viernes, 7 de junio de 2019

El rapto en el serrallo, 2

El miércoles pasado, en el Teatro Bicentenario de León, Guanajuato, se estrenó una nueva puesta en escena mexicana de la ópera de Mozart sobre el triunfo de la bondad sobre el amor. Como ha ocurrido en tres o cuatro ocasiones anteriores, la primera de ellas en 2000, cuando hicimos La flauta mágica en el Palacio de Bellas Artes, mi amigo Sergio Vela me he pedido trabajar para el montaje escribiendo una serie de textos en castellano para ser dichos en escena por un personaje narrador. 
Sergio Vela, director de escena
de El rapto en el serrallo. Foto: FF
Esos textos tienen la función de servir de enlace entre los números musicales característicos de la forma Singspiel, con la idea siempre de que se entienda completamente lo que ocurre delante de los ojos de quien contempla el espectáculo. Para informar de las intenciones de mi querido amigo y poner en circunstancia a los espectadores, nos ha parecido buena idea desarrollar por escrito una entrevista que hemos incluido en el programa de mano. Se trata de una docena de preguntas sobre la partitura mozartiana, nuestro montaje en concreto y todo aquello que pueda ayudar a penetrar de mejor manera el espíritu de la representación. Van aquí las cuatro primeras preguntas. El cuestionario completo podrá leerse en la edición de Verano de nuestra revista, Liber.
¿Qué lugar ocupa El rapto en el serrallo dentro del catálogo operístico de Mozart?
Tras haber frecuentado la opera seria y la opera buffa italianas en su temprana juventud, Mozart dio un salto mayúsculo, tras un relevantísimo viaje a París, con Idomeneo, re di Creta, ópera que sintetiza la tragédie lyrique francesa y la opera seria metastasiana con las enseñanzas reformadoras de Gluck, en 1781; a continuación, Mozart se liberó de las ataduras que lo mantenían sujeto al Príncipe Arzobispo Colloredo (personaje que, al margen de la Historia, sólo es recordado por haber maltratado y obstaculizado a Mozart), y también logró emanciparse de su padre, Leopoldo. Mozart se asentó en Viena, se casó con Constanze Weber (la afortunada coincidencia con el nombre del personaje femenino es sólo eso, una coincidencia) y recibió el encargo, ciertamente entusiasmante, de escribir un Singspiel, pues el Emperador José II —un admirable ejemplo del mejor despotismo ilustrado— tenía especial interés en divulgar el teatro musical en lengua vernácula. Mozart había escrito tempranamente Bastien und Bastienne como Singspiel (alternando los números musicales con diálogos en lengua alemana, no musicalizados), e incluso había hecho una adaptación de La finta giardiniera —una opera buffa—, convertida en Singspiel con el título Die Gärtnerin aus Liebe. Además, había avanzado en la composición de Zaide, un Singspiel de tema turco, que hubo de abandonar —antes de dedicarse a Idomeneo, re di Creta—, por no estar convencido de la sustancia dramática del libreto. Con estos antecedentes, Mozart emprendió la redacción de su primer gran Singspiel (el otro será Die Zauberflöte, al final de su vida), Die Entführung aus dem Serail, e hizo una contribución de enorme significación y trascendencia, no sólo para la ópera alemana, sino para el teatro lírico en general.     
¿Cuáles son los criterios a partir de los cuales has trabajado en este nuevo montaje para hacer tuya una de las óperas más representadas en el ámbito mundial?
Suelo partir de mi absoluta fidelidad a la partitura y a la sustancia dramática de la obra. Cada título, sea operístico o teatral, implica cuestiones peculiares. En el caso de Die Enführung aus dem Serail estamos frente a una comedia que, al enfrentar a unos y otros (europeos cristianos versus turcos musulmanes), aborda cuestiones muy hondas sobre las distinciones y las afinidades entre las culturas, y he querido evidenciar el fructífero encuentro entre Asia Menor y Europa con ligereza y, a la vez, con la fascinación que me producen desde siempre los vínculos esenciales y los contactos entre el cristianismo, el judaísmo y el islam, bien sea en Europa o en el Medio Oriente. Debo decir, además, que comencé a estudiar esta ópera en 1978 (¡cuando tenía tan sólo 14 años de edad!), y sigo atónito al leer una partitura impecable, cuya estructura formal y cuya riqueza material nos brindan el instrumental necesario para interpretarla. Mozart es, para decirlo con toda claridad sintética, un milagro.
¿Por qué tu decisión de sustituir las escenas teatrales características del Singspiel por un gran monólogo que se va diciendo entre los números musicales?
Ante todo, para dar un mejor flujo dramático a la trama, que se desenvuelve en los números musicales (algo característico de las comedias líricas, pero no de la opera seria, cuya sustancia dramática se halla en los recitativos). Además, para evitar que en una posible actuación en prosa —ora en alemán, ora en lengua vernácula—, sin el sostén de la música, quedaran evidenciadas las eventuales deficiencias lingüísticas de tales o cuales intérpretes.
¿Por qué has decidido dar al Bajá Selim la responsabilidad de contar la historia y de servir de ilación de sus partes?
¡Porque el papel del Bajá Selim es el más interesante de todos! Es un déspota ilustrado, como José II —siempre amigable con Mozart—, tan clemente como el emperador Tito Vespasiano, y es un hombre que, habiéndose repuesto del infortunio, elige actuar con magnanimidad cuando podía desplegar una fiereza cruenta. Además, el Bajá es quizá un cristiano renegado, converso al Islam, y bien podríamos aventurarnos a suponer que la madre de Belmonte es la mujer que, antaño, le fue robada. La caballerosidad del Bajá Selim —que tanto me recuerda a la de mi propio padre— y su convicción de que sólo del amor nace el amor es casi inusitada. La verdad es que este personaje, que nunca canta —por meras cuestiones circunstanciales, ya que Mozart no contaba con un cantante idóneo, como sería un buen barítono o un bajo que contrastara con Osmín— amerita mayor relieve que el que suele dársele, y por ello te invité a escribir los hermosísimos parlamentos del Bajá. Me parece que al comenzar con una primera narración del Bajá, intercalando otras doce intervenciones suyas entre números musicales, la trama se ha beneficiado de claridad y dinamismo. O, al menos, eso espero.

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Salvo el retrato de Sergio Vela en entrevista, en el foyer del Teatro Bicentenario de León, las fotografías que ilustran este post son de Arturo Lavín, de Arte & Cultura Grupo Salinas. Las tomo de la página en Facebook de Liber Festival.

Más sobre El rapto en el serrallo en este blog:
Primera lectura, https://bit.ly/2I1dGb6

Más teatro en Siglo en la brisa:
Sobre Medea de Heiner Müller,https://bit.ly/2VjnRfG
La Ruta del Teatro, http://bit.ly/2DudbC1
La colaboración, de Sergio Vela, http://bit.ly/2onOobd
Textos para La mujer sin sombra de Richard Strauss, http://bit.ly/1IraPP6
La Orestiada de José Solé, https://bit.ly/2FLXAQk
Sobre una línea de Medea de Eurípides, http://bit.ly/2oE0MFe  
La lengua de La Celestina, a escena, http://bit.ly/2pjD0RK
El día que fui el Narrador, http://bit.ly/2rCRdqg



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