En julio del año pasado entrevisté a Juan Almela sobre los años que trabajó para el Fondo de Cultura
Económica. La entrevista apareció al mes siguiente, en el número que la Gaceta publicó para celebrar a los
autores ligados a la institución que cumplieron 80 años en 2014, precisamente
las ocho décadas que ese año hizo la editorial, fundada en 1934. Quien quiera leer
completo aquel trabajo, puede asomarse al texto en línea (el link, al calce).
Esta vez me limito a
entresacar mis tres momentos preferidos de la entrevista: en el primero,
Deniz se refiere a la peor etapa de la historia del Fondo y recuerda lo que
opinaba un funcionario sobre los libros que no eran de tema
económico; en el segundo, el poeta relata la relación de amistad que mantuvo con un
pequeño ratón que asomaba de cuando a cuando a su cubículo; en el último, brevísimo,
recuerda una frase que solía decir Alí Chumacero, uno de los amigos que hizo
durante aquella época, cuando las mañanas de trabajo resultaban especialmente tediosas.
La etapa más ridícula de la historia
del Fondo
—¿Por qué te fuiste del Fondo la
primera vez?
—Salí a
mediados del año sesenta porque ya no soportaba un libro muy complicado de sicología,
pero que yo quería hacer bien. Estaba traducido con los pies, cosa muy normal
en los libros del Fondo en su primera versión, y le dije a Díez Canedo que si
me daba presupuesto para comprar una docena de libros y me dejaba un mes que
dedicase yo el tiempo de trabajo a estudiar esos libros, que podría revisarlo con
decoro. Pero como ése no es el plan de un negocio, pues entonces [ahí] se quedó
la cosa. No aguantaba yo aquel libro ininteligible, aunque no era de economía,
ya era pedagogía y complicadísimo, un libraco muy grande.
—¿Cómo se llamaba?
—Teorías del aprendizaje.
—¿De quién era?
—No me
acuerdo ya.
—Al final ¿se publicó?
—Sí, claro,
con todas las barbaridades.
—¿En qué año regresaste a trabajar
al Fondo?
—Regresé en
65 o algo así.
—¿Por qué regresaste?
—Porque
desapareció mi trabajo previo del Centro de Documentación. Logró su director
que lo aniquilaran y desapareció aquello, lo cual fue para mí un golpe terrible
del lado intelectual porque dejé de tener la revista científica a mi alcance,
que era mi alimento principal desde hacía ya años, y me quedé flotando un tanto
hasta que me llamó Alí Chumacero diciendo que cuándo volvía y tal.
Volví cuando
el Fondo entraba a la etapa más grotesca de su historia, que fue la que cubrió
el sexenio de Díaz Ordaz y en la cual tuvimos como director a don Salvador
Azuela, que convirtió a la editorial en una cosa verdaderamente de risa, que
daría para un libro entero, pero un libro cómico.
—¿Por qué fue tan negativa esa etapa?
—No, no fue
negativa, fue ridícula. Porque nadie, empezando por el director Azuela, hasta
el último… bueno, el último no porque seguían ahí los mismos, los que
sobrevivieron a las expulsiones en busca de comunistas, porque la idea que le
metieron en la cabeza a Azuela es que en el Fondo de Cultura no podías abrir un
cajón sin encontrar un lingote de oro de Moscú, lo cual era mentira porque
muchos defectos tenía Orfila, y soy el primero y aun el único a veces en
reconocerlos, pero en las cuentas el funcionamiento del Fondo era perfectamente
limpio. Azuela metió una cantidad ilimitada de achichincles, gente absurda, ex
burócratas, en fin, hasta que todo fue irse Díaz Ordaz del poder y rápidamente
se fue Azuela con todo su circo y nos pusieron a Carrillo Flores, Antonio, que
había sido Ministro de Hacienda y era una persona muy agradable de trato pero
tenía tantos compromisos, tantas obligaciones, desde la ONU hasta no sé qué, que
el Fondo entró en una etapa de semi-desintegración, con directores múltiples… Aquí
fue especialmente pernicioso un señor que metió creo que Carrillo Flores, si no
pues que la historia me corrija, pero era un señor Hegewisch que dividía los
libros en “de administración de empresa” y libros “para exquisitos”. Los “libros
para exquisitos” eran todo lo que fuese historia, ciencia, lo que fuera, y no
merecían mayor atención.
Amistad con el ratón
—¿Cómo es eso que contabas alguna
vez, que tenías un pequeño ratón en tu oficina del Fondo?
—En el
Fondo de Cultura de Avenida Universidad había enfrente, casi hasta el último
momento, una insondable extensión de basureros que llegaban casi hasta la Calzada
de Tlalpan, y ahí se criaban infinitas moscas. Entonces el deporte del Fondo
era matar moscas; todos teníamos matamoscas y era un placer, claro, el estar
leyendo unas aburridas pruebas de economía y decirse: “Cuando acabe esta galera
voy a matar moscas”. Hacíamos pilas luego, así como las hacía Tamerlán con
calaveras. Cuando se te calentaba la mano matando tus moscas te asomabas al
cubículo anexo y les decías: “¿No quieren que les mate…?”, y decían: “¡No!,
¡fuera!, ¡son nuestras moscas!”, y así. Y pues, bueno, entre los beneficiarios
de los cadáveres de moscas resultó estar un ratoncito que salía de una grieta
inverosímil, en el marco de la ventana que daba a Avenida Universidad, a un
piso de altura. Lo descubrí de repente. Vi que algo se movía y miré, sin
espantar a nadie, total era yo solo, era mi cuartito, y vi que salía un
ratoncito, se agarraba una mosca muerta, corría y se metía en la rendija. Pero
ya cultivándolo, poniéndole moscas apetitosas y todo, pues ya llegó el momento
en que podía yo invitar a algunos amigos estrechos a que vieran conmigo, sin
moverse, bien quietecitos y callados, cómo salía el ratoncito. Luego ya él
también extendió su interés al mundo exterior, y se apoyaba en el cristal, y
allá abajo, a cinco metros de las orejas del ratoncito, pasaban camiones,
trolebuses, gente, coches, de todo, y el ratoncito miraba, miraba, o si no
agarraba su mosca y se escondía.
Una anécdota de Alí
—¿Y cómo es la anécdota de Alí
Chumacero, cuando gritó la frase aquella a otros empleados del Fondo?
—Ah, no, ésa
era una de sus muletillas. Cuando cualquier mañana resultaba especialmente
fastidiosa, de trabajo pesado y aburrido, se iba asomando de puerta en puerta
diciendo: “Maestro, ¡mejor hubiéramos sido putas!”.
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El número
de la Gaceta del FCE de agosto de
2014 (“Cosecha 1934”) puede leerse en: http://bit.ly/11UxxRU
El
espléndido retrato de Alí Chumacero es de Laura Cohen; lo tomo prestado de su página en la red, http://photolauracohen.com/; el de Deniz que abre el post, es de Amaranta Chávez. El que lo muestra bebiendo una coca cola fue hecho en su cubículo del Fondo de Cultura Económica y forma parte de su archivo personal.
En los 80
años de Deniz, http://bit.ly/1sDZm8f
Más sobre
Almela / Deniz en este blog:
Sobre Red de agujeritos, http://bit.ly/12RrW9H
Noticias recientes, http://bit.ly/V95VkF
Cuadernos y dibujos infantiles, http://bit.ly/9dkSDa
Una entrevista de 1993, http://bit.ly/1oyaGVn
De visita en la Escuela Mexicana de Escritores, http://bit.ly/1nIVmm1
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