lunes, 24 de mayo de 2010

El tejo de Bermiego

El descubrimiento de un nuevo libro de Ignacio Abella, el autor de La magia de los árboles, me hizo irresistible la idea de visitar una vez más el tejo de Bermiego. Este fantástico ejemplar de Taxus baccata está en un extremo del pueblo de ese nombre, cabeza de una de las trece parroquias del concejo asturiano de Quirós. Situado a 750 metros de altura en la falda occidental de la Sierra del Aramo, y a unos treinta y cinco kilómetros de Oviedo, Bermiego justifica la visita aun sin el estímulo de su árbol gracias a su primitiva traza medieval y sus treinta y dos hórreos y paneras —algunos de los cuales poseen una decoración que ha sido motivo de admiraciones y de elogios.
La cultura del tejo, esplendor y decadencia de un patrimonio vital, publicado por los gobiernos de Cantabria y Asturias y la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, lleva desde su título la postura de su autor: esa especie, que ha acompañado a los europeos desde los tiempos remotos, vive horas bajas y es necesario hacer algo por ella. Por lo menos lo que está a nuestro alcance: conocer su naturaleza, entender su importancia histórica y cultural, y hacer una debida divulgación.
Pero la más reciente entrega de Abella es más que eso: entre otras cosas, es un recorrido por los más famosos ejemplares europeos, entre los que hay verdaderos portentos, como los dos tejos huecos del cementerio de la Haye de Routot, en Normandía —uno de los cuales sirve de portada al libro—, en cuyo interior, al menos en el de uno de los dos, caben hasta cuarenta personas (pág. 177); o el que está en el poblado gallego de Pontedeume, que durante algunos años fue un edificio “con entarimados sostenidos por las ramas, que permitían el tránsito por sus tres plantas”, en las que hubo una mesa circular adosada al tronco y hasta un mirador (pág. 155).
El tejo, o texu en lengua asturiana, es una conífera dioica de lento crecimiento y gran longevidad. Según puede leerse en Árboles y arbustos naturales de Asturias (Cajastur, 2004), era llamado taxus por los romanos quizás por provenir de la palabra griega taxis, “fila”, por la disposición de sus hojas, o de tóxon, “arco”, porque su madera flexible fue usada para la fabricación de ese instrumento. Baccata se refiere a sus frutos, que recuerdan a una baya (bacca).      
Al menos en Asturias, sigo leyendo en ese libro, “aparece en el seno de distintos tipos de bosques colinos y montanos, así como en cortados y escarpes rocosos, ‘foces’ [garganta cerrada y profunda entre dos montes] y desfiladeros, bien enraizado en la roca basal”.
El fruto característico que produce la “hembra” (y el de Bermiego lo es, por lo que Abella lo llama texona), se conoce como arilo, es de color rojo y envuelve casi completamente la semilla. Contra lo que suele creerse, es la única parte del árbol que no es tóxica aunque haya que ingerirlo sin la semilla, que sí lo es —al grado de que puede causar vómitos, diarreas y hasta un paro cardiorrespiratorio…—. Por otro lado, “se estima que una cocción de tan sólo 50 gramos de hojas de tejo resulta mortal”. (Hasta aquí Árboles y arbustos…)
Debido a costumbres antiquísimas, en Asturias es común ver su masa perenne, de un verde oscuro colmado de misterio, al lado de viejas iglesias o ermitas rurales. Abella ha contado hasta doscientos cincuenta ejemplares en esa circunstancia (pág. 14). Una gran parte de ellos “son centenarios y han tenido funciones jurídicas, sociales y religiosas”. Exactamente lo que en tiempos antiguos sucedió con el ejemplar de Bermiego, a cuya sombra se celebró concejo de vecinos… 
Al parecer esa función se trasladó a un roble (Quercus robur) de considerable edad situado al lado de una capilla en el centro del pueblo, que los vecinos impropiamente llaman rebollo (Q. pyrenaica) y cuya estampa acusa una biografía llena de accidentes: un rayo, el incendio de una casa vecina, una construcción cercana que alcanzó sus raíces…
Al menos para el texu, los cuidados han resultado contraproducentes: desde que fue declarado Monumento Natural, en 1995, según advierte Abella, “el más célebre, grande y viejo de los tejos de iglesia de la toda la Península” ha decaído notablemente casi con seguridad por la visita indiscriminada de que desde entonces ha sido objeto.
Si es verdad, como leo, que algunos ejemplares de Taxus baccata pueden alcanzar los veinte metros de altura, y los catorce o dieciséis el perímetro de su tronco, pocos hay tan hermosos como el tejo de Bermiego, que, con sus diez metros de altura y sus seis y pico de perímetro troncal, ofrece medidas más discretas. En cambio, tiene una cualidad que no tiene competencia: es de una belleza indescriptible. Quizás por el sitio en donde está ubicado, sus ramas se extienden a los cuatro vientos —en contraste con su gravedad característica— en un derroche de ligereza, simetría y libertad.

Otros libros de Ignacio Abella: La magia de los árboles (Integral, cuarta edición, 2001), La magia de las plantas (Integral, 2003), Memoria del bosque (Integral, 2007).  En la red: su blog: http://memoriadelbosque.blogspot.com/; sobre el tejo: http://www.amigosdeltejo.org/; la página de la Fundación Rodríguez de la Fuente: http://www.ruralnaturaleza.com. 

Las fotos son de Lola García Zapico.


4 comentarios:

  1. Fernando, Me encantó la descripción del árbol, las fotos y las fuentes de consulta para narrar el valor cultural de este bello engendro de la naturaleza.

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  2. Nadie con el tejo daba y yo con el tejo dí

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  3. Hola, os escribo desde Quirós. Los alumnos de nuestro colegio hicieron el curso pasado un pequeño estudio sobre nuestro árbol emblemático. Aquí tenéis la dirección y, si algo necesitarais, no dudéis en pedirlo.
    http://blog.educastur.es/tercero/
    Desde Quirós, la cuna del Teixo de Bermiego, un abrazo.

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