He olvidado en dónde leí hace apenas unos días que Cervantes perdió una mano y que por esa
razón era conocido como El Manco de Lepanto. Lo que recuerdo con detalle es el pasaje en el que Jean Canavaggio, el autor de una extraordinaria biografía del
autor del Quijote, cuenta
lo que sucedió en realidad. No he dado con la biografía en la red pero sí en
cambio con otra, más esquemática y puesta al día, en la
que el mismo hispanista francés cuenta una vez más la vida del grandísimo
escritor español.
La idea de este post
es reproducir ese pasaje de la vida de Cervantes (por cierto, tomado de la Biblioteca
Virtual que lleva su nombre) para conocimiento de quienes siguen Siglo en la brisa. Como se verá más
abajo, el célebre episodio de Lepanto está suspendido entre dos momentos
cruciales de su vida: su primera publicación y el inicio del cautiverio que lo
retuvo durante cinco años y un mes en Argel. Si el propio don Miguel hablaba de
su manquedad, se refería a algo ligeramente distinto a lo que entendemos por esa palabra.
Lepanto
Por Jean Canavaggio
El mismo
año en que esta relación sale de las prensas (1), Cervantes se va a Roma:
partida repentina, ocasionada tal vez, si hemos de dar fe a una provisión real
encontrada en el siglo XIX en el Archivo de Simancas, por un duelo en el que
resultó herido Antonio de Sigura, un maestro de obras que pasaría más tarde a
ocupar el cargo de intendente de las construcciones reales. A juzgar por el
contenido del documento, el culpable –un tal Miguel de Cervantes, estudiante–
había huido a Sevilla y era condenado en rebeldía a que le cortaran
públicamente la mano derecha y a ser desterrado del reino por diez años. Fuese
o no autor de dicha herida, Miguel, quizá recomendado por uno de sus parientes
lejanos, el cardenal Gaspar de Cervantes y Gaete, pasa unos meses en Roma, al
servicio del joven cardenal Acquaviva, como se infiere de sus posteriores
confidencias a Ascanio Colonna, en la dedicatoria a La Galatea.
Pero pronto
abraza la carrera de las armas, en una fecha incierta, aunque parece situarse
en el verano de 1571, alistándose en la compañía de Diego de Urbina, en la que
ya militaba su hermano Rodrigo. Esta determinación, tomada en el momento en que
la Armada de la Santa Liga, a las órdenes de don Juan de Austria, va a hacer
frente a la amenaza turca, acrecentada por la conquista de Chipre, le lleva a
embarcarse en la galera Marquesa, llegando a combatir –“muy
valientemente”, al decir de sus compañeros– en la batalla de Lepanto. En esta
circunstancia, a pesar de padecer calentura, se niega a “meterse
so cubierta”, ya que “más quería morir peleando por Dios e
por su rey”; y, en el puesto de combate que se le asigna –el lugar del esquife–,
situado en la popa del navío y particularmente peligroso, recibe dos disparos
de arcabuz en el pecho, en tanto que un tercero le hace perder el uso de la
mano izquierda; de ahí el sobrenombre que le daría la posteridad: “El manco de
Lepanto”. Él mismo evocaría, orgulloso contra Avellaneda, el suceso en el
prólogo al Quijote de 1615:
Una vez
recuperado de sus heridas en Mesina, Cervantes toma parte en las acciones
militares llevadas con desigual fortuna, en 1572 y 1573, por don Juan de
Austria en Navarino, Corfú y Túnez. Profundamente marcado por sus años de
Italia, donde transcurre parte de la acción de varias de sus novelas (Curioso
impertinente, Licenciado Vidriera, Persiles y
Sigismunda, etc.), parece haber conservado especial recuerdo de los meses
pasados en Nápoles: allí se le supone introducido en varios círculos
literarios, llegando tal vez a conocer al pensador antiescólastico Bernardino
Telesio, metamorfoseado, en La Galatea, en la noble y ambigua
figura del sacerdote Telesio:
Finalmente,
decide regresar a España para conseguir el premio de sus servicios, con cartas
de recomendación de don Juan y del duque de Sessa. El 26 de septiembre de 1575,
la galera El Sol, en la que había embarcado tres semanas antes, cae
en manos del corsario Arnaut Mamí, no en las inmediaciones de las Tres Marías,
como se pensó hasta hace poco, sino, como ha demostrado Juan Bautista Avalle
Arce, a la altura de las costas catalanas, no lejos de Cadaqués.
(1) Canavaggio
se refiere a la Relación de que habla
en el último párrafo del capítulo anterior, y que reproduzco por ser de enorme
interés literario:
“Tres años
después, Cervantes inicia su carrera de escritor con cuatro composiciones
poéticas incluidas por su maestro, el humanista Juan de López de Hoyos, rector
del Estudio de la Villa, en la Relación oficial que se publica
con motivo de la muerte de la reina Isabel de Valois. En ella el editor le
llama ‘caro y amado discípulo’, sin que esta breve mención
nos permita apreciar el grado de estudios alcanzado por un muchacho que no
llegó a matricularse en ninguna Universidad, recibiendo, en el siglo XVIII, el
calificativo, a todas luces inexacto, de ‘ingenio lego’”.
________________________
Texto tomado de Cervantes en su vivir de Jean Canavaggio: http://bit.ly/1kaLL5M
El retrato
de Canavaggio, autor de la biografía Cervantes (Espasa Calpe, colección Austral, 2003) es de Agustín Cacho y lo tomo prestado de El País, http://bit.ly/1n0b8tL
El conocidísimo grabado reproducido arriba de estas líneas es de Gustave Doré.
Más sobre
literatura clásica en este blog:
Catulo y la
palabra “beso”, http://bit.ly/1epZHZS
Epístola de
Horacio, http://bit.ly/1kaOU5D
Versos
marinos del Capitán Aldana, http://bit.ly/1qB7oMH
Menéndez
Pelayo habla de Stendhal, http://bit.ly/1gdr9VG
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