Es una lástima que el video reproduzca sólo la segunda
mitad de aquella velada. Eso quiere decir que Borges, que abrió la primera
ronda de participaciones, no habla en ese tramo –y no lo vemos casi, salvo al
inicio y eso brevemente, al volver al escenario después del intermedio, llevado torpemente
por dos personas–. Ya he contado aquí que aquella vez, entre otros poemas, dijo
el inolvidable “La luna” (“Hay tanta soledad en ese oro…”), que desde entonces,
por supuesto, me sé de memoria.
Por supuesto que ni yo ni mi padre, que me acompañaba
en aquella ocasión, conocíamos a nadie y por lo tanto no hicimos plática con nadie que no fuéramos nosotros dos. Más de tres décadas después, al verlo con detenimiento,
sin embargo, reconozco a algunos asistentes: la China Mendoza, por ejemplo, en
los minutos 4:37 y 21:29...
El arquitecto Teodoro González de León y su mujer, la poeta Ulalume, en diversos momentos, como en el minuto 23:32.
El escritor ítalo-venezolano Alejandro Rossi en 19:24, y una vez más en 39:42, y todavía alguna vez más…
El arquitecto Teodoro González de León y su mujer, la poeta Ulalume, en diversos momentos, como en el minuto 23:32.
El escritor ítalo-venezolano Alejandro Rossi en 19:24, y una vez más en 39:42, y todavía alguna vez más…
También reconozco, en el minuto 2:39, a un jovencísimo Eduardo Vázquez Martín, poeta y
promotor cultural, actualmente Secretario de Cultura de la ciudad de México, de quien por cierto me hice amigo unos ocho años más tarde.
Después de años y años de hablar de aquella lectura,
también sé que había entre el público otros futuros conocidos míos –la otra
tarde, sin ir más lejos, alguien me contó que allí también estuvo David Huerta,
cosa que no he consultado con mi amigo poeta, y apenas la semana pasada el
fotógrafo Juan Miranda me decía que tiene imágenes de esa noche…
Es en el minuto 7:10, cuando Octavio Paz ha dado por terminada la lectura del poema “Por la calle de Galeana”. La cámara que ha encuadrado al poeta, corta; a continuación vemos un plano fijo de una segunda cámara, que toma el centro del escenario, y casi de inmediato lo que enfoca una tercera, en brazos de un camarógrafo que se mueve entre el público: a la izquierda del cuadro aparecemos mi padre y yo. Aquel día, yo tenía 17 años recién cumplidos; mi padre, 46. No me impresiona tanto el que hayan pasado casi treinta y cinco años como el hecho de que él tuviera cinco menos que hoy yo.
Veo el video otra vez, para apreciar los detalles. Mi
padre, elegantísimo como siempre: nótese su corbata, el prendedor que fija los dos triángulos del cuello de la camisa; en sus dedos, dos anillos (¿por qué
le gustó desde siempre llevar anillos? ¿De dónde le vino esa costumbre, que hoy
conserva? Tema para un futuro post.) A
la derecha del cuadro, es decir a mano izquierda de mi padre, estoy yo, particularmente
serio y concentrado, como si no quisiera que nadie me sacara de un sueño. Mi postura
en la butaca ¿es incomodidad? ¿arrogancia? ¿nerviosismo? De lo que estoy seguro
es de que la intensidad del momento tiene tomado cada átomo de mi persona: no voy
a perderme nada de lo que ocurra en esa ocasión. Entiéndase: estoy hechizado
ante la presencia de mi héroe, Borges: nunca lo había visto en persona, nunca
lo volveré a ver.
En agosto de 1981 acabo de empezar el último año de la
preparatoria, en el CUM. Desde hace unos años sé con certeza que deseo
dedicarme a la literatura y en consecuencia escribo todo lo que puedo. Aun así,
no entraré a la carrera de Letras sino después de un paso fugaz y algo
extravagante por la Facultad de Derecho. Los maristas tienen algunas virtudes: aun
siendo religiosos, no son dogmáticos al respecto; gracias al razonable costo de
sus colegiaturas, la sociedad que habita sus aulas es felizmente variada y por
eso su educación resulta “democrática”, etc. Sin embargo, además de que su
escuela es sólo de hombres –cosa imperdonable–, no fomentan como deberían las vocaciones
humanísticas, con excepción de la que lleva a las odiosas Leyes. Para agosto de
1981, no lo dudo: escribo versos y pequeños diálogos teatrales y desde hace
unos meses hago circular entre los otros alumnos una pequeña publicación, en
todo incipiente y casera, en fotocopias engrapadas. En una palabra: ya soy
quien voy a ser. Y si hoy mismo no leo a Borges con la pasión y el fervor de entonces,
su huella se mantiene intacta en mí.
El poema que acabamos de escuchar en voz de Octavio Paz se refiere, entre otras cosas, a una casa en construcción y menciona a unos albañiles, lo que me proporciona la primera hipótesis: ¿será que me comenta algo al respecto, él, que es arquitecto?
¿O será para recordarme cuál es la calle de Galeana, en San Ángel? ¿O para hacerme notar, en fin, alguna singularidad en la expresión de Paz? Aun cuando el pequeño “metraje” es relativamente largo, seis segundos de pasado legítimo, en foco y a colores, resulta demasiado fugaz. Pasa demasiado deprisa: como el agua que corre.
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Gracias a mi amigo Alan Suárez por el envío del link que conduce al video completo de la
Noche de Poesía Internacional, de agosto de 1981 en la Sala Ollin Yolliztli. Aquí lo copio a mi vez: http://bit.ly/1nlozVE
Gracias también a Jonathan López Romo, quien editó el
video original para mostrar el minuto que me interesa reproducir en Siglo en la brisa: http://youtu.be/us4b_FtWDEE
Borges en la Sala Ollin Yoliztli (a la derecha, una página de la revista Viceversa ilustrada con una serie de fotos de Borges tomadas en México por Rogelio Cuéllar): http://bit.ly/1n26rgE
Otras entradas sobre Borges en Siglo en la brisa:
El gomero de la Plaza San Martín, http://bit.ly/12ON7aX
Más sobre Octavio Paz en este blog:
Paz en el velorio de Juan Rulfo, http://bit.ly/XJsi1s
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