A los 92 años, Guillermina es la mujer más anciana de Asiego de Cabrales y, con una sola excepción, mi pariente más cercano en el pueblo. Al revés que otros niños, no asistió al aula del Tío Aquilino porque un extraño mal le llenaba de lágrimas los ojos, lo que le impedía leer. En vez de comprarle unas gafas, tal como recomendó el maestro, y en vista de que “no valía” para estudiar, sus padres la mandaron al campo… a cuidar cabras. Más de ochenta años más tarde, cuando le pongo delante unas fotos medio borrosas, tomadas hace medio siglo, para que me diga quiénes aparecen en ellas, lo hace sin ningún problema, con los ojos chiquitos y llorosos, sin los lentes que nunca le compraron.
Más pequeña que la media de esta tierra de gente pequeña, con el pelo corto, blanco y desordenado, Guillermina es incapaz de decir nada sin reírse al mismo tiempo. Por ejemplo cuando me pregunta a dónde habrán ido a buscar su nombre de pila, que es más grande, dice, que la persona que lo lleva… O cuando me cuenta que uno de sus apellidos, Bueno, es el mismo de mi abuela Fernanda y de qué novelesca manera venimos siendo parientes.
O cuando recita para mí, cansada de escuchar a los turistas mencionar el Naranjo de Bulnes: “No me llames Naranjo / que yo frutos no puedo dar; / llámame Picu Urriellu / que es mi nombre natural”.
Durante el lustro que viví en Asturias, visité a Guillermina siempre que pude. De entonces conservo algunas grabaciones en las que da su testimonio sobre toda suerte de personajes y anécdotas de Asiego, cuenta episodios de la historia de mi propia familia, opina sobre los más diversos temas —y se ríe una y otra vez. En abril de 2005, cuando renté una casa en el pueblo, comí casi todos los días a su mesa.
Por si fuera poco, durante un par de mañanas recorrimos el pueblo, calle a calle y casa a casa, con el propósito de que me dijera quiénes vivieron en ellas desde que tiene memoria.
Hasta hace poco, antes de que los cuidados médicos dispusieran lo contrario, Guillermina trabajaba con la energía y los empeños de una robusta muchacha. Imposible verla sin hacer nada: entraba y salía del bar del pueblo, propiedad de su hija y su yerno, con una cubeta o una escoba; sembraba patatas y daba de comer a sus gallinas; limpiaba la casa que sus nietos acondicionaron para estancias turísticas en el barrio de Pamirandi, la misma en la que ella nació. Manolo y Javier, como se llaman sus nietos, animan una hermosa Ruta del queso y la sidra por el pueblo y sus alrededores que acaba en una espicha en un moderno lagar, en la que se prueba la cocina de la región y se bebe la sidra que fabrican ellos mismos, mientras suena música asturiana.
Para ellos, su abuela, que representa los valores tradicionales de la sociedad rural de Asturias, es toda una bandera, y por eso la imagen de la anciana prima de mi abuela puede verse en no pocos lugares del oriente asturiano promocionando las actividades en el pueblo (un periódico de circulación local, un anuncio sobre la carretera, una furgoneta…). Hay quien va hasta Asiego sólo para saludarla en persona y tomarse una foto con ella. Guillermina asiste a todas estas cosas con su desengaño natural, su ligereza y sentido del humor característicos. La última vez que la vi, hace poco más de cuatro semanas, cuando le hice la foto que abre esta entrada, me preguntó de buenas a primeras si yo sabía por qué el queso de Cabrales es redondo. A mi respuesta negativa, añadió, siempre entre risas: “¡Pa que ruede por tou el mundu!”.
Un día, su nieto Manolo me pidió que escribiera un poema sobre el pueblo para colgar de una pared del bar de sus padres. Como por entonces me dedicaba a estudiar la vida y la obra del Tío Aquilino, el viejo maestro aficionado a escribir versos octosilábicos, me animé a intentar el género ocupándome sucesivamente de algunos personajes más llamativos del Asiego de hoy: Alberto el de Clementina, El Inglés, y por supuesto Guillermina. Copio el fragmento dedicado a ella, tal como está enmarcado en una pared de Casa Niembro:
Fíjate bien, que es seguro
Que en uno u otro momento
Pequeña verás pasar
Que en uno u otro momento
Pequeña verás pasar
En haz de luz con sosiego
(Que un haz de luz sosegada
Es normal que sea pequeño),
A una guaja de ocho décadas
Que en un discreto silencio
Entra y sale de este sitio
O que asciende aquel recuesto,
Con un cesto de patatas
O unas berzas contra el pecho:
Llámala, que es Guillermina,
Pariente mía por lo Bueno,
Que es por familia en mi caso
Y en el suyo es por lo cierto;
Si es posible, habla con ella:
De las hijas de este suelo
Ella es acaso la última
De los días en que un provecho,
Un destino entrelazado
Y un mismo amor verdadero
Eran el hombre y la tierra:
Busca en sus ojos sinceros
Lo mejor de ti, que acaso
En ellos veas tu reflejo,
En sus dos mínimos ojos,
Húmedos, niños y bellos.
Muchas gracias Fernando por este homenaje literario que dedicas a mi abuela Guillermina. Tú sabes lo mucho que significa para mí en lo afectivo y también en lo humano, lo captas perfectamente y así lo reflejas con tu buena letra; y de esta manera te haces cómplice también.Es una gran satisfación que el poeta detengan su mirada en la gente humilde, que regoja en sus palabras toda su humanidad, y que dignifique así su figura anónima. Tú, Fernando, lo sabes hacer con maestría, y yo te lo agradezco de corazón.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo. Manuel Niembro
Muchas gracias a ti y a Javi, querido Manolo. Siempre he sido un entusiasta del gran trabajo que tu hermano y tú llevan años haciendo, a veces contra viento y marea. Y un fuerte abrazo para tu abuela.
ResponderEliminarEs emocionante leer sobre esta bella mujer, la conozco y también conozco ese constante movimiento de energía vital que ella siempre practica, pero lo más impresionante es el humor y alegría que comparte en su trato, esos ojos inolvidables con esa cascara de agua que llueven con su mirada y esas risas simultaneas a sus palabras, tal como tu lo cuentas, pura emoción con la pariente Guillermina, comimos queso y bebimos sidra en Asiego con esa niña sin lentes de gran altura.
ResponderEliminarsaludos a toda la gente de Asiego, nos urge ir a la montaña a ver esas vistas y compartir con su gente.
Abrazos primocompadre, queremos leer más de esto
Guillermina Niembro falleció en Asiegu el 4 de diciembre de 2010, día de Santa Bárbara, a los 93 años. Nació en la casa de Pamirandi del mismo pueblo el 22 de setiembre de 1917, día de Santo Tomás.
ResponderEliminarEn su despedida le recitamos el poema que le dedicó mi amigo Fernándo Fernández (http://oralapluma.blogspot.com ), y fue acompañada hasta el cementerio de San Miguel por el gaitero Héctor Braga (www.hectorbraga.com ), quien interpretó la marcha titulada "Antón el Neñu"
Un abrazo, querido Fernando.
Manuel Niembro