viernes, 4 de abril de 2014

Juan Almela en la EME


El 8 de febrero de 2012 Juan Almela pasó una tarde con los maestros y alumnos de la Escuela Mexicana de Escritores (EME). Afortunadamente alguien tomó la precaución de grabar el encuentro. Este post no es sino un pequeño fragmento de lo que el poeta dijo en aquella memorable ocasión. La conversación giraba en torno a sus recuerdos de Ginebra, ciudad en la que vivió cinco años cuando era niño antes de su llegada a México en el verano de 1942, y de ahí pasó a su formación escolar y su descubrimiento de la literatura.

Juan Almela: Una vez en México, mis padres, con una clarividencia seguramente casual pero maravillosa, fueron a inscribirme en una escuela [no española] para acabar el primer año de primaria… Fueron en agosto, o algo así, y los miraron con un poco de extrañeza, porque en aquel tiempo los cursos de primaria que hacían aquí en México comenzaban en febrero-marzo y acababan en octubre-noviembre. Entonces, eso de que llevaran a un niño en septiembre… pues les dijeron que no. Sin embargo yo, que había empezado mi primero, nunca lo acabé. Es la ocasión ahora de pedir disculpas porque mi preparación escolar, no digamos académica, que es fatal, mi preparación escolar es muy deficiente. 
Nunca hice la mitad del primero y, una vez aquí, cuando por fin me enchufé –que no me enchufaron– en una escuela, ya me metieron en tercero, yo que nunca hice segundo. El tercero y el cuarto de primaria estuve en una escuela mexicanísima, el Colegio de los Insurgentes, que ya no existe. Y ahí es donde esa presencia de mis padres se manifestó, porque no me metieron de buenas a primeras al llegar en las escuelas españolas, y hasta republicanas españolas, que ya había en México. Porque la mayoría de los refugiados son llegados a Veracruz en el treinta y nueve, y yo llegué a mediados del cuarenta y dos. Total, me metieron a una escuela archimexicana, y empezó mi salvación, o sea, mi deshispanización. Y aunque luego desapareció el Colegio de los Insurgentes y me pasaron, ahora sí, a una escuela española, el Instituto Luis Vives –que creo que todavía existe–, pues ya estaba yo vacunado contra España. Y, además, en mi quinto, ya recién entrado en el Vives, fui una semana a la escuela española y me caí de la azotea, así que ya no hubo de piña hasta fin de año, porque tenía que caminar yo cada tarde un poquito más [como parte de su recuperación, después de la caída], y tal y cual, y así se me pasó el año. En resumen, prácticamente tampoco hice el quinto de primaria, lo cual tiene una implicación espantosa porque ése era el año de la regla de tres, y yo no sé cómo pasé, aunque pasé…. Luego la regla de tres me persiguió hasta en secundaria, porque nunca la había aprendido, la tuve que ir deduciendo yo. Entonces, sí estuve en el colegio español el sexto y los tres años de secundaria como es debido. En aquel tiempo eran tres años de secundaria y dos de preparatoria. 
La secundaria fue la normalidad, pero en preparatoria empecé a descubrir la posibilidad de no ir a la escuela, y cada vez dediqué más tiempo a pasearme por Chapultepec. Un paseo muy fecundo, porque iba yo descubriendo lo que me interesaba, y no en las clases de escolares. Total, hice incompleto, digámoslo así, el primero de prepa, y el segundo ya no existió nunca; lo pasé a título de suficiencia. Así que todavía tuve un año de por medio para entrar en la UNAM, asistir una semana… y no volver más. Porque aquella semana [en la Universidad] fue catastrófica, de tedio y de fastidio. En fin. Aparte de que, no es por presumir, pero lo que enseñaban en la escuela, en la de Ciencias Químicas, era lo que había yo estudiado en paseos por Chapultepec desde hacía varios años atrás. O sea que ahí quedó mi academia, mi escuela, llena de agujeros. Por lo tanto, pues es evidente que gran parte de la existencia humana es para mí un libro cerrado porque nunca tomé esas clases.
FF: ¿Cómo se produjo tu encuentro con la literatura?
JA: ¡Ah, sí! Fue gracias a los profesores del Vives, en secundaria, a partir de tercero de secundaria. Era cuando se llevaba ya literatura española, y luego en el primero de prepa… ya no me acuerdo bien, creo que era literatura universal. Pues bien, el maestro de literatura española del tercero de secundaria y la maestra de literatura universal lograron convencerme de que la literatura era algo repugnante. Entonces, salí limpio de literatura de mi incompleta carrera escolar. Hasta el año cincuenta y tres… Sí, cincuenta y tres, en que descubrí por azar un par de poemas de Octavio Paz. De sus tiempos remotísimos, claro. Estoy hablando del año cincuenta y tres, o sea, cosas de Paz escritas en los cuarenta, y hasta antes. Y me impresionó. Me dije “Caray, esto de la literatura puede no ser tan repugnante”. Bueno, yo leía muchísimo, pero, claro, lo lógico: novelas de Julio Verne, de Salgari, de Wells. Eso sí, pero de poesía… ésta me la descubrió Octavio Paz por azar. Luego, todavía la impresión fue grande para mí: leer aquel par de poemas no en un libro, sino en un periodiquillo cultural, de esos de por millones, de hoja de cultura de la SEP o de noticiero cultural de… 
En fin. Ahí los encontré, los leí. Y todavía tardé dos años, en una tarde sentimentalmente muy amarga, cuando me dije “Bueno, pues vamos a ver si este señor Paz ha escrito algo más”. Fui a las librerías y en todas partes estaba agotado todo lo de Paz. Hasta que encontré milagrosamente en la Librería de Cristal de la Alameda, del centro, que ahora ya no existe, dos libritos de Paz, ¿Águila o sol? y Libertad bajo palabra, primera edición. Las ediciones siguientes y hasta la actual guardan un remoto olorcillo de aquella edición. Entonces sí, esa noche, aparte de aliviarme un poco mis congojas personales, me leí los dos libritos y me lancé al océano sin límites de la literatura… No, con muchos límites. Y, por ejemplo, novelas, digo, pues de lo que traté de leer… Me propuse en mi último esfuerzo –allá, unos dos años después–, sí, me propuse hojear… y dejar a la mitad un montón de cosas porque no podía yo con aquello. Aún así, me horripila recordar algunas cosas que leí completas: que si un libro de Faulkner, que si un libro de Thomas Mann, que si un tomo de Proust, cosas verdaderamente espantosas. Me di cuenta de que ahí sí no… Entonces, por eso no he vuelto, no vuelvo casi nunca a las novelas. Y no he de volver. Si he de descubrir algo, es por casualidad, y ya es menos probable esa casualidad, así que mi conocimiento de la literatura en prosa es nulo realmente. Ahora bien, en poesía me puse a leer todo lo que encontraba. Claro, la mayor parte de las cosas me resultaban bastante malas. Me parecía… ¡Ah, bueno! Empecé otra cosa mucho más grave, que fue a empezar a escribir yo. Lo que pasa es que prudentemente durante unos diez años no publiqué nada, y, además, es porque todo lo tiraba a la basura después de releerlo varias veces. Entonces, leí de poesía algunas cosas que resultaron clave. 
Títulos de autores clave fueron, desde luego, de Eliot. Sí, Eliot fue esencial. Luego, Saint-John Perse. Y españoles, Góngora, que me entusiasmó. Encontré, una tarde, una edición que estaba en la Librería de Cristal, pero la de la calle de Niza. Estaba en el aparador las Soledades, edición de Dámaso Alonso; entré y lo compré. Y la pasé de maravilla en mi casa con la versión y el análisis de Dámaso. Fue una felicidad con Góngora, lo cual me atrasó en otros autores españoles… Una cosa que yo recordaba era que el maestro de literatura de tercero de secundaria había mencionado a Fulano y a Mengano, pero era tan insufrible aquello que me repelió, lo siento, y tuve que redescubrirlo yo solo. Y así fue, afortunadamente. Y luego, poquito a poquito he llenado algunos agujeros de la literatura poética española. Y he descubierto de todo. Hasta el Siglo de Oro, en realidad. Más allá, lo único de poesía que conocí desde mi más tierna infancia en español fueron las fábulas de Samaniego y de Iriarte, porque mi padre se las sabía de memoria y me las enchufaba desde que tenía yo cuatro años, y me las explicaba y todo. Son parte de mi bagaje cultural básico las fábulas de Iriarte y de Samaniego, que todavía las releo… cuando podía releer, hasta hace un par de años. Y descubrí, entonces, poco a poco, a algunos otros extranjeros, de los cuales el hallazgo máximo, y sigue siéndolo, fue Dante. Eso fue gracias a que supe que Eliot lo admiraba tanto. Entonces, dije “Bueno, vamos a ver. Tanto epígrafe, tantas citas de Dante, vamos a ver”. Fui y me compré una Divina comedia, ¡y gran hallazgo! 
Desde entonces sigue siendo una de mis pasturas intelectuales. Ahora ya no, porque tendrían que leérmelo, y así no es chiste. Además, mi padre, que sabía muy bien italiano, pero que como buen español no soportaba a Dante… Hay una historia célebre, muy citada, no sé de quién, pero trata de un profesor de literatura universal, español, que tenía que dar su curso sobre las glorias literarias de Occidente. Y así lo hacía, con gran éxito. Pero cuando estaba ya en articulo mortis el maestro, con todos los discípulos alrededor de él escuchando a ver qué confesión última soltaba, de pronto, el maestro abrió los ojos y dijo “Me jode el Dante”, y se murió. Es la actitud española típica hacia Dante, no sé por qué. Hay algunos raros españoles que aprecian a Dante, como yo, que de español tengo… pues, varias cosas, el idioma, por ejemplo, pero nada más. No soy un español prototípico en ninguno sentido.
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Los retratos de Juan Almela que ilustran este post son de Amaranta Chávez y Juan Miranda, en ese orden, y fueron tomados en el Salón de los Espejos de la Escuela Mexicana de Escritores el 8 de febrero de 2012. El resto de las fotos pertenecen al archivo del poeta; en la primera de ellas, puede verse al niño Juan Almela Castell delante del lago Léman, en Ginebra; en otra de la serie, con su padre, Juan Almela Meliá, caminando por las calles del centro de la ciudad de México. La foto con Octavio Paz fue tomada por Elsa Almela Rodríguez.

La grabación de la plática de Deniz en la EME me fue facilitada por Eduardo Parra Ramírez. La transcripción es de Luz de Lourdes García Ortiz.

Más sobre la EME en este blog:
El día que Amparo Dávila visitó la escuela, http://bit.ly/1hn63a4

Juan Almela / Gerardo Deniz en Siglo en la brisa:
Sobre Red de agujeritos, http://bit.ly/12RrW9H
Noticias recientes, http://bit.ly/V95VkF
Cuadernos y dibujos infantiles, http://bit.ly/9dkSDa
Deniz, lector (1), http://bit.ly/hs2IA1
Deniz, lector (2), http://bit.ly/ii4qxC
Una entrevista de 1993, http://bit.ly/1oyaGVn

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