viernes, 6 de enero de 2017

Como al agua el hielo

Tal como escribí en el prólogo a La Gatomaquia de La Dïéresis, mi edición preferida del poema de Lope de Vega, de las cuatro o cinco que conozco, es la que publicó el cervantista español Francisco Rodríguez Marín en 1934, justo a tiempo para conmemorar los trescientos años de la muerte del gran poeta y dramaturgo madrileño.
Francisco Rodríguez Marín (1855-1943), al final de su vida. Entre otras muchas cosas, fue director de la Real Academia de la Lengua. Foto: internet.
Antes que describir nuevamente las virtudes de tan gozosa edición, de la que todavía alcancé a conseguir un ejemplar (en la red, por cierto, por sólo 20 euros y en perfecto estado: intonso, intacto), deseo referirme a un detalle que dejé apenas esbozando en mi texto y que me sigue pareciendo muy chistoso. 
Extraordinario comentarista del poema, entre otras cosas porque sabía de gatos, Rodríguez Marín tropieza con un pasaje de La Gatomaquia que hizo también tropezar a uno de conocedores que lo antecedieron en el comentario del poema.
La Gatomaquia, edición La Dïéresis. Foto: La Dïéresis.
En su descripción del jugueteo del gato Marramaquiz con un ratón, Lope dice que, así como lo dejaba huir de sus garras, volvía a atraparlo (ojo al último verso):

Ya con veloz corrida
daba esperanza vana
al mísero animal; ya le volvía;
ya le arrojaba en alto,
mojado de temor, de aliento falto,
y en medio del camino le cogía,
como quien tira al vuelo,
diciendo ‘Tente’, como al agua el hielo.

(Copio a continuación lo que publiqué en la edición de la Dïéresis:) El significado de este último verso escapó a los primeros comentaristas: a Quintana, primero, que intentó entenderlo cambiando “al agua” por “el agua”, con lo que sólo consiguió oscurecerlo, y a Rodríguez Marín después, que escribió que no acertaba a dar con su sentido ni siquiera leyéndolo como había hecho su antecesor. Y resulta ser una imagen especialmente sorprendente, que comprendió, antes que yo, quien tuvo en las manos el ejemplar de la edición de don Francisco con la que trabajo, porque escribió en el margen de la página donde aparecen esos versos, a lápiz y buena letra, lo que para Celina Sabor de Cortazar [responsable de la edición del poema de Castalia] ya estaba claro: “Sí, porque, congelada, el agua se detiene”.
Como se va viendo, el propósito de este post no es otro que publicar una fotografía de la anotación de aquel lector anónimo que pasó antes que yo por el ejemplar de la Biblioteca Bonifaz Nuño del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Aquí otra vez:
Aprovecho para dar las gracias a mi querido amigo Fernando Rodríguez Guerra, descendiente indudable de las calidades de pensamiento, conocimiento de la poesía clásica y amores felinos de don Francisco, por las facilidades brindadas para la consulta del ejemplar que custodia la UNAM.

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Más sobre La Gatomaquia de La Dïéresis en Siglo en la brisahttp://bit.ly/2jjFgVY



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