (http://de.wikipedia.org/wiki/Mops_%28Hund%29); la foto es de Lola García Zapico.
Gracias a Xavier Pascual Aguilar por la traducción de la ficha de la Art Gallery of New South Wales de Sidney.

domingo, 20 de junio de 2010

Ros, cartonista de humor

Me lo presentaron a medidos de 1994, cuando yo buscaba un nuevo diseñador para la revista y él venía regresando de trabajar en España para algunas prestigiosas publicaciones como El Europeo o El Paseante. 
Nos entendimos desde la primera conversación. Entre agosto de ese año y septiembre de 1995, Álvaro Fernández Ros hizo catorce números de Viceversa, en los que puso su sello característico: limpieza, una suerte de colorido minimalismo, sobriedad. Entre ellos destaca el monográfico sobre Carlos Fuentes (en el que colaboran escritores como González Torres, Enrigue, Osorno y Ramírez Garrido) y en cuya portada aparece el escritor haciendo un violín a la cámara de Gerardo Suter. 
Suyas son también algunas otras estupendas portadas, como la del primero de los dos especiales de sexo que publicó Viceversa, o una de mis diez preferidas de la historia de la revista: la de la joven que baila con los ojos en blanco, ajena al mundo, en un rave… (http://bit.ly/9reEUs). 
Fundador, entre otros, de la editorial mexicana El Equilibrista, y colaborador en España de Siruela, Álvaro también tenía experiencia haciendo libros. En 1995 diseñó un libro que edité para Telmex: Clausell, la casa de las mil ventanas
Era un proyecto ambicioso y complejo: reproducir en un libro lo que pintó el viejo impresionista mexicano en las paredes de su estudio en el ático del palacio de los Condes de Santiago de Calimaya, en la calle de Pino Suárez, donde hoy está el Museo de la Ciudad de México. 
Joaquín Clausell, que nació en Campeche en 1866 y murió en un accidente cerca de las lagunas de Cempoala casi setenta años más tarde, desarrolló sobre las cuatro paredes de su estudio una obra plástica muy original. 
La idea del libro era reproducir esas pinturas centímetro a centímetro, a todo color y en páginas “rebasadas” (como se llama en el lenguaje editorial cuando una foto rebasa los márgenes del papel y aprovecha así todo el espacio disponible). Tuvimos algunos problemas: de entrada, las fotos de las que originalmente partimos no resistieron el tamaño al que queríamos reproducirlas, por lo que tuve que mandarlas a hacer otra vez. 
Cierta administración priísta, con el pretexto de preservar las pinturas, había mandado cubrir los muros del estudio con una capa de barniz que hace endemoniadamente difícil fotografiarlos porque la iluminación siempre acaba provocando reflejos. Gracias a la comprensión y el profesionalismo del fotógrafo Arturo Piera y de los impresores Strecke, padre e hijo, de la imprenta A Todo Color, Álvaro y yo pudimos sacar adelante un proyecto que gracias a las dificultades resultó de lo más aleccionador.
A principios de 1996 estuve en su boda. No mucho después él entró a trabajar a la editorial Santillana y nos perdimos de vista. Más tarde yo vendí la editorial que hacía Viceversa y me fui a mi vez a vivir a España. Al regresar, en 2006, nos reencontramos. Tenía un hijo, acababa de separarse y había abandonado el diseño gráfico para dedicarse a su verdadera vocación: el cartón humorístico. 
Cuando trabajé para la Dirección de Publicaciones de Conaculta me presentó un hermoso proyecto por el que no pude hacer nada: se llama Botando va y describe el viaje de una pelota roja por los espacios de un enorme castillo convertido en museo. 
La pelota, que salta de las manos de su pequeña dueña en el momento en que su madre le advierte que si no recoge sus juguetes puede perderlos, empieza su botadura por los espacios interminables y sucesivos del castillo (la biblioteca, la piscina, el invernadero, el apiario, el observatorio…), en los que Álvaro, ya convertido en Ros, va destacando, con un exquisito gusto por el detalle, uno por uno, un universo de objetos extraviados… Al final, la pelota vuelve a su dueña en el momento en que ella acaba de renunciar a atraparla.
Durante los últimos años, Ros ha hecho ilustraciones para las revistas Nexos, Letras Libres o Este país y ha publicado más de trescientos cartones de humor en revistas y periódicos como El Universal o Expansión. Actualmente colabora todos los días en Eje central, el diario electrónico de Raymundo Riva Palacio, y desde hace dos semanas en la página web de Excélsior. De una manera no excesivamente metafórica, sus dibujos son su retrato: sutiles, como es él, de línea fina, llenos de un humor elegante, no apto para cualquiera. 
A Ros le gusta subrayar cierta dimensión perdida del ser humano: entre sus desproporcionadas instituciones, o bajo la lluvia, o en su condición de hormiga, o una carretera lejos de la civilización, o en el Polo Norte, o en una isla desierta. Dice que está convencido de que el cartón perfecto es aquel que prescinde de las palabras. 
Por eso me parece afortunado que el libro que tiene en preparación, y que ha entregado recientemente a una editorial, vaya a llamarse Sin título. De una maqueta de ese libro he escogido los cartones que ilustran este post para presentarlos a los lectores de Siglo en la brisa con la seguridad de que van a disfrutarlos tanto como yo.


Ros en la red:
Su cartón diario, en Eje Central: http://www.ejecentral.com.mx/
Uno de los cartones, que participó en el World Press Carton: http://www.worldpresscartoon.com/en#/galeria/327
Síguelo en twitter: http://twitter.com/Ros_cartonhumor














(La foto de Ros es de su hijo, Andrés Fernández Zamora.)



domingo, 13 de junio de 2010

Gerardo Deniz, lector. 2

La semana pasada describí el contenido del primero de los dos grupos de papeles que Juan Almela puso recientemente en mis manos con la encomienda de tirarlos a la basura. Este post continúa la exposición ocupándose del segundo fólder, el dedicado a sus lecturas científicas.

El segundo fólder
En la tapa, arriba de cuatro frases tachadas, puede leerse la palabra “Terpenos”. La tinta de pluma fuente con la que están escritos muchos de ellos prueba que este fólder reúne los apuntes más antiguos y de paso permite ordenarlos de manera más o menos cronológica. De lo que no hay duda es de que son anteriores a los tiempos en que se decidió por la literatura, en todo caso antes de 1970, año de la aparición de Adrede, su primer libro.
A Almela le gusta explicar que el conocimiento científico, al revés de lo que sucede en el campo del arte, procede por acumulación. Lo que quiere decir que los papeles de este grupo conservan un valor innegable, pero relativo: no se hicieron los estudios que debien seguir…
¿A qué habrá llegado, por ejemplo, el estudio de los “derivados sesquiterpenoides”, una de las frases tachadas de la tapa, a los que dedicó horas de estudio? Por eso suele bromear con que la suya no es química sino… alquimia.
Este fólder no es sino “un residuo” de la enorme cantidad de notas acumuladas desde los cincuenta que formaban un fichero que según el poeta llegó a reunir unas ocho mil piezas. Hace unos años, cuando mudó su estudio de la calle de San Antonio a la de Torreón, se deshizo de él. (Más bien, encargó a alguien la tarea, tal como ha hecho ahora conmigo.) 
En no pocos casos se trata de la transcripción de artículos científicos completos. Copio algunos títulos, con su referencia básica: “Bases químicas del gregarismo de los cirrípedos” (Crisp y Meadows, Proc. Roy Soc., 156 B, 500, 1962); “Orientación de los dípteros por el campo magnético” (Becker, Naturwissenschaften, 50, 664, 1963); “Sustancias de defensa en las plantas superiores” (Angew., núm. 9, 1964); “Fuente de dicromatismo en dos poliquetos” (Mangum, Nat., 195, 198, 1962); “Glándulas odoríferas de hemípteros terrestres, su fisiología y su función biológica” (Remold, Nat., 198, 765, 1963).
Si es cierto que llega en general a esas ciencias por sus aspectos químicos, hay botánica, entomología, biología, zoología… Aparecen el bowlfisch, por su nombre en alemán, el famoso pez globo altamente venenoso; las termitas; un abejorro común (Melolontha vulgaris F.); el marsupial llamado petaurus… Copio el arranque de una nota suelta: “Constituyentes químicos de la droga china Hsiung-Ch’nang. La droga china Hsiung-Ch’ung (sic) o Ch’ung-Hsiang son las raíces secas de Cnidium officinale Makino. El principio activo de la droga es el aceite esencial, que se obtiene de la planta (de Hokkaido) con rendimiento de 1.5%. El principal componente de este aceite es la cnidium lactona… [etc.]”. 
También en este fólder hay unas hojas de papel cebolla con la lista, por única vez a máquina, de las bibliografías esenciales para iniciarse en las lenguas hebrea y aramea.
Es interesante advertir cómo entre las lecturas de esos años se filtran temas y tratamientos característicos de su obra futura. Así, mientras revisa los constituyentes químicos de algunas umbelíferas, hay una nota suelta copiada de un número de 1962 de la revista francesa Bâtir que defiende las ventajas de la existencia de un objeto que reúne, en uno solo, un piano y… un billar. Otra nota se refiere a los restos de la clorofila en los bezoares del buey, los cálculos que desarrollan los rumiantes en el estómago, y ya se adivina en quien anota una fascinación poco científica por las absurdas creencias que han suscitado esas “piedras místicas”…
Por supuesto, hay mucha química pura, su tema predilecto. Suele no entenderse, le he oído decir en un par de ocasiones, el propósito de esa especialización ya que en todas partes se privilegia la química aplicada: para cosméticos, para la conservación de alimentos, para la pintura industrial… 

El estudio de las sustancias por sí mismas da como resultado notas como ésta: “La presencia de un carbonilo en v-1 podría hacer que la ciclación de un dieno monoterpénico no condujera al esqueleto del safranal, sino al de la nepetalactona”.
Pero su aportación principal al mundo de la química orgánica, según me explica, fue el descubrimiento de la biogénesis de la picrotoxinina. Dice que dedujo “un camino interesante e ingenioso” para sacar su estructura tomando como ejemplo una reacción de la santonina (véase “Conversaciones con GD”, en la revista Luvina: “Saqué mucha felicidad leyendo sobre la santonina”, pág. 24, en http://bit.ly/9JAeAJ ). En un poema de Enroque (FCE, 1986) llamado “15-VIII-83, Madrugada (de memoria)”, ya enlistaba ese descubrimiento entre otros como “la analogía entre el verbo bretón y el malgache” o el que “la batalla de Kurukshetra corresponde a los siete contra Tebas”.
Se trata, sigue explicándome, de una especulación biogenética para deducir cómo una planta determinada fabrica una cierta estructura. ¿Qué planta?, pregunto. Contesta que la coca del Levante (Anamirta cocculus) y añade que es a ella a la que “parece referirse Saint-John Perse en el prólogo a [su poema] Anabasis y posteriormente en algún otro lugar”. 
Sigue: “Su mención ha causado dolores de cabeza a los traductores de Perse que no saben de qué se trata. Ortiz de Montellano, creo que es de él la primera traducción al español, la traduce como ‘chinche india’, confundiéndola con un bicho…”.
Y, desde luego, fórmulas. Fórmulas y más fórmulas. De todos los tamaños, en varios formatos y en cualquier género de papel: revolución, cartoncillo, China, bond, aéreo, membretado… Para un ignorante de la más elemental química como yo, no son sino series de dibujos. 
Una bella colección de series de dibujos. La “caligrafía”, que tiene algo de oriental, busca siempre el equilibrio en la hoja en blanco. Los grupos de fórmulas crean situaciones gráficas llenas de sugerencia plástica. Como sucede con frecuencia con los poemas de Deniz, la falta de noticias sobre un tema no impide la gozosa apreciación.

Abre este post el documento que acreditaba a Juan Almela Castell como alumno de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que asistió unas semanas de 1953. La foto de él mismo, adulto, fue la única que se conoció del poeta durante largos años; apareció por vez primera en la contraportada de su antología Mansalva (Lecturas mexicanas, SEP, 1987).

domingo, 6 de junio de 2010

Gerardo Deniz, lector. 1

Almela me recibe este miércoles con un misterioso fólder que me pide que vea en su presencia porque dice que voy a llevármelo pero antes quiere explicarme qué hay en él. De cuando en cuando me regala papeles: hace mes y medio, por ejemplo, me dio el “manuscrito” de Visitas guiadas, el libro que yo le edité en el año 2000 bajo el sello de Viceversa
Como siempre que vivimos esta escena, se muestra escéptico respecto al valor de lo que pone en mis manos. Sin embargo, algo me hace pensar que esta vez la cosa va en serio. “Todo esto es para tirar a la basura”, explica, “pero yo no tengo el valor de hacerlo, así que te encomiendo esa tarea”.
En realidad se trata de dos grupos de papeles, cada uno en su fólder respectivo. Uno de ellos contiene párrafos copiados de su puño y letra de algunas lecturas sobre temas variados, casi todos lingüísticos, históricos y culturales. El otro, lo mismo, pero en mucha mayor profusión y casi siempre sobre lecturas científicas, preponderantemente químicas, y una que otra curiosidad. Y desde luego, fórmulas: infinidad de fórmulas estructurales dibujadas de su mano, fórmulas y más fórmulas…
Las notas del primer fólder están casi siempre en español; las del segundo, tal como se espera del lenguaje de la ciencia, en inglés o alemán. En ambos casos, se trata de hojas de todos los tamaños y grosores, con su letra característica, más bien tirando a pequeña, inclinada a la derecha y legible siempre sin importar prisa, intención, época… Este post está dedicado al primero de los dos grupos de papeles. La semana que entra echaremos un ojo al otro.

El primer fólder
El contenido da cuenta de los intereses del poeta Deniz, claro, pero también de su acercamiento científico a la realidad, su sentido literario y su humor. De paso, muestra el tipo de tratamiento, por llamarlo así, que interesa a su taller de escritura. Asoma, aquí, Tácito; allá, un Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales de fines del siglo XVIII. Una hojita suelta analiza ideogramas chinos; otra señala que en la calle Mauricio Ravel de Madrid hay un hotel llamado "Centro Norte". Lo que más hay es Feijoo, sin duda una de las lecturas importantes de esa época. Casi todos estos apuntes fueron tomados en largas sesiones de lectura en el Fondo Reservado de la Biblioteca México, cuando trabajó en ella, más o menos a partir de fines de 1994, a invitación de su buen amigo el poeta Eduardo Lizalde. 
Unos años antes, un sábado de 1987, sentado en una banca afuera de esa misma biblioteca, entendió de pronto el sentido general de los textos que llevaba varias noches seguidas escribiendo y que apenas unas semanas más tarde se convertirían en Picos pardos, el extraordinario y originalísimo poema que los conocedores suelen considerar el más conseguido de su obra.
¿Qué más hay por ahí? Una hojita con las definiciones de las palabras cienpiés [sic], cifaque, cojudo, napas, peliforra… Otra, con el origen del nombre de Nuestra Señora de la O. Una más sobre las Batuecas. En dos páginas, el informe de Antonio Alzate sobre el gusano de maguey (1795), y en un papelito la fecha de la fundación de la Biblioteca Franklin: 22-23 de mayo de 1942. 
Un verso de la Medea de Eurípides (4, p. 126-7), en francés: “Apportez aux ignorants d’ingénieuses nouveautés, vous passerez pour un inútile et non pour un savant”. Más definiciones: laserpicio, asa, benjuí, excrex, destoserse… O la entrada de “palmito” (Palma dactilifera latifolia Sloan) del diccionario citado más arriba, y la de “Pájaro niño” (Diomedea demersa)… 
Pero quizás lo mejor sea copiar, a la letra, tal como él los copió, algunos ejemplos completos.
1. De las propiedades del cisne
En la Espasa/España, p.1149, facsímil de una página de la Historia natural escrita en español por el irlandés Guillermo Bowles (1775): son “las propiedades del cisne” y empieza: “Este Páxaro tan celebrado, como poco conocido, es especie de Ganso, bien que es más corpulento, más ayroso, y de más generosas propiedades.”
2. Una lengua que sólo de día se entiende
Cartas pastorales y edictos del Illmo. señor D. Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón, Arzobispo de México (México, 1770) P. 90, n.1: “Expresa el Illmo. Señor Obispo de Oaxaca en su Pastoral, que en su Diócesis hay una lengua, que sólo de día se entienden bien, y que de noche en apagándoles la luz, ya no se pueden explicar, porque con los gestos significan.”
3. Tres voces de América
Diccionario geográfico-histórico de las Indias Occidentales o América, por el coronel Don Antonio de Alcedo (Madrid, tomo V, 1789); suplemento: “Vocabulario de las voces provinciales de la América”; s.vv.:
Cunaguaro (Feliz onza). Animal quadrúpedo de la Provincia de Guayana: es de la especie de los Tigres, a quienes se parece en la figura, acciones y propiedades: sólo se distingue en ser menor y distinto el fondo pardo de sus pintas: lo llaman también Gato, o Lobo Cerbal: es muy parecido al Gato montés, y del tamaño de un perro mediano: se mantiene de caza como el Tigre, y se domestica cogiéndolo pequeño; pero es necesario tenerlo con cadena por la noche, pues no dexaría Pavo, ni Gallina vivo.
Estrella del mar (Asterias). Género de insecto del orden de los moluscos de los gusanos […].
Trompetero (Hidrocorás). Ave llamada así porque imita el sonido de la trompeta, según la opinión generalmente admitida, no con la voz, sino por el ano, con una especie de fuelles que tiene con dos conductos, el uno para atraer el ayre, y el otro para despedirlo […]: este páxaro se domestica y sigue al dueño como los perros tocando la trompeta [...].
4. ¿Es pecado mortal tocar los pechos de las mujeres?
San Vicente Ferrer, Summa moral para examen de curas y confesores, 1778.
P. Qué es sodomía?
R. Que: Commixtio duorum ejusdem sexus: no importa confesar in quo vase congrediatur; pero sí es necesario decir si fue Agente, o Paciente, porque el primero lleva anexa la mollitie, y el segundo per accidens; por lo que si éste también la padece, la debe explicar en la confesión: Et haec nempe inter personas ejusdem sexus, dicitur perfecta in sui abominabili specie, ad differentiam imperfectae in sua specie, quae est conjunctio duorum diversi sexus in vase indebito. Y aunque ambas sean horribles, lo es más la primera, por más repugnante al instituto hecho por el Autor de la naturaleza duorum sexuum; por lo que debe explicarse en la confesión el sexo en que se perpetró. Congressio autem in ore, quamvis ad speciem sodomiae reducatur, affert turpissimam quamdam, & monstruosam deformitatem valde notabilem, in confessione explicandam.
____
P: Es pecado mortal pelliscar los carrillos, y tocar los pechos de las mugeres?
R: Que sí, porque el Libelo de la infame doctrina contraria, que decía ser acciones subimpúdicas, y veniales de sí, y sólo mortales hechas de depravado afecto, y depravada intención, fue condenado el día 16 de Abril 1744, por la S. Congregación de la Inquisición con aprobación de Benedicto XIV, y con razón: porque semejantes tactos, de su naturaleza encienden vehementísimamente a la venus, así en el varón que toca, como en la muger tocada, de qualquier estado que sea.
6. Feijoo
Todo parece interesarle de ese espíritu, excepcional para cualquier siglo español, que trabajó y murió en el XVIII en Oviedo. Los temas que llaman la atención de Almela son: la combustión espontánea, sobre la que proyectaba un texto propio para la serie Red de agujeritos que publicaba todos los meses en Viceversa; un Duende, que apareció sembrando la incertidumbre en la villa asturiana de Llanes; el origen de la palabra Tamerlán; la manera en la que los holandeses engañaron sobre las propiedades de la salvia a los asiáticos, a los que convencieron ser de mayor valor que el té; la mordacidad contra las mujeres; una cita de Plinio que dice que “los ahogados flotan bocarriba y las ahogadas bocabajo”, y la opinión sobre Sor Juana, de la que lo alaba todo menos la poesía (“lo menos que tuvo fue el talento para la Poesía”)…
O, en fin, este pasaje sobre los elefantes: “En la Siberia, aquella dilatadíssima Provincia, sujeta al Czar, que comprehende gran parte de La Tartaria Septentrional, y áspero destierro de los infelices, que arroja allí el enojo del Soberano, huvo un tiempo muchíssimos Elefantes, como invenciblemente se colige de la gran copia de dientes suyos, que hoy se encuentran en aquella vasta Región. Hoy no parece en Elefante en toda la extensión de Siberia, aunque los hay en abundancia en otras partes de la Asia”. (Theatro, vol. 6, disc. 4, III, 7.)
En una foto de los años noventa, Deniz en el Zoológico de Chapultepec.
Juan Almela/Gerardo Deniz en este blog:
Nagara. Todo sobre la palabra que Octavio Paz tomó de un poema suyo para nombrar a un gato: http://bit.ly/9BeKvm.
Una tarde con Gerardo Deniz: “Sífilis”. Una disertación sobre esa enfermedad en la vida de algunos de sus músicos preferidos. http://bit.ly/bmZS4N.
En la red: “Superhiperbático. Conversaciones con GD”, en Luvina: http://bit.ly/9JAeAJ. Incluye el poema “Confesión”, el primero que escribe en cinco años: http://bit.ly/bA57Lj.