Me lo hizo
notar Felipe Soto Viterbo. La primera vez que escribí sobre la famosa Noche de Poesía Internacional que se llevó a cabo en la Sala Ollin Yoliztli en
agosto de 1981, me referí a Borges con estas palabras: “Fue el primero en tomar
la palabra. Exceptuando a Günter Grass, que para entonces había ganado ya el
Premio Nobel, era quizás el escritor más conocido de los que participaban en la
velada. También el más viejo: 82 años (el que le seguía en edad era Paz, que
era tres lustros más joven).”
Felipe me
hizo ver que en mis palabras había un grueso error: Grass había ganado el Nobel, era
cierto, pero dieciocho años más tarde… ¿De dónde saqué esa
información, que no pasó por mi rígido Departamento de Revisión de Materiales, compuesto
por un beligerante grupo de mujeres de pelo en pecho? Pues nada menos que del folleto que
pusieron en nuestras manos los organizadores de la velada. En la página
dedicada a Günter Grass se lee, con toda claridad, que el escritor alemán “ha
sido distinguido con el Premio Nobel de Literatura”. Como diría Borges de otra
cosa (“Emma Zunz”, El Aleph), la
afirmación era “sustancialmente cierta”, aunque fueran falsas las
circunstancias y la fecha. Vean ustedes mismos el gazapo, en el último renglón de la ficha biográfica de Grass:
Ya que
hemos llegado hasta aquí, echemos un ojo al poema de Grass que aparece en esa página.
El autor de El tambor de hojalata es
mucho menos conocido como poeta que como novelista, así que no deja de tener
interés conocer algún ejemplo de su poesía. Aquí el que leímos aquella noche en
el profético programa de mano.
Sobre qué escribo
Por Günter Grass
Sobre el
comer, el regusto.
Después,
sobre huéspedes no invitados o llegados con un siglo de retraso.
Sobre la
sed del limón exprimido de la caballa.
Más que
sobre cualquier otro pez, escribo sobre el rodaballo.
Escribo sobre la abundancia.
Sobre el
ayuno y por qué [se] inventaron los comilonas.
Sobre el
valor nutritivo de las migajas de la mesa del rico.
Sobre la
grasa y las heces y la escasez y la sal.
Describiré
doctamente –en medio de una montaña de miijo–,
cómo la
mente se volvió biliosa y el estómago demente.
Escribo sobre los pechos. Escribiré, mientras dure,
sobre Ilsebill
embarazada (su antojo de pepinillos).
Sobre el
último bocado compartido, la hora pasada con el amigo
comiendo
pan, queso, vino y nueces.
(Hablamos
con delectación de lo divino y lo humano
y también
del engullir, que no es más que miedo).
Escribo sobre el hambre, sobre la forma en que fue descrita
y por
escrito propagada.
Escribiré,
mientras voy a Calcuta, sobre las especias
(cuando Vasco
y yo hicimos bajar el precio de la pimienta).
Carne:
cruda y cocida, se ablanda, se deshilacha, se contrae o deshace.
Las gachas nuestras de cada día
Las gachas nuestras de cada día
y las demás
cosas premasticadas: fechas históricas,
las
carnicerías de Tannenberg-Wittstock-Kolin
y todo lo
que queda luego: huesos, pellejos, tripas, salchichas.
Sobre el
asco ante el plato lleno, sobre el buen sabor,
sobre la
leche (y cómo se cuaja),
sobre el
nabo, la col y el triunfo de la patata
escribiré
mañana
cuando los
restos de ayer sean fósiles de hoy.
Sobre qué escribo: sobre el huevo.
Frustraciones
y grasas, amor que devora, soga y clavo,
disputas
por un pelo y por la palabra caída en la sopa.
Sobre el
congelador y lo que pasó
cuando se
fue la corriente.
Escribiré
sobre todos nosotros sentados ante platos ya vacíos
y también
sobre ti sobre mí,
y sobre la
espina en la garganta.
(Traducción
de Miguel Sáenz)
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A la derecha de estas líneas, mi padre y yo entre el público asistente a la velada. De la red tomo prestado el retrato de Grass.
Más sobre
la Noche de Poesía Internacional de agosto de 1981, en este blog:
Borges en
al Sala Ollin Yoliztli, http://bit.ly/1n26rgE
El video de
aquel día, http://bit.ly/1LFYa0s
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