Hace unas semanas, cuando escribí en este espacio que un texto mío sobre López Velarde publicado en Nexos
no estaba en la red, una amiga me hizo ver que esa revista —que
en el tiempo de mis colaboraciones dirigía el poeta Luis Miguel Aguilar— acababa
de poner todos sus números en línea.
Cuando fui a comprobarlo, me encontré con otros
cuatro artículos que también publiqué en sus páginas por esas mismas épocas, y que había olvidado completamente: acercamientos críticos a las obras de David Huerta
y Fabio Morábito, y reseñas de las antologías El
manantial latente (de poesía mexicana) y La lógica de Orfeo (de poesía española). Para los interesados en
echar un ojo a alguno de esos textos, copio los enlaces al final de este post. Antes, reproduzco el último
de ellos: se trata de una reflexión sobre la poesía española de entresiglos a partir de una
selección de jóvenes poetas hecha por Luis Antonio de Villena y editada por Visor.
Si alguien opinara con toda la razón que España ha dejado atrás la
época de “bienestar y superávit” a la que yo me refería en 2004, la reflexión literaria no parece haber perdido pertinencia ahora que el premio Cervantes ha sido otorgado a José
Manuel Caballero Bonald, uno los poetas más representativos de la influyente generación de
1950.
De abundancias
uniforme (sobre La lógica de Orfeo,
antología de Luis Antonio de Villena)
La poesía española contemporánea da la impresión de vivir
una suerte de Siglo de Oro al revés: abundan las editoriales que publican
poesía, los premios literarios y los poetas, pero una parte significativa de
ellos, y me refiero a aquellos de los que se habla, los que ganan premios y
publican las editoriales prestigiosas, parecen empeñados en interpretar unas
pocas notas similares de un modo prácticamente igual. También abundan las
antologías.
Por la naturaleza de su prólogo, la que ha publicado recientemente
Luis Antonio de Villena bajo el título de La lógica de Orfeo nos permite echar
un vistazo a las posturas generales de una discusión sobre el estado de la
poesía española en la que él mismo ha tomado parte activamente.
Después de explicar una disputa que ha enfrentado a una
tendencia llamada “de la experiencia”, o lógica, o figurativa según la
expresión de José Luis García Martín, y otra irracional, de la conciencia o metafísica,
Villena señala que algunos jóvenes están explorando ya no una u otra sino el
territorio que queda entre ellas, tomando de cada una los elementos que más
convienen a sus intereses particulares. Si en el título de su libro, dice,
impera la idea del “orfismo”, es sólo para dar preeminencia, entre esos dos
tipos de poesía, al que ha sido menos “escuchado” durante los últimos años.
Pero en estos 18 poetas, nacidos a partir de 1965, y también
en el fondo del que Villena los destaca, hay una uniformidad mucho más evidente
que cualquiera de sus diferencias, que la crítica española no siempre parece
advertir. De entrada, una mayoría aplastante escribe sobre el eje
hepta-endecasilábico prácticamente sin ofrecer variación. Sin embargo, no se
crea que se vive la vuelta a las formas clásicas que tal uso parecería
anunciar: se trata de versos métricos pero la mayoría de las veces sueltos,
combinados entre sí, a manera de pequeñas silvas; nada de regularidades
formales que vayan más allá.
Y es que la lista de recursos de que se echa mano no es
precisamente rica: pocas veces en la poesía española debe haberse recurrido a
menos tropos; no suele haber metáforas ni imágenes demasiado complicadas; la
búsqueda formal ha sido casi suprimida; la rima casi siempre se elude; pocas
veces se intenta el encabalgamiento sorpresivo. Hay una renuncia a la parte más
rica del lenguaje, a sus valores más expresivos, aquello que puede comunicar
con sólo ser sonido, más allá y más acá de su sentido original.
Esta poesía tiene su principal asidero, más que en el
lenguaje, en el pensamiento; más que en las sensaciones, en las ideas; mucho
más en el cálculo que en la libre imaginación. Pero un cálculo, unas ideas, un
pensamiento sin el bullir de la inteligencia en libertad: por eso suele carecer
de sentido del humor y casi nada tiene de gracia, siquiera en el sentido lato
del término. Destaca sobre los demás quien logra la maestría sobre tan parcos
elementos: no se crea que la mayoría de estos poetas, por carecer de curiosidad
verbal o noción de rebeldía siquiera lingüística, dejan de aspirar a la
perfección.
Villena mismo, lector inquieto y curioso, entusiasta de
tradiciones más allá de la española, ha advertido de esta situación, pero su
periódica reseña de la poesía de su país da cuenta, más que de cambios
significativos, de su genuino interés por que empiecen a suscitarse. Éste es
por lo menos su segundo trabajo antológico dedicado a señalar pequeñas
diferencias y “rupturas” dentro de esa tendencia de tal suerte socorrida que ha
sido llamada, además del discutido “de la experiencia”, “gusto imperante” y
hasta “corriente hegemónica”. En el prólogo de su anterior 10 menos 30, editada por Pre-textos, ya hablaba de clichés y
epigonismo, sugería que el sentido de la novedad necesitaba recobrar su lugar
como parte de la tradición y llamaba a la revisión de ésta, al menos la que
cada uno pretendía suscribir. Entonces reunía a poetas que aunque formaban parte
de la tendencia mayoritaria hacían algo por desmarcarse y proponer algo nuevo,
exactamente como en términos generales hace La lógica de Orfeo. Pero ésta, como
aquélla, reúne divergencias que vistas en perspectiva no parecen sino
discusiones de familia que adquieren significado sólo dentro de una específica domesticidad.
¿Cuáles son las razones del estancamiento? ¿Resaca de la
experiencia vanguardista? ¿Agotamiento de la influencia de Cernuda o Gil de
Biedma, a quienes se ha leído hasta el cansancio? ¿Amodorramiento debido al
ascendente de la generación del 50 (la de Caballero Bonald, Ángel González,
José Agustín Goytisolo o José Hierro), cuya herencia, comparativamente modesta,
se ha tendido a magnificar? Lo más probable es que sea una mezcla de todo:
España vive un extremo de su recorrido pendular sobre su propia tradición. Y
como decía Villena, lo que necesita es una relectura, una revisión sincera y
rigurosa de su pasado poético.
¿Se parece la poesía española contemporánea a la España de
hoy? La especie de Siglo de Oro a que aludía parece vivirse también en la
confusión de su sociedad actual. Hija de la superabundancia, hay una crisis
pero de signo contrario: los españoles viven hechizados por el bienestar y el
superávit. ¿Se identifican su autocomplacencia y su poesía? La que se publica y
premia, aquélla de la que la crítica habla en términos elogiosos y la que vemos
en los escaparates no parece contradecir esa posibilidad.
(Texto aparecido en el número de marzo de 2004 de la revista
Nexos).
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Mis colaboraciones en Nexos:
“Lo fácil y lo
difícil de un manantial latente” (sobre la antología de poesía El manantial latente, de Hernán Bravo y
Ernesto Lumbreras), Nexos, octubre de
2003, http://bit.ly/Z1wtHp
“El convidado de lava” (sobre Fabio Morábito), Nexos, diciembre de 2003, http://bit.ly/UooTyL
“Cuando el mundo era un sitio inhabitable” (sobre David
Huerta, que aparece en la espléndida foto a la derecha de estas líneas, y de la que ignoro la autoría), Nexos, enero de 2004, http://bit.ly/VHY6oa
“La maestra del mundo” (sobre dos ediciones celestinescas y
una curiosidad velardiana), Nexos,
marzo de 2005, http://bit.ly/UooKLF
Las fotos de árboles en invierno pertenecen a la página "Valladolid, rutas y paisajes", de donde las he tomado en préstamo. El retrato de Villena la copio de http://bit.ly/120xM9q; la de Caballero Bonald es de Gorka Lejarcegi y la tomo de http://bit.ly/SPGx2m.
Más sobre poesía española del siglo XX en este blog:
Luis Cernuda según José Luis García Martín, http://bit.ly/U6y6gl
Un poema de Ángel González, http://bit.ly/SJ1FGb
Biógrafo de Cernuda, http://bit.ly/VXqfnp
Fonollosa, http://bit.ly/SNtIEE
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