El
penúltimo sábado de 2014, poco antes de las cinco de la tarde, murió en la
ciudad de México el poeta y traductor Juan Almela, conocido ampliamente por el
seudónimo de Gerardo Deniz. Casi con toda seguridad el más importante estudioso
de Góngora de nuestros días, el español Antonio Carreira, lo trató, lo leyó con gran interés y acabó publicando un ensayo que, según la autorizada opinión de
David Huerta, es lo mejor que se ha escrito sobre el autor de Gatuperio.
Carreira redactó esta pequeña
nota necrológica que tuvo que pasar por el purgatorio de varias redacciones (al
menos dos periódicos españoles y una revista que se publica en México y
España), sin encontrar siquiera un lector capaz de entender la importancia de
quien acababa de morir ni la de quien reflexiona sobre esa
muerte. Tal como le prometí a su autor, la nota queda aquí recogida como una sólida prueba del entusiasmo que provocó Deniz en algunos lectores sensibles del país en el que
nació en 1934. (Una palabra sobre un nombre propio y dos de los libros que se
mencionan más abajo: Pablo Iglesias, abuelastro del poeta, fue el fundador de
Partido Socialista Español; la prosa reunida de Deniz, un volumen de casi mil
doscientas páginas que llevará el título de De marras, aparecerá este mismo año bajo el sello del Fondo de Cultura
Económica; por su parte, la Dirección General de Publicaciones de Conaculta
prepara ya la segunda edición de Visitas
guiadas, libro que se enriquecerá con un notable texto inédito.)
Gerardo DENIZ (Madrid, 1934-México,
DF, 2014)
Por Antonio Carreira
El pasado
20 de diciembre murió el poeta así conocido (es un decir), cuyo nombre real era
Juan Almela, y cuyo padre, homónimo, era a su vez hijo adoptivo de Pablo
Iglesias. Exiliado en Suiza desde 1936, en 1942 se asentó en México, de donde
no salió más que en 1992 para visitar España, invitado por su amigo Eduardo
Mateo. Tras estudiar diversas materias, se dedicó a corregir pruebas (“erratonero
de editorial”, se define en una ocasión) y traducir autores ilustres como Roman
Jakobson, Georges Dumézil y Claude Lévi-Strauss.
Deniz (nombre que en turco
significa “mar”), nada precoz como poeta, llamó la atención de Octavio Paz
desde sus primeros libros (Adrede,
1970, Gatuperio, 1978), y acabó por figurar
en la generación de poetas hispano-mexicanos, bien representados en la
antología Ecos del exilio que preparó
Bernard Sicot (2003): Tomás Segovia, García Ascot, Nuria Parés, Rodríguez-Chicharro,
Luis Rius, entre los desaparecidos; Ramón Xirau, Manuel Durán, Enrique de Rivas
(sobrino de Azaña), Angelina Muñiz y Francisca Perujo, entre los aún vivos. No
obstante, Deniz se distingue de ellos en que no se siente exiliado político en
ningún momento, estándolo de casi todo lo que ofrece el mundo actual; de hecho,
al exilio mismo dedicó un ensayo autobiográfico que parece escrito con vitriolo
(Paños menores, 2002). Sus aficiones
mayores fueron siempre la Química Orgánica, las lenguas raras (en especial las
caucásicas, vestigios del Indoeuropeo), la música clásica (en especial Brahms,
Prokófiev, Bartók) y los gatos. Sus bestias negras, Marx, Freud, Neruda… y José
Emilio Pacheco.
Entre los españoles, de otro librito no menos venenoso (Red de agujeritos, 2012), se desprende
que tampoco soportaba a Alberti, Aleixandre, Diego, Garfias, Guillén… Es decir,
que Deniz, literato malgré lui, es,
como Gaya, lector hipercrítico de poesía, y prefiere la música a la literatura.
Todo eso resulta visible en su obra crítica o narrativa, que pronto se recogerá
en volumen. Pero no menos en su obra en verso, por fortuna ya recopilada y con
título vasco bien expresivo: Erdera (México:
FCE, 2005). En efecto, “lengua extraña” designa bien lo que Deniz llamaba sus
poemoides o pseudopoemas, que, por decirlo en breve, son todo lo contrario de
la lírica que hoy se estila. Consciente de ello, y de su dificultad por haberlos
empedrado de referencias culturales a veces muy remotas, él mismo publicó unas Visitas guiadas (2000) donde aclara
muchas de ellas, no sin tomar el pelo al lector, según su costumbre. Si es
cierto que la ironía da frescura y perennidad al estilo, estamos ante un autor
que, entre irónico y cáustico, en prosa o verso, no deja títere con cabeza de
cuantos mitos se ha mantenido el siglo XX.
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La foto que abre este post es de Roberto Portillo. La que ilustra el obituario de Antonio Carreira, es de Amaranta Chávez. El retrato de Deniz y Octavio Paz es de Elsa Almela. En la imagen de la derecha, el niño Juan en Ginebra, Suiza, donde pasó la infancia entre 1936 y 1942. La foto pertenece al archivo de Deniz.
Más sobre
Deniz en este blog:
Sobre Red de agujeritos, http://bit.ly/12RrW9H
Noticias recientes, http://bit.ly/V95VkF
Una entrevista de 1993, http://bit.ly/1oyaGVn
Cuadernos y dibujos infantiles, http://bit.ly/9dkSDa
Deniz, lector (1), http://bit.ly/hs2IA1
Deniz, lector (2), http://bit.ly/ii4qxC
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