domingo, 4 de julio de 2010

Retrato de muchacha con "pug", 2




La semana pasada anuncié la publicación del poema “Retrato de muchacha con pug”, cuya génesis relaté a detalle: un noviazgo que estuvo a punto de acabar en boda, un óleo de estética discutible, una ópera de Stravinsky y un autorretrato de un satírico inglés del siglo XVIII… Antes de pasar al texto quiero todavía hacer dos aclaraciones para sentirme tranquilo. Y es que me interesa que cualquiera pueda leer Siglo en la brisa, aun cuando a veces me ocupe de asuntos literarios relativamente complejos. Quienes piensen que los poemas no deben presentarse y que lo mejor es llegar a ellos sin tanto prólogo, les sugiero que salten directamente a él —como verán, no necesita de ninguna presentación—. Quienes opinen lo contrario o no tengan una idea formada al respecto, sigan leyendo: ésta es mi sugerencia para quienes no estén acostumbrados a frecuentar textos poéticos.
Pertenezco a un tipo de escritores a los que les gusta de cuando en cuando, y entre otras posibilidades, entremezclar las experiencias vividas con lo que han leído y se sienten cómodos echando mano de algunos artificios literarios en principio alejados en el tiempo y el espacio que acaban entendiendo como propios. Lo que quiere decir que me interesa el fenómeno poético también desde la perspectiva histórica y a veces lo que escribo da cuenta de ello. Fui lector de poemas desde muy joven: antologías y colecciones de poesía fácil que puso en mis manos un maestro de la secundaria. Conforme me fui interesando en el género, aprecié todo tipo de ayudas: mientras más se me explicaban las cosas, más podía entrar en ellas y entenderlas. Antes incluso de entrar a la Facultad de Filosofía y Letras, me aficioné a las ediciones llenas de comentarios: para mí, mientras más anotadas, más felices y gozosas. Con las notas pasa como con las personas en la vida real: no es necesario detenerse en todas las que se nos ponen delante; a las impertinentes, basta con evitarlas. Disfruto todo lo que se me pueda ofrecer sobre el significado, el trasfondo, los precedentes y hasta las variaciones de lo que leo, al grado de que me gusta jugar con ello. Y también a ello. Tanto, que ya se verá lo que sucede más abajo.
Para acabar: un cierto uso verbal. Me refiero a la última palabra de la última nota, que es donde propiamente culmina el poema. En el habla castellana de la Edad Media se produjo un fenómeno que hacía que dos letras, bien diferenciadas entre sí pero relacionadas por motivos sonoros, como la r y la l, al coincidir en ciertas circunstancias en una palabra, podían convertirse en una sola. “Asimilación de consonantes líquidas” me parece que se llama el caso, que se da entre un infinitivo verbal y un pronombre, y que si bien aparece en el primer soneto del corpus de Garcilaso de la Vega, fechado hacia 1530, en Quevedo o Góngora un siglo más tarde responde a un recurso del arte de la rima y quizás ya a un propósito paródico. Así, en vez de “sentirla”, por ejemplo, podemos encontrar la forma “sentilla”. Y de ahí para el real: amalla, seguilla, frecuentalla, soñalla… Me parece chistoso encontrar un ejemplo útil ojeando el libro Lírica de Lope de Vega (Clásicos Castalia, núm. 104), en un soneto en el que aparecen… perros. Por cierto, ¿qué hace en ese volumen un boleto de un Cruz Azul-América en el Estadio Azteca en marzo de 1987?
El texto describe “Lo que han de hacer los ingenios grandes cuando los murmuran” y cuenta que un perro de raza va por la calle cuando le sale a amedrentarlo una tropa desaliñada de congéneres, muchos si no todos machos. Escribe Lope: “Un lebrel irlandés de hermoso talle, / bayo, entre negro, de la frente al anca […] pasaba por la margen de una calle”. Y relata: “salió confuso ejército a ladralle, / chusma de gozques [perros], negra, roja y blanca / como de aldea furibunda arranca / para seguir al lobo en monte o valle”. Nuestro lebrel alza la pata en una esquina, echa un chisguete y da la espalda, largándose con el desdén que se espera de su hidalguía. O como en este otro ejemplo del mismo Fénix, dedicado al desengaño: “Pero siendo forzoso padecellos, / ¡oh quien nunca pensase en desengaños / o se desengañase de tenellos!”.
Creo que yo nunca diría de manera natural que un perro monta a una hembra. Mucho menos como lo he oído en España, todo lo de guasa que se quiera y con evidente connotación machista, para referirse al acto sexual entre humanos. Ya decidido a usarlo, porque me pareció que ayudaba al clima satírico del poema, me vino de manera natural con aquella terminación que para el siglo XVIII era ya un anacronismo deliberado. Ni tengo que decir que no pretende ser sino una broma. ¿Conseguida o no? Ése es otro asunto. Así que éste es el poema. Gracias a todos los que, andando la semana, me lo pidieron por adelantado. Este post está dedicado especialmente a ellos.



Retrato de muchacha con pug 1

Olorosa a lluvia próxima
Y al azahar en temporada,
Donde los fresnos dan sombra
Y alborotan las torcazas,
Era la tarde de un lunes
Como a las cinco pasadas
Cuando a mi lado en el parque,
Y de mi mano, más alta,
Algunas veces diciendo
Pero callando otras tantas,
Por una esquina de pronto
Descubrías que se acercaba
Aquella fiera de China
En un arroz esmaltada, 2
Aquel pug, el temerario
De la cara enmascarada,                 
De tamañas magnitudes
Que sobra decir tamañas,                                   
Claro de pechos y lomos,
Negro el hocico y las garras,                          
Deforme como ninguno
Mas la graciosa pisada,
Como ninguno irascible
Pero la estampa gallarda,
Y es que nadie hubo tan bueno
Con la apariencia más mala,
Los ojos dos canicones,
La boca un fuelle de babas… 3        

Se acercaba hasta el macizo
De las plantas recortadas,
Y aspiraba igual que fueran,
Escondidas, en las matas,
Las boñigas caros untos,
Ricas linfas las meadas,
O ladraba a los peatones
Nada más porque pasaran,
Entregado a sus asuntos,
Todo bufos, todo asmas,                                   
Todo volcán en activo
Que escupiera dulces magmas,                          
Echando lágrimas negras
Y alguna negra lagaña…                          

Y tú, Lysi, al divisarlo
De lo demás te olvidabas,
Aunque olvidada venías
Fueras hablando o callaras,
Y más clara y más lucida
Se te ponía la mirada,
Y le decías unas cosas,
Y le ponías unas caras,
Retaco, airoso, coqueto,
Decías con voz regalada,
Y el mismo perro, engreído,
Hacía un alto en sus hombradas
Y en ti los ojos ponía,
Que algún contento le daban
O al menos algún un consuelo,
Porque, aunque digno, trepaba,
Siquiera por un segundo,
Con plenitud entregada,                                   
Tus montiñas de arrumacos
Y sus cimas levantadas…

Y eso sólo si no fuera
Que por la esquina doblara
Del parque alguna canicha
O una salchicha escapada,
Que entonces muy comedido
Y las orejas muy altas,
Altas, sí, considerando
Sus dimensiones escasas,
Que era espantable dragonte
Mas de natura miniada,
La cola nimia y arriba,
Rizo de carne tensada,
Algo, es verdad, curioseante
De las caninas batallas
Que en los pensiles confines
Como el chubasco, amagaban,        
Marte, sí, pero don Juan
Cada vez que recordara:
Giraba entonces el cuello
Y con él todo giraba,
El alma puesta en la rastro
De las perrunas fragancias,
Corría y sin mucha demora
Ni reflexión demasiada
Se daba con la vehemencia
Que da la sangre avisada,
A incursiones francamente,
Y digo poco, arriesgadas,
Sin temer a los mordiscos
Que aquí y allá lo rozaban,
Por andar averiguando
Donde nadie lo llamaba,
O al menos no a aquellas horas
Esa precisa semana,                          
Y a colocar, ¡allí mismo!,
Y ya no digo más nada… 4


1  “François Boucher, french. (1703-1770). Portrait of Madame Boucher. This portrait of his pretty wife is often called ‘presumed portrait’ because though her features are shown, they correspond with his ideal faces of nymphs or shepherdesses. Here she wears a frilly morning jacket, lace hair decoration, pearl earrings, black beauty spot. The dark ugliness of the pug is a foil to her beauty”. The Art Gallery, Sidney.

2   “…el gallo de las bravatas,
la nata de los donaires…”
(“Mira, Zaide, que te aviso”, de Lope de Vega)

3  Famoso por el linaje
Y por la antigua crianza,
La que del Este trujeron
Los bergantines de Holanda,
Descendiente del gran Paï
Y su progenie dorada,
Al cual Guillermo de Orange
Llevó a reinar a su casa,
Y todavía algo pariente
De los valientes Mufazas,
Los que tomaron Catay
Cuando Catay fue tomada,
Y, al fin, de Carlos, el cómico,
El mote propio tomara,
Quien luciera antifaz negro
Sobre las tablas de Francia.

4  Y si se daban las cosas
Que casi siempre se daban,
Muy entre burlas y veras,
Si se dejaban, ¡montallas!

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He publicado dos colecciones de poemas en veinte años. La primera se llama El ciclismo y los clásicos, es de 1990 y los editores fueron Luis Mario Schneider y Sofía Urrutia para la serie que dirigían, Los Cuadernos de Malinalco, dentro de la que ocupa el número 15. El tiraje fue de 350 ejemplares.
La segunda se llama Ora la pluma, como la dirección de este blog. Apareció en la editorial El Tucán de Virginia en 1999 y se hicieron 1000 ejemplares. 
“Retrato de muchacha con pug” forma parte de una nueva serie de poemas que todavía no tiene editor.
Otros poemas míos en la red, en la página Las afinidades electivas (http://bit.ly/do0r3S). No recogidos en libro: “Milagro en el supermercado” y “Sala de espera” que se pueden descargar, respectivamente, en http://bit.ly/99948L y http://bit.ly/aZqsM6.
Las fotos de la Plaza de Uruguay son de la semana pasada.


Nota: A las primeras cinco personas que me escriban a este blog haciendo algún comentario o sugerencia, les enviaré por correo ordinario un ejemplar de mi libro Ora la pluma. No olviden dejarme una dirección electrónica a la cual escribirles para ponernos de acuerdo.

6 comentarios:

  1. Delicioso poema. El lector se vuelve testigo de los desplantes del pug. Felicidades y recuerdos, querido Fernando.
    Morelos

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  2. No te dejo la dirección, que te saldría muy caru el envíu.

    ¿Cuando escribisti el poema ya tenías los 4 últimos versos como nota al margen?

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  3. Tampoco dejo la dirección porque también saldría caro. Dejo en cambio una felicitación por el bello poema y agradecimiento por la nota. La lectura me llevó hasta el lugar de los hechos.
    Abrazo

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  4. El amor/ desamor: una fuente de creatividad; y las notas, parecen secretos desvelados, ambos me gustan por lo que dicen, susurran, esconden o tal vez guardan? En todo caso, creo que intrigan a los lectores minuciosos. En fin... es un placer leer lo que escribes.

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  5. Uy, me encanta la osadía de las notas versificadas a un poema

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  6. Txale, man. Llegué tarde, veo. ¿No te queda una copita del librico aquel?

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