domingo, 9 de diciembre de 2012

Un vistazo a la poesía española de entresiglos


Hace unas semanas, cuando escribí en este espacio que un texto mío sobre López Velarde publicado en Nexos no estaba en la red, una amiga me hizo ver que esa revista —que en el tiempo de mis colaboraciones dirigía el poeta Luis Miguel Aguilar— acababa de poner todos sus números en línea. 
Cuando fui a comprobarlo, me encontré con otros cuatro artículos que también publiqué en sus páginas por esas mismas épocas, y que había olvidado completamente: acercamientos críticos a las obras de David Huerta y Fabio Morábito, y reseñas de las antologías El manantial latente (de poesía mexicana) y La lógica de Orfeo (de poesía española). Para los interesados en echar un ojo a alguno de esos textos, copio los enlaces al final de este post. Antes, reproduzco el último de ellos: se trata de una reflexión sobre la poesía española de entresiglos a partir de una selección de jóvenes poetas hecha por Luis Antonio de Villena y editada por Visor. Si alguien opinara con toda la razón que España ha dejado atrás la época de “bienestar y superávit” a la que yo me refería en 2004, la reflexión literaria no parece haber perdido pertinencia ahora que el premio Cervantes ha sido otorgado a José Manuel Caballero Bonald, uno los poetas más representativos de la influyente generación de 1950.

De abundancias uniforme (sobre La lógica de Orfeo, antología de Luis Antonio de Villena)
La poesía española contemporánea da la impresión de vivir una suerte de Siglo de Oro al revés: abundan las editoriales que publican poesía, los premios literarios y los poetas, pero una parte significativa de ellos, y me refiero a aquellos de los que se habla, los que ganan premios y publican las editoriales prestigiosas, parecen empeñados en interpretar unas pocas notas similares de un modo prácticamente igual. También abundan las antologías. 
Por la naturaleza de su prólogo, la que ha publicado recientemente Luis Antonio de Villena bajo el título de La lógica de Orfeo nos permite echar un vistazo a las posturas generales de una discusión sobre el estado de la poesía española en la que él mismo ha tomado parte activamente.
Después de explicar una disputa que ha enfrentado a una tendencia llamada “de la experiencia”, o lógica, o figurativa según la expresión de José Luis García Martín, y otra irracional, de la conciencia o metafísica, Villena señala que algunos jóvenes están explorando ya no una u otra sino el territorio que queda entre ellas, tomando de cada una los elementos que más convienen a sus intereses particulares. Si en el título de su libro, dice, impera la idea del “orfismo”, es sólo para dar preeminencia, entre esos dos tipos de poesía, al que ha sido menos “escuchado” durante los últimos años.
Pero en estos 18 poetas, nacidos a partir de 1965, y también en el fondo del que Villena los destaca, hay una uniformidad mucho más evidente que cualquiera de sus diferencias, que la crítica española no siempre parece advertir. De entrada, una mayoría aplastante escribe sobre el eje hepta-endecasilábico prácticamente sin ofrecer variación. Sin embargo, no se crea que se vive la vuelta a las formas clásicas que tal uso parecería anunciar: se trata de versos métricos pero la mayoría de las veces sueltos, combinados entre sí, a manera de pequeñas silvas; nada de regularidades formales que vayan más allá.
Y es que la lista de recursos de que se echa mano no es precisamente rica: pocas veces en la poesía española debe haberse recurrido a menos tropos; no suele haber metáforas ni imágenes demasiado complicadas; la búsqueda formal ha sido casi suprimida; la rima casi siempre se elude; pocas veces se intenta el encabalgamiento sorpresivo. Hay una renuncia a la parte más rica del lenguaje, a sus valores más expresivos, aquello que puede comunicar con sólo ser sonido, más allá y más acá de su sentido original.
Esta poesía tiene su principal asidero, más que en el lenguaje, en el pensamiento; más que en las sensaciones, en las ideas; mucho más en el cálculo que en la libre imaginación. Pero un cálculo, unas ideas, un pensamiento sin el bullir de la inteligencia en libertad: por eso suele carecer de sentido del humor y casi nada tiene de gracia, siquiera en el sentido lato del término. Destaca sobre los demás quien logra la maestría sobre tan parcos elementos: no se crea que la mayoría de estos poetas, por carecer de curiosidad verbal o noción de rebeldía siquiera lingüística, dejan de aspirar a la perfección.
Villena mismo, lector inquieto y curioso, entusiasta de tradiciones más allá de la española, ha advertido de esta situación, pero su periódica reseña de la poesía de su país da cuenta, más que de cambios significativos, de su genuino interés por que empiecen a suscitarse. Éste es por lo menos su segundo trabajo antológico dedicado a señalar pequeñas diferencias y “rupturas” dentro de esa tendencia de tal suerte socorrida que ha sido llamada, además del discutido “de la experiencia”, “gusto imperante” y hasta “corriente hegemónica”. En el prólogo de su anterior 10 menos 30, editada por Pre-textos, ya hablaba de clichés y epigonismo, sugería que el sentido de la novedad necesitaba recobrar su lugar como parte de la tradición y llamaba a la revisión de ésta, al menos la que cada uno pretendía suscribir. Entonces reunía a poetas que aunque formaban parte de la tendencia mayoritaria hacían algo por desmarcarse y proponer algo nuevo, exactamente como en términos generales hace La lógica de Orfeo. Pero ésta, como aquélla, reúne divergencias que vistas en perspectiva no parecen sino discusiones de familia que adquieren significado sólo dentro de una específica domesticidad.
¿Cuáles son las razones del estancamiento? ¿Resaca de la experiencia vanguardista? ¿Agotamiento de la influencia de Cernuda o Gil de Biedma, a quienes se ha leído hasta el cansancio? ¿Amodorramiento debido al ascendente de la generación del 50 (la de Caballero Bonald, Ángel González, José Agustín Goytisolo o José Hierro), cuya herencia, comparativamente modesta, se ha tendido a magnificar? Lo más probable es que sea una mezcla de todo: España vive un extremo de su recorrido pendular sobre su propia tradición. Y como decía Villena, lo que necesita es una relectura, una revisión sincera y rigurosa de su pasado poético.
¿Se parece la poesía española contemporánea a la España de hoy? La especie de Siglo de Oro a que aludía parece vivirse también en la confusión de su sociedad actual. Hija de la superabundancia, hay una crisis pero de signo contrario: los españoles viven hechizados por el bienestar y el superávit. ¿Se identifican su autocomplacencia y su poesía? La que se publica y premia, aquélla de la que la crítica habla en términos elogiosos y la que vemos en los escaparates no parece contradecir esa posibilidad.

(Texto aparecido en el número de marzo de 2004 de la revista Nexos).
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Mis colaboraciones en Nexos:
 “Lo fácil y lo difícil de un manantial latente” (sobre la antología de poesía El manantial latente, de Hernán Bravo y Ernesto Lumbreras), Nexos, octubre de 2003, http://bit.ly/Z1wtHp
“El convidado de lava” (sobre Fabio Morábito), Nexos, diciembre de 2003, http://bit.ly/UooTyL
“Cuando el mundo era un sitio inhabitable” (sobre David Huerta, que aparece en la espléndida foto a la derecha de estas líneas, y de la que ignoro la autoría), Nexos, enero de 2004, http://bit.ly/VHY6oa
“La maestra del mundo” (sobre dos ediciones celestinescas y una curiosidad velardiana), Nexos, marzo de 2005, http://bit.ly/UooKLF

Las fotos de árboles en invierno pertenecen a la página "Valladolid, rutas y paisajes", de donde las he tomado en préstamo. El retrato de Villena la copio de http://bit.ly/120xM9q; la de Caballero Bonald es de Gorka Lejarcegi y la tomo de http://bit.ly/SPGx2m.

Más sobre poesía española del siglo XX en este blog:
Luis Cernuda según José Luis García Martín, http://bit.ly/U6y6gl
Un poema de Ángel González, http://bit.ly/SJ1FGb
Biógrafo de Cernuda, http://bit.ly/VXqfnp

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