domingo, 8 de mayo de 2011

Nuevas muestras botánicas

Recojo las muestras de temporada en temporada y sin ninguna constancia, cuando me acuerdo y ando de vena, o si me llama la atención algún individuo específico colocado en el lugar por el que voy pasando. Cada vez con menos frecuencia sé a qué especie pertenecen, lo que se agrava si me interno en tierra caliente o me veo rodeado de coníferas, en cuyo caso escucho con escepticismo los informes a veces fantasiosos de quien esté más cerca.
Ha pasado tiempo bastante desde que puse a secar las últimas hojas en un ejemplar de Tierra Adentro y me dispongo a pegarlas en mi cuaderno botánico; un momento antes, hago los honores a un puñado de ellas sacándoles unas fotos para compartir con los lectores de Siglo en la brisa
Entre las páginas de la revista se coló una semilla de jacaranda, atrapada al vuelo la mañana de un sábado que pasé junto a una alberca en la casa de un amigo en Oacalco: su dibujo acorazonado me recuerda el de una gorda que, quizás como un incentivo para la fecundidad, se inclina hacia delante y nos deja ver un fabuloso trasero. También he conservado unos ejemplos de láminas coriáceas que no tengo ni la menor idea a qué árbol pertenezcan, y hasta la hoja de higuera que no recuerdo dónde recogí, y a la que, de animarme a incluirla en la colección, habría que volarle con una tijera alguno de sus lóbulos para que quepa en la página… 
A continuación enlisto y comento brevemente seis ejemplos: apunto el lugar en donde los recogí y, en el caso de contar con ella, la fecha exacta. Para casi todas las hojas tengo alguna foto alusiva; si no es así, reproduzco alguna imagen relacionada con su lugar o tiempo. Más tarde las fijaré en el cuaderno del modo más sencillo: embadurnando con resistol uno de sus lados, a veces con pena porque los dos merecerían quedar visibles, para luego pegarlas en la primera página impar que esté vacía.

1. Yedra indefinida del jardín de Luis Barragán
Desde hacía mucho mi amiga Victoria Clay y yo teníamos el plan de visitar la casa del gran arquitecto jalisciense, ubicada en el antiguo barrio de Tacubaya. Aproveché que estaba de vacaciones en México una sevillana amiga suya para proponerles hacer la visita, cosa que hicimos un mediodía particularmente soleado acompañados de otra amiga común, Virginia Flores. 
El jardín, revuelto, caprichoso, sin domesticar, en el que reina un estupendo pirul, tiene una generosa yedra, una especie que no sé precisar pero cuyas hojas conservan la forma que vi por millones durante mi infancia en bardas hoy inexistentes de Anzures.
(9 de marzo de 2010)

2. Palo prieto de la casa natal de Zapata
Acompañado de las primas Ana y Cristina Barberena, a mediados de marzo del año pasado hice un viaje de un par de días por los lugares en los que nació, vivió y fue asesinado Emiliano Zapata (http://bit.ly/diYnFr). 
En el poblado de Anenecuilco, en su casa natal o lo que queda de ella, que a fuerza de rigurosos criterios de recuperación ha adquirido un cierto aire de zona prehispánica, hay una suerte de jardín botánico que hace que la visita valga la pena. Allí se alza entre otros árboles el ejemplar de una especie que uno de un guía-cuidador me asegura que se llama palo prieto.
(13 de marzo de 2010)

3. Glicina de la Casa de América de Madrid
Conocí esta liana trepadora en los tiempos en que visitaba a Gonzalo Celorio, cuando era mi profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, en su casa de Mixcoac. Comíamos en un corredor que daba a un jardín en el que había una joven higuera entre limoneros, alcatraces y matas de yerbasanta. Debidamente enredada en un emparrado construido quizás con ese propósito, había también una glicina de extraordinarias proporciones. (Ahora que lo consulto, no puedo dejar de reproducir su precioso nombre científico: Wisteria floribunda).
Cuando el año pasado estuve en Madrid para participar en una mesa redonda, moderada precisamente por Gonzalo, descubrí que el antiguo Palacio del Marqués de Linares, que aloja a la Casa de América, tiene su propia glicina enzarzada en la verja que da a Recoletos.
(abril de 2010)

4. Roble de Silla de Felipe II, San Lorenzo de El Escorial
Como conté ya en este espacio, el último fin de semana de mi estancia en la Universidad de Alcalá de Henares, en abril del año pasado, nuestro amigo el profesor Georg Pichler nos propuso a mi compañera Brenda Escobedo y a mí hacer una visita a El Escorial (http://bit.ly/eNXK9W). 
Después de recorrer el grandioso edificio, nos trasladamos a un paraje situado a una distancia ideal para apreciarlo debidamente en su entorno, llamado Silla de Felipe II. Salpicadas con una como ligera rotundidad (ya se sabe: s. e. oxímoron e. t.), hay entre los árboles algunas piezas colosales de granito, algunas de las cuales están esculpidas al parecer no se sabe desde cuándo. De un roble que estaba a mano corté esta hoja particularmente hermosa.
(28 de abril de 2010)

5. Almez de Thiers número 9
Por lo menos hasta 1974, delante de la fachada del número 9 de la calle de Thiers de la colonia Anzures en el que viví con mis padres hasta ese año, había un solo un árbol. Con el tiempo, alguien plantó uno más. 
Desde el coche, todas las veces que me acordé de fijarme, sobre todo si me tocaba el semáforo en rojo delante del edificio, las copas igual de profusas y el tono parecido de sus verdes me hicieron creer que se trataba de dos individuos de la misma especie. Con la llegada del último otoño, uno de ellos perdió el follaje, lo que lo puso en evidencia frente a su vecino menos mudable. No estoy seguro de que lo sea, pero me parece que el más viejo de los dos, el que estaba allí cuando yo era niño, es un almez, un árbol que a pesar de los nueve años que viví a su lado es ahora una novedad para mí. Le corté un par de hojas una tarde que pasé caminando debajo.
(24 de mayo de 2010)

6. Chopo blanco de la calle de Cozumel
Conseguí esta muestra en la calle de Cozumel, en la colonia Roma, muy cerca de donde vive mi amigo el cartonista Ros, cuando andaba buscando un álamo blanco para mi artículo “Árboles comunes de la ciudad de México”, que apareció primero en la revista Algarabía y luego en este blog (http://bit.ly/bSTUI2 ). 
Pertenece a un ejemplar que, como la mayoría de los de su especie, se muestra agobiado por los malos tratos de la contaminación y el clima locales. El conjunto de hojas y la nervadura central hacen un hermoso conjunto, aunque nada se parezca a la belleza de su envés del color al que debe su nombre.
(junio de 2010)

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Más sobre árboles y plantas en este blog:
Mi cuaderno botánico, http://bit.ly/acYY4W
El tejo de Bermiego, http://bit.ly/9NE36k
Árboles comunes de la ciudad de México, http://bit.ly/bSTUI2
El árbol de Giovanna, http://bit.ly/jY0F6c

1 comentario:

  1. Cristian Velasco9 de mayo de 2011, 7:43

    ¡Qué post más interesante! Si, como veo, te gusta la botánica quizás te interese este enlace al Jardín Botánico Atlántico
    http://www.botanicoatlantico.org

    Enhorabuena

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