viernes, 27 de diciembre de 2019

Tres libros de 2019

La petición de mi primo José Santos Álvarez, director de Aire Libre, de grabar un audio con un comentario con los tres libros que más me gustaron a lo largo de 2019 para ser transmitido durante uno de los programas matutinos de la estación radiofónica, me pone en un pequeño aprieto. 
Jose S. Álvarez, director de Aire Libre
19 de diciembre de 2019. Foto: FF
Y es que doy por hecho que mi primo se refiere a libros aparecidos durante el año que acaba. Con ser una de mis especialidades, ya que sobre ellas hago un programa de radio semanal desde hace una década, las novedades editoriales, oh paradoja, no suelen ser los libros que más me entusiasman. Sin embargo, como no quiero quedarle mal a mi primo, una mañana me descubro echando un ojo un tanto azaroso a los libreros de mi biblioteca en búsqueda de novedades, volúmenes adquiridos no hace mucho, quiero decir, en cuyas primeras páginas pueda yo descubrir mi nombre seguido del número 2019.
Cuando distingo algunos cuya lectura me gustó especialmente, por poner un par de ejemplos, Amor y filología, la correspondencia entre María Rosa Lida y Yakov Malkiel (Acantilado, 2017), o Habla memoria, las memorias de infancia de Nabokov, que leí en una vieja edición mexicana (Edivisión, 1992) con el texto en inglés desplegado en mi Kindle, reparo en que no pueden entrar en el recuento solicitado ya que los leí respectivamente en 2017 y 2016. 
Un poco más allá descubro uno más que sé, con toda certeza, que leí este año: El mundo de ayer, de Stefan Zweig. El problema en este caso es que fue novedad en 1942, cuando se publicó por vez primera, no mucho después del suicidio de su autor en el exilio brasileño, aunque yo lo haya estrenado apenas en septiembre. 
Lo mismo ocurre con otros que han pasado recientemente por mi mesa de noche o se demoran todavía en ella, como las viejas memorias (por cierto, también infantiles) de José Luis Martín Vigil, Los tallos verdes (Richard Grandio editor, Barcelona, 1969), o la antología de Rubén Darío hecha por él mismo, Y una sed de ilusiones infinita, editada por Alberto Acereda hace veinte años (Lumen, Barcelona, 2000).
Como entiendo que en la petición de mi primo hay razones periodísticas, me parece que lo mejor va a ser asumir una posición intermedia. Ya que aparece en primerísimo lugar entre mis lecturas de la segunda mitad del año que acaba, decido entonces hacer un comentario sobre la llamada trilogía de Auschwitz de Primo Levi. Esos libros fueron novedades respectivamente en 1947, 1963 y 1986, pero Planeta los lanzó en México apenas este año en ediciones independientes impresas en el país.
Hace tres lustros saqué de una biblioteca pública el primero de la serie, Si esto es un hombre, uno de los libros que más me han impresionado en los últimos (largos) años. A pesar de que durante todo este tiempo quise comprar el libro para tenerlo a la mano, nunca lo vi sino como parte de la trilogía a la que pertenece —editado en un solo volumen, quiero decir, junto con La tregua y Los hundidos y los salvados—, con la consecuencia de que nunca me decidí a adquirirlo.
Me parecía que esa presentación editorial atentaba contra mi deseo de conservar y volver a leer ese libro en específico. Mi negativa a comprarlo como sus editores me obligaban a hacerlo era una manera, no de resistencia (una de las palabras más utilizadas y quizás por ello más vacías de nuestra época), sino de negativa a aceptar las cosas tal como se me presentan, actitud que cumple su pequeña función dentro de mi sistema operativo.
Eso fue así hasta que en meses recientes vi en una mesa de novedades el anhelado libro, quiero decir Si esto es un hombre de Primo Levi, en edición independiente. Lo compré y releí de inmediato. Tres lustros más tarde, me gustó tanto como la primera vez. Tanto, no: más. La prueba es que, al revés de lo ocurrido hace quince años, en cuanto terminé de leerlo corrí a comprar los dos volúmenes siguientes, que leí, uno tras otro y prácticamente sin pausa, entre septiembre y noviembre de 2019.
Wikipedia ilustra con esta imagen la fábrica de Buna, de Auschwitz-Monowitz.
El primer volumen, Si esto es un hombre, narra los meses que pasó el autor del libro en el campo de concentración de Auschwitz-Monowitz. Como no todo el mundo sabe, Auschwitz fue algo más que un gran campo de concentración: era el eje en torno al cual funcionaban otros campos, de tamaños y funciones diversas. Levi, que hacía actividades antifascistas en la Italia de Mussolini, fue aprehendido por la policía de su país y entregado a los alemanes. Pasó diez meses en el Lager de Monowitz, y el primer libro de la serie, publicado en 1947 en una pequeña edición que pasó prácticamente desapercibida, da cuenta de lo que vivió en él desde su llegada hasta la liberación del campo por el Ejército Rojo.
El segundo volumen, publicado 16 años después, en 1963, se llama La tregua: narra Primo Levi en sus páginas la difícil, paradójica, kafkiana vuelta a casa, una aventura en todo parecida a una odisea que lo llevó a recorrer Europa Oriental en un trayecto que primero no hizo sino alejarlo cada vez más de su Italia natal.
Si el primer libro es quizás el que deja una huella más duradera, el tercero quizás sea el más profundo de los tres. Publicado en 1986, a casi cuatro décadas del primero de la serie y más de veinte años después del segundo (y, por cierto, un año antes del suicidio de Primo Levi), Los hundidos y los salvados, como se llama el libro sirviéndose del mismo título de un capítulo del primer volumen, es un análisis de la experiencia completa, después de años de profundas reflexiones. En sus páginas, Levi va a deshebrando los temas principales de su experiencia: lo que llama él mismo la “zona gris” (ese complejo lugar impreciso donde se confunden los amos y los esclavos), además de la culpa característica de los sobrevivientes, la violencia inútil, la función del lenguaje o las cartas recibidas por los alemanes una vez que fueron publicados los dos primeros títulos de la serie.
Primo Levi. Foto: Martin Argles / Guardian / Camera Press
No deja de llamarme la atención que haya quien desprecie esa literatura, o le reste méritos. Yo, por el contrario, la coloco entre la mejor que he leído. Y no me refiero a que sea uno de los mejores ejemplos de literatura concentracionaria, como se llama a la dilatada bibliografía sobre los campos de concentración nazis, ya que casi no la conozco. Las singularidades de un relato francamente oscuro, la naturaleza desoladora de la enorme mayoría de las situaciones, la atmósfera asfixiante y opresiva, nada de ello nos llegaría del modo en que nos llega la literatura de Primo Levi si no fuera por el estilo directo, nítido, diría que fresco, que la anima. 
Tanto como ello, por la inteligencia con la que escribe, libre de resentimientos, en donde la acusación de los espantosos crímenes contra la humanidad cometidos por los alemanes late con gran fuerza precisamente porque no la enfatiza si no es a través del relato simple, puro, no mezclado, de las cosas. Es llamativo, por ejemplo, cómo no asoma el rostro de uno solo de los nazis del Lager de Monowitz: hay una suerte de insondable anonimato contra el cual brillan los personajes del libro que da a su literatura una altura moral que subraya la acusación que hay en sus páginas. Todo ello sirve de antídoto literario a cuanto nos transmite, lo cual, de otra manera, acaso sería insoportable de leer. Primo Levi es, además, uno de los mejores retratistas que yo he conocido y los tres libros de la serie, especialmente los dos primeros, abundan en personajes pintados con extraordinaria maestría. No sólo porque se les coloca en situaciones peculiares o extremas, sino porque el modo de describir sus características está lleno de precisión, color, hondura. También, una compasión legítima, que nunca es fácil ni obvia.
Me alivia pensar que, al ser tres libros distintos, aunque unidos a su modo como parte de una misma secuencia temática, puedo dejar mi recuento en este lugar, cumplida la petición de mi primo.

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Un texto sacado de este artículo fue leído al aire, en forma de cápsula grabada, la mañana del 19 de diciembre de 2019 en la emisora Aire Libre.

Tomo prestado el retrato de Primo Levi, que es de Martin Argles, de la página en línea de Prospect, https://bit.ly/2My2cOz


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