Yo la conocí y la traté
durante mi estancia en Madrid porque vivía en el mismo edificio que la familia de mi
amigo, un par de pisos más abajo. Como todo el mundo tenía cosas que hacer menos
yo, que estaba de vacaciones, y Piedad, una mujer camino de los setenta años que no tenía mayores actividades, de cuando en cuando bajaba a su departamento y conversaba con
ella. Refugiados del calor infernal que hacía en la calle, que Piedad atenuaba cerrando
las persianas y abriendo las ventanas para conseguir una fresca penumbra, me
fue contando algunos episodios de su vida. Creo que no exagero si afirmo que vivía
atormentada por algunas decisiones que, según me contaba una y otra vez, la habían condenado a la soledad
más irremediable. Tampoco podría decirse que estuviera precisamente sola, y no
me refiero a la relación que mantenía con un hombre mayor que para nada se
distinguía por su educación o su elegancia, sino porque en el edificio vivían hasta tres sobrinos suyos y era de veras difícil decir cuál de los tres era más amoroso y atento
con ella.
Desde hacía
poco, además, se acompañaba de una gatita joven y activa a la que llamaba "la Susi". A la tía solterona de mi amigo Xavi le
divertía contar las formas con que la gatita se las ingeniaba para no separarse de su lado:
si decidía hacerse algo de comer, por ejemplo, la Susi se trepaba a lo alto de la alacena y desde allí la contemplaba ir y venir por la cocina; si se
metía a la ducha, la gatita se ovillaba en el bidé. Durante el tiempo que
duraba mi visita, estaba pegada a Piedad, ya fuera mordiéndole los
dedos, o trepándole por la blusa, o dormida profundamente, contorsionada en el
brazo del sillón. Gracias a que conservo los restos del poema que motiva este post, puedo recrear algunos detalles de la convivencia de ambas, como la noche que la Susi atrapó un murciélago joven en el
balcón de la recámara principal, lo que su ama me contó al día siguiente entre
gestos demudados de incredulidad y espanto.
El verano de aquel año la familia
de Xavi decidió hacer una obra de reparación del departamento en el que llevaban
toda la vida. El propósito era sustituir el cableado eléctrico original, por el
que nunca se había hecho nada, así que un buen día un pequeño
grupo de albañiles y electricistas entró a la casa y la puso literalmente patas
arriba. Por esos días, mi amigo acabó el año escolar en el Instituto en el que
daba clases y nos preparamos para hacer un par de viajes, uno de ellos a Lisboa.
Aproveché que el departamento de la tía Piedad tenía un cuarto vacío para
preguntarle si podía guardar mis cosas, que sólo estorbaban en el piso en obra, en
lo que regresaba del viaje. Cuando volvimos me vi en problemas para
manifestarle mi agradecimiento ya que nunca supe qué regalarle, y eso a pesar
de los sabios consejos de su sobrina Charo, por lo que decidí escribirle este
poema.
Por
desgracia, Piedad murió tres años después y no alcanzó a leerlo, ahora ya no puedo
decir si porque no lo tuve listo a tiempo o porque no supe cómo iban a
tomárseme las inocentes alusiones que hago en él. Copio el texto de la edición
de Palinodia del rojo ("A la señorita Piedad Aguilar, al volver de un viaje". Aldus, 2010), en el que aparece a partir de la página 17.
Agradezco a mis queridos amigos Charo y Xavi Pascual Aguilar (en la imagen al lado de estas líneas, retratados en Stonehenge), que me hayan escaneado y enviado las fotos de la tía Piedad que comparto ahora con los lectores de este blog.
Agradezco a mis queridos amigos Charo y Xavi Pascual Aguilar (en la imagen al lado de estas líneas, retratados en Stonehenge), que me hayan escaneado y enviado las fotos de la tía Piedad que comparto ahora con los lectores de este blog.
Por FF
Para darte
las gracias,
para hacerte
saber que aprecio que hayas puesto a resguardo
algunas
pertenencias mías
mientras
duró mi viaje,
quise
comprarte algún detalle —una planta,
digamos,
una azalia (“azalea” dice Charo,
que es
quien me recomienda
regalarte
una planta,
ya que te
gustan tanto).
Pero en
toda Escalona, a donde fui temprano
para evitar
el calorón de agosto,
a uno y
otro lado de Illescas,
ni la sombra
del
vendedor que otrora (¡todavía este martes!)
regaba de
macetas la banqueta
bajo este
mismo sol, Piedad, un sol de agobio
no digno de
Madrid sino de Gobi.
Con las
manos vacías, de vuelta esta mañana,
me entero
de que quieres deshacerte
de tanta
planta,
una de cada
—por Charo
es que me entero—
ya que,
dices, de todas tienes dos
al menos.
Y aunque
conozco algún disgusto tuyo
—las
niñerías de tu hombre
octogenario
casi, sus bastedades y sus desfiguros,
que no
llama desde hace cuatro tardes
y con
quien, de otro modo,
cada
domingo vas al cine
y después
tomas algo junto al lago—,
mentiría si
te digo que no ignoro,
tus gustos
en perfumes o pañuelos
o
pedrerías.
Por todo
ello te envío en estas líneas
Piedad,
como si fuera, digamos,
otra cosa
—una cosa
que fuera más que letras—,
una
mascada, un jaspe
o hasta una
planta, sí,
un manojo
de azalias rozagantes,
una planta
si no tuvieras tantas.
De
ilusorias azalias, en este ramo escrito,
y en sus
ásperas hojas
y sus
tallos opacos, incapaces siquiera
de beber de
las linfas de un florero,
alegrar un
balcón o una recámara,
en ellos va
mi gratitud
—y no
repares en si, siendo honestos,
son sus
dones exiguos.
Cuando
vuelvas al lago
del brazo
de tu hombre este domingo,
de regreso
del cine,
no dejes de
mirarte en las aguas azules;
sonríe, sin
más, sonríeles a las nubes
y a las
flores que mires.
Será
verano, y aún de día,
y en la
esquina de Illescas y Escalona
venderán
cualquier cosa todavía
en vez de
plantas;
será este
sol de agobio todo menos que incierto
—aquel que,
impropio en Gobi,
ha
resultado propio de Madrid,
¡que no es
desierto!
Azalea dile
tú o dile azalia,
no importa
cómo llames
aquello que
sin trazas de donaire
te pido que
recibas, Piedad, como si fueran
gracias.
_________________________
Las fotos que ilustran este post pertenecen al archivo de la familia Pascual Aguilar. La imagen de las azalias (Rhododendrom simsii), que en España se conocen como "azaleas", proviene de la Wikipedia.
Más sobre Palinodia del rojo en este blog:
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La
edición, http://bit.ly/1bLNQ65
La
presentación, http://bit.ly/HAijY6
Lectura del
poema “Paloma y no”, http://bit.ly/lKlTwP
“Milagro en
la playa”, http://bit.ly/W7y222
Tres años
de Palinodia del rojo, http://bit.ly/IxEKNa
Xavier Pascual Aguilar en Siglo
en la brisa:
Un poema de
Wendell Berry, http://bit.ly/1cGVP0R
El soundtrack de una vida, segunda parte, http://bit.ly/NFn3cM
19 imágenes
de los Estados Unidos, http://bit.ly/Px26R5
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