Flor, que
pasa unas vacaciones en Resistencia, capital de la provincia argentina del Chaco, en donde nació en 1976, ha tomado la decisión de
hacerse un tatuaje. Por correo me pide opinión sobre qué debería de tatuarse y
yo le sugiero que algún dibujo del riquísimo mundo prehispánico, del que los
dos somos admiradores entusiastas.
Como se muestra receptiva a la idea, me
apresuro a preguntar en cartas sucesivas a mis amigos Arnaldo López y Eduardo
Menache por una buena fuente de imágenes. Con una diferencia de sólo unos minutos,
quizás los mismos que pasaron entre la escritura de una carta y la otra, ambos
se refieren al mismo libro: Sellos del
antiguo México de Jorge Enciso.
Mientras
Arnaldo, que vive en Nueva York, me pasa el enlace de Amazon en el que pueden
verse algunas páginas de la edición gringa, Menache, a quien acompaño a
Malinalco a pasar un fin de semana con sus colegas del Club del Libro Rojo de
Jung, me lleva un ejemplar en persona, uno de los 500 que puso
a circular la Editorial Innovación en 1980.
Jorge Enciso
aclara en su prólogo que más que sellos son “pintaderas”, "por el uso principal que se hacía de ellas estampándolas en el cuerpo o imprimiéndolas en otros objetos". Las pintaderas tienen
distintos tamaños, de uno a 23 centímetros –si consideramos el más pequeño y el más grande de los que se encontraron hasta 1947, año de la primera
publicación del libro–. Las hay de diversas formas: planas y cilíndricas,
cóncavas y convexas. Los motivos van desde los geométricos hasta los conceptuales, pasando, claro, por toda la gama de las formas naturales, principalmente flora y fauna. Los sellos estaban hechos de barro cocido y servían
para los más distintos propósitos, uno de ellos precisamente adornarse la piel.
¡Qué
llamativa la nobleza del barro! De todas las pintaderas que se hicieron a lo
largo de los siglos, digamos que desde tiempos de los Olmecas –de los que se conservan suficientes
ejemplos–, sólo han sobrevivido las que están hechas de ese frágil material. Las
de piedra, por lo visto, fueron escasas; las de oro y plata, si es que las
hubo, se han perdido; las de madera o hueso, no resistieron al paso del tiempo.
Sólo han llegado a nosotros las que fueron fabricadas con tierra amasada puesta al
fuego, las mismas que siguen en exhibición y uso.
He pasado
una tarde agradabilísima escogiendo las imágenes más hermosas, que publico en Siglo en la brisa para que las vea Flor en
todo su esplendor y belleza, aunque sea en otro hemisferio, y de esa manera tenga
más elementos para tomar la mejor decisión.
Sello plano. Flor no identificada. Xico.
Sello plano. Flor no identificada. Chalco.
Sello plano. Mariposa. Teotihuacan.
Sello plano. Mariposa fantástica. Tula.
Sello plano. Zopilote. Puebla.
Sello plano. Colibrí. Yucatán.
Sello plano. Ave sin identificar. Ciudad de México.
Sello plano. Itzcuintli. Veracruz.
Sello plano. Venado. Veracruz.
Sellos planos. Tejón y tlacuache. Ciudad de México.
Sello plano. Chicahuastli (Palo sonador). Ciudad de México.
Sellos planos. Variantes de chicahuastli (Palos sonadores). Ciudad de México.
Sello plano. Ollin (Movimiento). Ciudad de México.
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En la foto que ilustra este post aparece Flor, de sombrero mexicano, con su hermana Paola. La imagen, que es de anteayer, me llegó con la siguiente leyenda: "Así les dije que anda la gente allá".
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