La semana
pasada apareció en la revista Este País
el artículo que escribí sobre uno de los objetos más peculiares del mundo
poético de López Velarde: un candil en forma de bajel que cuelga del crucero de
una iglesia potosina. Como la imagen del candil resulta tan inusitada, allá
arriba, pendiendo de un hilo metálico, todo lleno de cristales relucientes, me
permití ofrecer a mis amigos editores de la revista que dirige Malena Mijares
alguna foto que acompañara mi texto.
Flexibles y generosos, como es su
costumbre, ellos decidieron publicarlo en una sección del suplemento cultural que se llama “Mirador”, dedicada precisamente a ensamblar, si puedo decirlo así, un texto con una imagen. Me quedé con otras fotos por lo que he decidido publicar este post con el propósito de acompañar y
enriquecer la lectura del artículo (que puede verse en http://bit.ly/1aNYVUq).
El candil está en el templo de San Francisco de Asís, en
la ciudad de San Luis Potosí, en la que López Velarde vivió dos o tres años en
la segunda década del siglo pasado. Yo lo visité a mediados del último noviembre sin saber
que daría con el singular objeto, del que tengo noticias desde principios
de los años ochentas. El templo tiene, por cierto, una de las sacristías más hermosas que yo haya visitado (véase la penúltima foto de la serie), al fondo de la cual se abre una sala De Profundis, antecedida por un notable capialzado. Quiero dedicar esta entrada de Siglo en la brisa a Josué Ramírez, quien fue mi anfitrión en la
ciudad en la que nació y murió Manuel José Othón, poeta crucial para entender el universo del primer López Velarde.
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El pequeño
ensayo llamado “El candil” del que se habla en este post, apareció en la revista Este
País en febrero de 2014. Aquí la versión en línea: http://bit.ly/1aNYVUq
Agradezco a Malena Mijares, directora de Este País, Ignacio Ortiz Monasterio, editor, y Jessica Pérez-Cassarubias, jefa de redacción de Este País/Cultura.
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