viernes, 26 de septiembre de 2014

Álbum de Isolda


Mi padre, que cada vez se parece más a su tío Florentino, me recibe este martes de agosto con un buen número de fotografías de Isolda, la gata persa con la que conviví durante mis años de estudiante. Es una costumbre que se ha recrudecido en los últimos tiempos: hace unos meses fue un minúsculo billete de una peseta, en perfecto estado; la semana pasada, las acciones de una empresa petrolera expedidas a finales del siglo antepasado en México, que fueron propiedad de un abuelo suyo...
Tal como comprobé muchas veces durante los cinco años que viví en Asturias, era imposible ir a ver a mi viejo tío abuelo Florentino sin regresar con algún objeto o documento entre las manos, preferentemente antiguallas, casi siempre cosas que quizás sólo él y yo podíamos apreciar –pasaportes sin vigencia, cartas viejísimas, recortes de periódico…
La escena se repetía idéntica en su departamento de la calle Pablo Iglesias en Gijón (antes, Héroes del Simancas) o en la casa de su yerno en Cabrales: me llamaba aparte y me entregaba aquellos objetos no sin alguna ceremonia entre admonitoria y distraída, o enfrente de los demás, como que no quiere la cosa, como quitando importancia al asunto.
Había de todo: desde un salvoconducto para circular por el concejo cabraliego en los tiempos de la Guerra Civil o la gorra de alférez provisional con que peleó él mismo del lado nacional (en la foto de arriba), hasta los zapatos que había comprado hacía ya entonces tres décadas cumplidas en El Puerto de Liverpool de la ciudad de México, poco antes de volver definitivamente a España en 1982. De los zapatos me dijo que estaban nuevos; si acaso se los había puesto alguna vez, me dijo también. Eran como de artista flamenco: negros, brillantes, de punta. Más bien tirando a pequeños. Inusitados para su persona y sus hábitos. Nunca me quedaron y dudo que alguna vez le hayan quedado a Florentino.
Volviendo a las fotos que me entregó mi padre: ¿cómo es que las tiene en su poder? La respuesta me la da él mismo: algunas las tomé yo con mi cámara, otras él con la suya. Ahora que escojo y escaneo las más hermosas para enseñárselas a quienes leen Siglo en la brisa, me doy cuenta de que no me importa que la autoría quede sin aclararse: si tengo algo de buen gusto, para lo que sea, es indudable que se lo debo a él.

Álbum de Isolda
Por FFB y FF









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Los retratos de Florentino y mi padre son míos.

Más sobre Florentino en este blog:
Florentino, a cuadro, http://bit.ly/1bKZrwr
Árbol genealógico, http://bit.ly/KOKiw8 
Autógrafos remotos, http://bit.ly/PvKjd9
Retratos asturianos, http://bit.ly/1l76xRa
Ocios de 1946, http://bit.ly/1gQcF2R
En la boda de Lola y Félix, http://bit.ly/1hwQqwn

Más gatos en Siglo en la brisa:
Textos felinos, http://bit.ly/rJPY3s
El gato de Octavio Paz, http://bit.ly/9BeKvm
Trasfondo de época, http://bit.ly/1qNLLbP
Un año de Yamita Monogatari, http://bit.ly/PMM7Vy

viernes, 19 de septiembre de 2014

La muñeca rusa


Con sorpresa, sobre todo porque Palinodia del rojo se publicó hace ya casi cuatro años, descubrí en días recientes una nueva nota sobre mi último libro de poemas (el link, al calce). Firmada por Alfonso Domínguez, miembro de la mesa de reseñistas del Periódico de Poesía que edita la Universidad Nacional Autónoma de México, la pequeña reseña cita un par de poemas en los que nadie había reparado hasta ahora. Uno de ellos, llamado “La muñeca rusa”, está escrito en seis estrofas de versos octosilábicos, rimados de manera asonante en los pares. La idea de este post es publicar el poema completo, que nunca ha aparecido en otro lugar que no sea el libro de tapas rojas publicado por Aldus a finales de 2010. Escribí “La muñeca rusa” mientras vivía en Oviedo; por eso está lleno de referencias a aquel rincón del norte de España: la Calle Mon y el monumento al padre Feijoo, la Fuente de las Ranas del Campo San Francisco, los vallaurones. Lo reproduzco aquí para que lo conozcan quienes se asoman a esta página. 

La muñeca rusa
Por FF
Si nos vemos cualquier tarde,
fruto el azar en sazón,
si en el casco viejo a prisa
donde se abisma Feijoo,
si en la Calle Mon despacio
o el autobús de Gijón,
¡si nos vemos no me digas
ni con los ojos que no!

Mira, niña, que no eres
quien desprecia mi afición:
no es sino cambio este mundo,
y en ello no hay variación,
y ocasión para mudanza
sin que importe la ocasión,
¡en que es fortuito quién eres
y es azaroso quién yo!

Y es que en otras circunstancias
y en otra disposición,
bajo el pasar de esas nubes
y al tictac de este reloj,
que es lo propio de unas y otro
cambiar sin más la opinión,
¡tú serías mi enamorada
y acaso yo tanto no!

Y una fecha de verano,
en cuanto decline el sol,
en el Campo San Francisco
se nos vería a los dos,
y a la huidiza luz del cielo,
ámbar de luna o farol,
¡bajo un castaño de Indias
o una secuoya o un boj!

En la Fuente de las Ranas,
al agua oído avizor,
y no por las ranas mismas
mas por sacarles lección,
que su fluir solicites
porque argumentes mejor,
¡me pedirías, lloricosa,
que no te dejara hoy!

Algo el paso apretaremos
no nos pille un vallaurón,*
Diana torne avieso el parque
u otra cosa quiera Orión;
te diré, aunque no me escuches,
que de esta forma no es peor,
y una niña eres apenas
y que ya sabrás de amor,
¡sin que logre algún consuelo
mi discurrir tornasol!                                        

Vallaurones es el nombre que a partir de la década de 1950 dieron los vecinos de Oviedo, la capital del Principado de Asturias, a los miembros del Cuerpo de Guardias del Campo de San Francisco en alusión al concejal delegado de parques y jardines, apellidado Vallaure, que lo creó. Vestían de una forma más bien ridícula, al parecer copiada a la Policía Montada del Canadá, y entre otras cosas tenían a su cargo velar por la moralidad de lo que ocurría en el parque.

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La reseña más reciente de Palinodia del rojo, firmada por Alfonso Domínguez, puede leerse en http://t.co/kMgLIjJYAI

La imagen de las matrioshkas procede de la red. Las fotos del letrero que está colocado en un extremo del Campo de San Francisco de Oviedo, y en que se explica a los vecinos de la capital asturiana quiénes fueron los vallaurones, de lo que se reproduce una vieja imagen, las tomé yo mismo el 30 de septiembre de 2004.

Más sobre Palinodia del rojo en este blog:
La edición, http://bit.ly/1bLNQ65
Presentación, http://bit.ly/HAijY6
Lectura del poema “Paloma y no”, http://bit.ly/lKlTwP
“Milagro en la playa”, http://bit.ly/W7y222
A tres años de su publicación, http://bit.ly/1pYw2Mo



viernes, 12 de septiembre de 2014

Un retrato afortunado de Octavio Paz


No diré que fuimos nosotros quienes descubrimos la foto, de cuya existencia nos enteramos en las páginas de Las palabras del árbol de Elena Poniatowska (Plaza y Janés, México, 1998), libro en que se presentaba como parte del archivo de la revista Siempre, pero sí puedo aventurar la hipótesis de que fue Viceversa la publicación que vio por vez primera las enormes posibilidades que tenía como material de portada (y de divulgación). Nunca hubiera llegado a esta proposición de trabajo si no fuera por la enorme fortuna de que ha gozado, particularmente a últimas fechas, el retrato que Enrique Díaz le hizo a Octavio Paz en 1938. Durante los últimos años hemos visto que los editores de libros, revistas, carteles y folletos que se ocupan de Paz recurren a esa imagen una y otra vez: una de las más recientes, Debolsillo, que hace sólo unos meses la puso al frente del libro Octavio Paz. El poeta y la revolución, de Enrique Krauze. La foto es insuperable, es cierto, y debe de gozar de la aceptación de la viuda del poeta, que suele vigilar qué retratos de Paz son los que se publican, a veces con celo excesivo.
En julio de 1998, a menos de tres meses de la muerte de Paz, apareció en la portada del número 62 de Viceversa, en el que puede leerse el ensayo “Itinerario de un poeta” de Armando González Torres (sobre el que Héctor Iván González le preguntaba a Armando en el número del mes pasado de la revista Este País). El número incluye la respuesta de Jaime Labastida, actual Director de la Academia Mexicana de la Lengua, a la pregunta que le hizo Viceversa sobre las razones que le hicieron aceptar la dirección de la revista Plural, una vez que Octavio Paz renunció a ella en solidaridad con Julio Scherer después del golpe a Excélsior.
Tan entusiasmados estábamos con la foto del Paz veinteañero, que nos proporcionaba una imagen inusitada del escritor que acababa de morir, que nos pareció buena idea acompañarla de un texto que le hiciera justicia, por lo que se la mandamos al poeta Francisco Hernández para que escribiera lo que se le ocurriera sobre ella.

A continuación insertamos una foto de Octavio Paz anciano, de Ulises Castellanos, y se la mandamos a Jaime Moreno Villarreal para que la comentara a su vez. 
Esta entrega de Siglo en la brisa tiene dos propósitos: recuperar el texto de Francisco Hernández, llamado "Poetografía", y mostrar una antología de ediciones y objetos promocionales más o menos recientes que se han servido de la imagen.

Poetografía
Por Francisco Hernández
Los cabellos al aire como flamas, la inteligencia vuelta una mirada. El nudo en la garganta sin asfixia y la frente sin cera, a barlovento.
El corazón cuadriculado luce, brota la barba pareciendo rala. Cien versos cruzan la pared antigua. El sol entre los poros es de agua.
¿Se habrá secado la higuera de Mixcoac?, pregunta el tiempo. Los cabellos contestan en silencio. Tiembla entonces la imagen: la nada se finge perseguida y en el encuadre de la espera, la juventud de nuevo resucita.
Junio 8 de 1998 
(Tomado de Viceversa, número 62, julio de 1998)

Selección de imágenes
He aquí una selección de portadas, carteles y folletos promocionales, todos tomados de internet, que utilizan la imagen de Enrique Díaz. La ficha de la foto puede leerse al calce de este post.








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La ficha de la foto que abre (y motiva) este post es: Enrique Díaz, Retrato de Octavio Paz, México, 1938, Impresión contemporánea, Archivo General de la Nación, Archivo Fotográfico Enrique Díaz, Delgado y García, tema retratos, caja 67, subcaja 2. La tomo prestada de la red.
La foto de Julio Scherer rodeado de sus compañeros periodstas, corresponde a la salida de Excélsior, el 8 de julio de 1976, y es de Juan Miranda.

Más sobre Viceversa en este blog:
Mis diez portadas preferidas, http://bit.ly/VXMFDt
De Orwell a Trotski a Viceversahttp://bit.ly/SQ5p6V
Viceversa en la historia del diseño gráfico en México: primera parte, http://bitly.com/S5fFHU; segunda, http://bit.ly/XDodtG; tercera, http://bitly.com/Ze9KW8
La revista a 20 años de su fundación, http://bit.ly/1q7lIik

Más sobre Octavio Paz en Siglo en la brisa:
La contestadora automática de Octavio Paz, http://bit.ly/1fCpu0p
El gato que rasguñó a Lévi-Strauss, http://bit.ly/TAg6AJ
Paz en el velorio de Juan Rulfo, http://bit.ly/XJsi1s