Fotografías de Martirene Alcántara
En unas
semanas aparecerá el libro Croquis. Los
dibujos de Carlos Mijares. Se trata de una generosa muestra de los croquis
del gran arquitecto mexicano, que falleció el pasado día de San José, a los
84 años de edad.
Las secciones de los dibujos, que hemos reproducido a todo color y con lujo de detalle de los 19
cuadernos que Mijares entregó en custodia a la Facultad de Arquitectura de la
UNAM, aparecen en las páginas del libro
alternadas con seis diálogos sobre arquitectura y otros temas limítrofes, armados
a partir de las muchas horas de conversación grabada entre el arquitecto y
algunos de sus colegas y amigos, entre ellos Alberto Kalach, Aurelio Nuño, Humberto
Ricalde y quien esto escribe. También aparece en la plática la fotógrafa Martirene
Alcántara, autora de la totalidad de las fotos de los dibujos y de tres
hermosos retratos incluidos en el volumen.
Se me ha ocurrido que una buena
manera de manifestar nuestra alegría por la inminente aparición del libro es poner en
línea una pequeña muestra de uno de esos diálogos. Al azar escojo la
conversación sobre la casa de Luis Barragán en Tacubaya, y más específicamente
sobre uno de los detalles más conocidos de la casa, una polémica (y bellísima)
escalera.
Sobre una escalera de Luis Barragán
Conversan Mijares, Fernández, Kalach y Alcántara
Mijares: Yo recuerdo la primera vez que fui
a la casa de Barragán, que me invitó Luis. Estaba recién terminada la casa,
alrededor de 1952. La casa era toda blanca, no tenía color. Salas Portugal entendió
la luz, el claroscuro y la sombra en esa zona en particular, y por eso hizo sus
famosas fotografías. Luego, [el pintor] Chucho Reyes [1880-1977] le dijo a
Luis: “Tienes que explorar el color, el color de cal”. Y entonces empezó a
explorarlo. Eso también es muy bonito y muy valioso, ¿no? Bueno, Alvar Aalto y
su casa de Muuratsalo [está en la isla finlandesa de ese nombre y fue
construida entre 1952 y 1953]. Él la llamaba la “Casa Experimental” porque
hacía aparejos de ladrillos y cosas así. Y, además, casi todo lo hizo, según
dice, con material regalado, porque le mandaban muestras y las usaba. Hizo con
ellas un mural, precioso, en uno de los muros.
Alcántara: Bueno, como fotógrafa, para
mí fue muy interesante la casa de Barragán. Yo la viví durante algunos meses, por
un trabajo que estuve
haciendo allí, y nunca vi lo que vio Salas Portugal. Y seguro Salas Portugal no
vería lo que vi yo ni lo que podrían ver ustedes. Porque tiene que ver mucho, para
la apreciación de la arquitectura en general, el tipo de persona, de cultura,
¿no? Y cada quien va a encontrar una casa diferente.
Mijares: Pero, fíjate, justamente por eso
creo yo que eso es un síntoma de que es una obra buena: que permite diferentes
lecturas.
Kalach: Una vez hablé con un gran
fotógrafo de arquitectura, el japonés [Yukio] Futagawa, el viejo [1932-2013]. Le
pregunté que cuál era la buena arquitectura y me respondió: “La arquitectura
buena es la que es difícil de fotografiar”. Entonces le empecé a preguntar por
algunos arquitectos y me dijo: “Ésos, fáciles de fotografiar”. Le saqué toda su
filosofía sobre la arquitectura con base en lo fácil y lo difícil de
fotografiarla. Si no es fotogénica, es que es un poco más intrincada…
Alcántara: Que es lo más fascinante.
Mijares: No deja de ser significativo de la
casa de Luis que haya un puñado de fotos consagradas.
Kalach: Y que todo mundo tiene que tomar,
además.
Mijares: Claro, por supuesto, porque el
resto es difícil de fotografiar.
Alcántara: Sí. Creo que a mí lo que me
ayudó fue haber estado muchos días, casi completos, metida en la casa.
Mijares: Es que tiene lugares fascinantes
que, sin embargo, no están fotografiados.
Fernández: ¿Qué piensan de la escalera
que baja de su estudio, que se va angostando dramáticamente?
Mijares: Ése es un caso que a mí me intriga
muchísimo, ahora sí que en lo conceptual. En fin. Esa escalera es posiblemente
una de las más fotografiadas de la arquitectura contemporánea. Pero… cuidado si
intentas usarla como escalera.
Kalach: Para empezar, no cabes.
Mijares: Tan sólo bajarla es difícil… y
peligroso… Ahora ya está prohibido, para conservarla, pero es que esa escalera es
una travesura.
Kalach: Es que quizás más bien es una
escultura.
Mijares: Como pieza que contribuye a darle
matices al espacio, es una maravilla, pero ¿como escalera? Y ahí está eso de lo
funcional, ¿ves? ¿Funciona? Digamos que no demasiado.
Fernández: ¿No es funcionalista esa
idea, que me parece fascinante, de que la forma tiene que corresponder
perfectamente a la función? Ese concepto me parece precioso y creo que es
vigente en cualquier escuela y en cualquier momento.
Mijares: Por supuesto porque, si te fijas,
ése sí es un concepto. Es decir, es una manera de ver las cosas, de hacer las cosas. Y por lo tanto es
bueno en la medida en que es múltiple y se refiere a muchas cosas. Lo que pasa
es que eso, a mi juicio, se derivó mal. Y se convirtió en algo elemental como
que la cocina estuviera cerca del comedor, las recámaras cerca del baño, y ese
tipo de cosas. O que el funcionalismo intentara acabar con todo lo que se llamaba
“ornamentación”, por ser algo absolutamente innecesario. La verdad es que había
llegado a ser innecesario por ignorancia, porque ya no correspondía a los
procedimientos y entonces sí se convertía en añadido. Loos incluso dice…
Kalach: Sí, algo así como que el ornamento
es delito.
Mijares: Es delito, sí. Lo declara “pecado”,
prácticamente como una culpa: si tú ornamentas, eres culpable.
Fernández: Ése parece un comentario
protestante.
Mijares: Sí, calvinista. Literalmente.
Kalach: De seguro lo era.
Mijares: Yo creo que sí. De veras es esa
cosa terrible… Entonces, entre los pecados y el funcionalismo, se convirtió la
arquitectura en nada, simplemente en algo que se sostuviera, que no se fuera a
caer, que costara lo menos posible…
Fernández: En cierto sentido, un
manierismo.
Mijares: Claro.
Fernández: En cuanto se hace dogmática,
en cuanto se estiliza, en cuanto privilegia un cierto esteticismo por encima de
los valores reales, pierde su esencia. Pero hay obras fantásticas, ¿no?, con
ese manierismo, yo pensaría…
Kalach: Claro, como el Pabellón de
Barcelona [de Mies van der Rohe, de 1929].
Mijares: Pero fíjate que es maravilloso en
la medida en que te dice mucho más que lo que hay. Porque el funcionalismo es,
si entendemos por “función” lo que haces, pues lo que haces ahí es bastante
variado. Recorres el Pabellón y poco a poco le vas encontrando una cantidad de
detalles verdaderamente maravillosos, en todas las escalas.
Fernández: Volviendo a la escalera de
la casa de Barragán, ahí la forma no corresponde a la función, ¿no? ¿Está
trabajada como una escultura?
Mijares: Claro que no. Ahí lo que hay es la
ambigüedad y la carga del fundamentalismo de lo conceptual. Y qué importa,
finalmente.
Fernández: ¿No será que quiere dar la
idea de que es más larga de lo que es, al hacer tan dramático el trazo? Creo
que es eso lo que provoca en el ojo ¿no? ¿O por qué tengo esa impresión?
Alcántara: Porque cuando estás abajo,
ésa es la perspectiva.
Mijares: Pero yo incluso ni siquiera estoy
seguro de si Luis la concibió como una escultura. Es decir, Luis hizo una
escalera para bajar de su estudio a recibir a sus visitas. Dicen que cuando
llegaban sus invitados los hacían pasar a la sala y luego él bajaba.
Alcántara: Espectacularmente.
Kalach: Valor escénico.
Mijares: Es teatral, sí. Pero no sabe uno
por qué se hacen las cosas y finalmente yo creo que no importa mucho en esos
casos. Es decir, indagar los motivos, aparte de que posiblemente son mucho más
confusos de lo que parecería, no añade demasiado a la experiencia. No sé para
ustedes.
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Todas las fotos de esta entrega de Siglo en la brisa son de Martirene Alcántara, coautora de Croquis. Los dibujos de Carlos Mijares.
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