viernes, 28 de octubre de 2016

Santa Teresa se refiere a San José

A la entrada misma de la exposición del pintor Miguel Cabrera, en el Museo Nacional del Virreinato, en Tepozotlán, que visité en noviembre del año pasado, me di de bruces con una hermosa imagen de San José. Fue mi tercer encuentro con la imagen del padre de Jesús en sólo un par de meses. 
El primero de esos encuentros me lo guardaré para contarlo en mejor ocasión. El segundo había ocurrido la víspera; en cuanto me vi delante del óleo, recordé la bellísima página leída unas horas antes en el Libro de la vida de Santa Teresa. Leída, digo, y digo mal: como por esos días andaba con la cabeza excesivamente latosa, y me dolía un día sí y otro también, busqué una grabación en línea de ese libro y fue así que pude conocerlo por vez primera a detalle (la liga, al calce). Eso por el lado de San José.
Por el lado de Santa Teresa hubo algo más: unas dos semanas después de mi viaje a Tepozotlán, cuando estuve en la última Feria del Libro de Guadalajara, visité por vez primera el Instituto Clavijero, una de las casas que diseñó y construyó Luis Barragán en su ciudad natal. La exposición que vi, y que fue pensada para coincidir con las fechas de la fiesta librera, me llevó nuevamente a las playas teresianas: en las paredes todas de la fantástica casa González Luna, como también se le conoce, se inscribió el libro entero de Las moradas del alma, del que por lo visto era lector el arquitecto tapatío. Mi amiga Martirene Alcántara me retrató de esta guisa en aquella ocasión:
Todo ello de golpe, como se va viendo –si bien administrado debidamente al menos en tres dosis de coincidencia y azar–, es lo que ha confluido en mí para armar este pequeño post. Lo que a continuación leerán los amigos de Siglo en la brisa no es otra cosa que el fragmento del capítulo quinto del Libro de la vida, en que la santa de Ávila se refiere, en su inconfundible estilo suelto, vivo, espontáneo, insuperable, a su devoción por San José.

Santa Teresa se refiere a San José

por Santa Teresa de Jesús

CAPÍTULO 6 
Trata de lo mucho que debió al Señor en darle conformidad con tan grandes trabajos, y cómo tomó por medianero y abogado al glorioso San José, y lo mucho que le aprovechó. 
[...]
5. Pues como me vi tan tullida y en tan poca edad y cuál me habían parado los médicos de la tierra, determiné acudir a los del cielo para que me sanasen; que todavía deseaba la salud, aunque con mucha alegría lo llevaba, y pensaba algunas veces que, si estando buena me había de condenar, que mejor estaba así; mas todavía pensaba que serviría mucho más a Dios con la salud. Este es nuestro engaño, no nos dejar del todo a lo que el Señor hace, que sabe mejor lo que nos conviene. 
6. Comencé a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de oraciones, que nunca fui amiga de otras devociones que hacen algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias que yo no podía sufrir y a ellas les hacía devoción; después se ha dado a entender no convenían, que eran supersticiosas. Y tomé por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y pérdida de alma este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra -que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, le podía mandar-, así en el cielo hace cuanto le pide. Esto han visto otras algunas personas, a quien yo decía se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que le son devotas de nuevo, experimentando esta verdad. 
7. Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía, más llena de vanidad que de espíritu, queriendo se hiciese muy curiosamente y bien, aunque con buen intento. Mas esto tenía malo, si algún bien el Señor me daba gracia que hiciese, que era lleno de imperfecciones y con muchas faltas. Para el mal y curiosidad y vanidad tenía gran maña y diligencia. El Señor me perdone. Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más bien mío. 
8. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho este glorioso Santo a mí y a otras personas; mas por no hacer más de lo que me mandaron, en muchas cosas seré corta más de lo que quisiera, en otras más larga que era menester; en fin, como quien en todo lo bueno tiene poca discreción. Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción. En especial, personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé cómo se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro y no errará en el camino. Plega al Señor no haya yo errado en atreverme a hablar en él; porque aunque publico serle devota, en los servicios y en imitarle siempre he faltado. Pues él hizo como quien es en hacer de manera que pudiese levantarme y andar y no estar tullida; y yo como quien soy, en usar mal de esta merced.
[...]

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Más sobre el Libro de la vida de Santa Teresa: http://www.santateresadejesus.com/escritos/vida/

El Libro de la vida en audio: http://bit.ly/1RiBke9 (primera parte)

viernes, 21 de octubre de 2016

La hendidura del melocotón

Recordé el pasaje de Nabokov leyendo una de las primeras páginas de Birds, beasts and flowers, el libro de D.H. Lawrence que tanto le gustaba a Auden, específicamente en el poema dedicado al durazno: “Peach”. Aquí lo que dice Lawrence, seguido de una traducción, hecha para uso doméstico, de mi amiga Miruna Achim:

Why so velvety, why so voluptuous heavy?
Why hanging with such inordinate weight?
Why so indented?

Why the groove?
Why the lovely, bivalve roundness?
Why the ripple down the sphere?
Why the suggestion of incision?



La portada del libro de Lawrence, diseñada por él mismo

[¿Por qué tan aterciopelado, tan voluptuosamente pesado?
¿Por qué cuelga con ese peso excesivo?
¿Por qué tan hendido?

¿Por qué el surco?
¿Por qué la hermosa redondez bivalva?
¿Por qué la ondulación a lo largo de la esfera?
¿Por qué la sugerencia de una incisión?]

Al leer estos versos recordé el pasaje de Lolita en el que el profesor Humbert Humbert hace una referencia a esa fruta –"peach": melocotón, o alguna de la familia...–. Acudí a mi edición en español de la novela (Anagrama), en donde di inmediatamente con el pasaje ya que lo tenía señalado a lápiz. En esa traducción, sin embargo, el párrafo arranca con un giro coloquial tan deplorable que tuve que seguirme hasta mi edición en inglés. Aquí lo que escribe Nabokov:


“Wow! Look swank”, remarked my vulgar darling squinting at the stucco as she crept out into the audible drizzle and with a childish hand tweaked loose the frock-fold that had stuck in the peach-cleft –to quote Robert Browning.

Como sé que mis lectores apreciarán el gesto, reproduzco el pasaje en español. Tengo a la vista una traducción propia (también de Miruna y siempre para consumo interno) pero copio mejor la de Anagrama para ilustrar con un ejemplo inmejorable ese género de perlas en ofensivo castellano carpetovetónico que aparecen de cuando en cuando en las traducciones de esa editorial:

–¡Jo! ¡Parece la pera de fino!– observó mi vulgar amada, tras mirar de reojo la decoración de la fachada, mientras se lanzaba a la audible llovizna y con mano infantil soltaba de un tirón su falda, que se le había metido en la hendidura del melocotón (para citar a Robert Browning).


El problema, desde luego, no está en traducir una expresión coloquial como “Wow! Look swank” acudiendo para ello a algún equivalente en nuestra lengua. La misma Miruna ha vacilado entre las posibilidades que ofrece el español de México (asunto del que valdría la pena ocuparse en otra ocasión).
Nabokov
El problema, y grave, es la utilización de la expresión “la pera”; no me refiero a su fealdad intrínseca sino a su uso, como nombre de fruta que es, en el arranque de una larga oración cuyo sentido se encamina decididamente hacia la mención de otra fruta, “melocotón”. Un detalle así es suficiente para descalificar la traducción entera: en manos de alguien que es capaz de una torpeza como ésta, ¿en qué pararán los tesoros de una prosa cuajada de sutiles juegos de palabras, referencias e intertextualidades?
Pero vamos a lo importante. En mi edición en inglés, The Anotated Lolita, de Alfred Appel Jr., el pasaje está debidamente comentado. Afirma Appel que la referencia a Browning en realidad no es una cita, como dice Nabokov, sino una alusión a un pasaje de su pieza teatral en verso Pippa passes (1842). Juzgue el lector por sí mismo. Aquí, lo que escribió el poeta romántico inglés –seguido de nuevo de una traducción, siempre de Miruna Achim (1) (véase al calce de este post la aclaración que hace mi amiga sobre los versos que siguen):

 [[…] I inured myself
To see, throughout all nature, varied stuff
For better nature’s birth by means of art.
With me, each substance ended to one form
Of beauty – to the human shape]
On every side occurred suggestive germs
Of that –the tree, the flower–or take the fruit–
Some rosy shape, continuing the peach,
Curved beewise o’er its bough; as rosy limbs,
Depending, nestled in the leaves; and just
From a cleft rose-peach the whole Dryad sprang.
[…]
El poeta Robert Browning
[Para mí, toda materia tendía hacia una forma
De belleza – el arquetipo humano.
Por todos lados se asomaban gérmenes insinuantes
De eso– el árbol, la flor – o bien el fruto –
Alguna forma rosada, completa el durazno,
Combado como abeja sobre su rama; como piernas encarnadas
Colgando, anidadas entre las hojas; y justo
De la hendidura de un durazno rosa brotó la Dríada entera.]


La frase que Nabokov pone en voz de Humbert, cuando dice inolvidablemente que Lolita soltó “con mano infantil […] el pliegue de su falda metida en la hendidura del durazno”, ¿es creación suya? Con las pruebas que tenemos a la vista, no queda más remedio que decirnos que sí.

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(1) Me escribe mi amiga historiadora, a propósito del fragmento de Browning: "En realidad, en este pasaje (porque no es una estrofa, sino parte de un poema mucho más largo, en forma de diálogo), el personaje está hablando sobre cómo diferentes formas que se asoman en la naturaleza le sugieren (son gérmenes de) escenas o esculturas… en este caso, de los fragmentos de duraznos, va imaginándose ninfas y piernas… figuras lánguidas de ninfas… escenas mitológicas. O por lo menos, esto me parece.  Es un poema sobre la creación artística, comparando la poesía con la escultura. Lo empiezo dos líneas antes, porque tiene más sentido."

Las fotos del durazno son mías; tomo el resto de diversas fuentes de Internet.