La exposición del genial Francisco Toledo que puede verse
estos días en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México simplemente no
tiene desperdicio. Duelo, como se
llama, reúne un centenar de piezas de cerámica presentadas con perfecto sentido del orden espacial, de acuerdo a sus valores semánticos, formales o cromáticos,
por cierto sin innecesarias fichas informativas, en un solo ámbito que se recorre con naturalidad, según quiere el espíritu moderno del edificio de Chapultepec.
No es éste el lugar ni soy yo la persona ideal para
exponer las razones de su aportación al arte y a la discusión
social y política mexicana, lo que sin duda harán mis colegas y amigos críticos. Me limito a mencionar las intensas emociones que produjo en mí la demorada
visita que hice la mañana de ayer. Duelo
es una fiesta de belleza, aun oscura y de cuando en cuando terrible, pero es
también una muestra del portentoso sentido estético y extraordinario buen gusto
de este artista. Toledo, siempre interesado en enriquecer sus registros y en moverse entre técnicas y procedimientos diversos, desarrolló este mismo año una admirable serie
de cerámicas, por cierto sin dibujos preliminares, algunas de las cuales contagian una emoción de suspender el aliento.
La exposición es un “tributo a las víctimas de la
violencia, la tortura y la injusticia”, como explica la directora del museo, la
crítica de arte Sylvia Navarrete. Ella misma dice que “el tema de la muerte
evoca, en un registro trágico, nuestra realidad contemporánea, pero su
escenificación reviste calidad de ritual, como si el fuego mismo de la horneada
conllevara un efecto de purificación”. Y añade este párrafo, que me permito
copiar completo: “El
barro recobra su capacidad para ‘encarnar’ la anatomía y las emociones:
convocan la noción de dolor los rostros defenestrados, calaveras, urnas, mecates
y mordazas; en un proceso de metamorfosis frenética, el bestiario de perros,
gusanos, murciélagos, cangrejos y pulpos se acopla con el reino vegetal y el
género humano, en una ronda macabra donde resuenan ecos de las mitologías
medievales, prehispánicas e indígenas”.
Después de recorrer la exposición, hice unas cuantas
fotos. No valen mucho como imágenes: bien saben quienes me leen que no soy más
que un fotógrafo aficionado. Además, como no sospechaba que me interesaría hacer fotos, no llevaba más que la cámara de mi teléfono celular. Publico aquí
unas cuantas, sin mayor objetivo que el de invitar a vivir la experiencia de una exposición que, sin el mínimo riesgo a equivocarme, me apresuro a llamar
inolvidable.
Más sobre artes plásticas en este blog:
Siete imágenes del Códice Laud, http://bit.ly/13dmUao
Mi último encuentro con Vlady, http://bit.ly/1fKoWm7
El azul pintado más hermoso del mundo, http://bit.ly/V3HU0F
Carlos Mijares en Michoacán, http://bit.ly/P3xWqu
El museo imaginario de Marcel Proust, http://bit.ly/V3ICep
Estimado Fernando,
ResponderEliminarAprovecho el espacio de su blog para hacerle llegar mi reconocimiento por su programa radiofónico "A pie de página" que sigo desde que lo conocí originalmente con el nombre "La feria carrusel de libros".
Le deseo muchos programas más para el gusto de sus radioescuchas y la promoción de la lectura en México.
Desde París, Francia
Luis
Le agradezco muchísimo su comentario, estimado Luis, y más viniendo de tan lejos. Un fuerte abrazo.
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