viernes, 2 de agosto de 2019

El señor Lancini

El 14 de octubre de 2009, Juan Almela habló delante de la grabadora de su afición a los palíndromos y otros juegos de palabras. Se refirió a la naturaleza y las dificultades de aquel género en particular, explicó las razones por las cuales le parecía Darío Lancini el mejor palindromista de la lengua y salpicó la charla con los ejemplos que más le gustaban. No menos que eso, contó cómo se aficionó a escribirlos y cuándo y de qué modo redactó el primero de la veintena que dejó por escrito. Como por cuestiones de espacio no es posible reproducir aquí toda la conversación, copio al menos un fragmento para que lo conozcan quienes siguen este blog.

El poeta venezolano Darío Lancini (1932-2010). Foto: Internet
El señor Lancini
Por FF
14 de octubre de 2009

—¿Cómo diste con Darío Lancini? Me has dicho que es el mejor palindromista del mundo.
—Que yo sepa. Ya hace tantos años, que todo es posible. Es que yo publiqué un palíndromo gigante, en Plural, y le pusieron de título “El palíndromo más largo del mundo”. Entonces el señor Lancini mandó desde Venezuela un par de ejemplares de su libro, con título palindrómico, Oír a Darío
—Que es lindísimo.
—Es precioso. Bueno, ahí hace lo que quiere, es admirable. Y además tiene el don del palíndromo, en el sentido de no hacer tonterías. Hay mucha gente que hace palíndromos que son tan tirados de los pelos… Es una cosa siempre más o menos absurda e incoherente, salvo los muy chiquitos, que pueden guardar coherencia, pero, si no, pues siempre tienen mucho de divagatorio. Eso ya se sabe. Pero hay gente que hace unos verdaderos adefesios… Así por ejemplo hay un palíndromo francés, creo que de cinco mil palabras, pero [que] no tiene chiste. No he podido pasar nunca de la primera página, porque es ya tan absurdo… Y cuando le conviene corta una palab-… con tres puntos suspensivos y, bueno, pues…
—Así no se vale.
—Bueno, sí se vale pero ya no tiene caso… En cambio Darío Lancini hace cosas, o bien geniales en sí, o bien con sentido, ¿no? Como poner, por ejemplo, creo que es “Adán no cede con Eva y Yavé no cede con nada”.
—Muy bueno, ¿no?
—Y lo de: “Yo hago yoga hoy”. Y luego los surrealistas de plano, pero maravillosos. Ése que dice: “Abanico con amoniaco cocainómano cocinaba”. Eso es maravilloso, eso del cocainómano cocinando un abanico con amoniaco. Y cosas así. Lo mejor del libro de Lancini es uno que se llama “Amor neolatino”. 
Guarda un mínimo de coherencia y juega de paso con el famoso palíndromo “Dábale arroz a la zorra el abad”. Éste me lo dijo mi padre. Durante muchos años pensé que ése y “Anita lava la tina” eran fenómenos únicos, que para qué trataba uno de buscar más, porque nunca se encontraba… Yo pensaba que esos dos eran frutos de siglos. Y no es cierto, por supuesto. Lancini, en su poema “Amor neolatino” juega con el de “Dábale arroz a la zorra el abad” como “Dábale arroz al oneroso reno la abadesa…” y, bueno, un montón de cosas muy buenas. Por eso para mí es el mejor. El mejor del que yo sé.
—¿Entraste en contacto con Lancini?
—No. No.
Dedicatoria de Enrique Krauze a Gerardo Deniz,
"a cambio de futuras y frecuentes colaboraciones".
Lamentablemente, no tiene fecha.
—¿Cómo conseguiste su libro?
—Me lo regalaron en la revista. El otro ejemplar se lo dio Krauze a José de la Colina, que hizo una notita diciendo que muy bonito.
—…
—El que era fatal era [Jaime] García Terrés. Además, los publicaba en un librito… Y eran unas cosas que necesitaban un título así de largo porque… Para no decir nada… Decía: “La viuda de Descartes habla a Einstein en el mercado diciéndole que Bacon no sabía el valor de las peras” y cosas así. Y luego veías el palíndromo y era: “Viuda cartesio en mercado: no peras, dijo Bacon, explicó a Einstein…”.

—…
—Que qué es eso, ¿no? Y así todo. Y [los] hacía sin cesar. Y no, no... Hay un dios de los palíndromos que alumbra al que el dios quiere, quién sabe por qué. Es inescrutable, como todas las providencias.
—…
—Yo, por ejemplo, tengo el don del palíndromo. Son menos incoherentes que de costumbre y algunos notablemente largos. Sacó Tito Monterroso en el suplemento del Siempre!, allá por el año… [silbido que intenta describir el paso de mucho tiempo] un artículo sobre los palíndromos en el que decía la genialidad aquella que todo el mundo festeja, de que él sólo había podido hacer en su vida el palíndromo: “Acá, caca”. Ay, qué chistoso, qué bien. Y sin embargo salió una cosa muy buena, que era de Ernesto Mejía Sánchez. En aquellos tiempos se hablaba de si le darían el premio Nobel a Alfonso Reyes. 
Reyes y su perro Kola.
Foto de Gisèle Freund. Fuente: Internet
Se ponía cada uno a hacer un palíndromo, él, Mejía Sánchez, Bonifaz Nuño y no sé quién más, y de repente Mejía Sánchez dijo: “Alfonso no ve el Nobel famoso”… Ah, qué bueno y tal… Todos lo celebraron. Y no es palíndromo para nada... En cambio Rubén Bonifaz los hacía cortitos pero finísimos, perfectos. Eso de “Etna da luz azul a Dante”. Y: “Si no da amor alas, sal a Roma, Adonis”. O bien: “Odio la luz azul al oído”.
—Ése es precioso.
—Es buenísimo. La declaración antisinestésica.
—Qué chulada, qué bonito.
—“Odio la luz azul al oído”. Es precioso. Y el “Etna da luz azul a Dante” está muy bien.
—¿Te acuerdas de más de Bonifaz?
—No creo que [me] saliera uno o dos más. Pero los que te he dicho son inolvidables, por lo bonitos.
—¿Te acuerdas de alguno tuyo?
—Sí, en principio me los sé todos… Cuando me pongo a reconstruirlos… Tiene la ventaja la cosa de que si no te acuerdas de un pedazo, lo lees al revés y a veces el pedazo que te falta es el que viene al revés luego, y ya lo puedes completar. Pero bueno, salió el artículo de Tito Monterroso y yo dije: “Bueno, voy a hacer alguno”, y empecé. Ya había yo descubierto por mi cuenta, cosa viejísima, que “reconocer” es palindrómica, la palabra, como “anilina”, o como “radar”, o como “malayalam”, que es una lengua del sur de la India.
Juan Almela en el Zócalo, ca. 1990. Foto de Conchita Perales.
—¿Cómo? ¿Malayalam?
—Sí, “malayalam”, con y griega, sólo que yo me guardaría de usar la palabra “malayalam” en un palíndromo porque me dirían que era una chingadera que había yo inventado, ¿no? Bueno, en fin, el hecho es que a partir del “reconocer” empecé a hacerlo rápidamente. Salieron palabras por aquí, al revés por acá, o viceversa. Hasta por la calle iba rumiando… 
Me acuerdo todavía el añadir algo más. Resultado: salió un palíndromo, bueno porque guarda la coherencia mínima, que es de ambiente arábigo. Pues dice el palíndromo: “A la ropa sobaba la solapa, era sebo y sapos su sed; Selim el rajá se sonrió: ¡Salam! ¡Sal a reconocer a las malas! Oírnos es ajarle miles de sus sopas; yo besaré a palos a la babosa, ¡por Alá!”. Y eso, ingenuamente, lo metí en un sobre diciendo que el artículo de los palíndromos [de Monterroso] era muy bonito pero que yo había encontrado uno que era… Todo este caso. Lo mandé a las Cartas de Siempre!… Jamás salió. Alguien lo abrió, lo vio y se lo atribuyó y lo presumiría por los cafés durante una temporada.
[…]
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Tomo la imagen que abre este post de la página en línea dedicada a la biblioteca de Julio Cortázar, entusiasta de Oír a Darío.

Más sobre Juan Almela / Gerardo Deniz en este blog:
“El desdichado” de Nerval, traducción monstruosa, https://bit.ly/2MA0ywj
Un soneto sobre Octavio Paz, https://bit.ly/2BanKe4
Quince razones para asomarse a De marrashttp://bit.ly/2bmYunI
Una vida con el Fondo [de Cultura Económica], http://bit.ly/1TNgNSM
Cómo y cuándo nació el seudónimo, http://bit.ly/1RTMiXd



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