Casi todas
son inéditas y aun diría que todas si exceptuamos las que publiqué en Facebook
y Twitter. Con la cámara siempre a la mano, las fui haciendo a lo largo de
los dos años y medio de nuestra felicísima convivencia, que se cumplen estos días. En
ellas se cuentan algunos curiosos momentos de los muchos que han llenado la historia
de nuestra amistad. La primera foto de la serie no es mía sino de
Fernanda Romandía, y quien aparece en ella es su hijo Santos, primer
dueño de Yamita. Salvo las dos que hice en la azotea de mi casa, tomadas con una Fijifilm XF1, y las dos de la pantalla de la televisión, hechas con mi celular, las instantáneas que conforman este post fueron conseguidas con una pequeña Canon S100.
Esta preciosa foto
es una de las primeras que hay de Yamita. La tomó Fernanda Romandía –en cuya
casa nació la gatita a principios de septiembre de 2011–, el día que decidió
llevar al veterinario a uno de los seis de la camada y la escogió precisamente a ella. Los ojos de Santos, que levanta la bolsa como para asomarse a su
interior o mostrarla a la cámara, hacen eco con los suyos, apenas entreabiertos; es la misma réplica
que produce la luz de la calle sobre la frente de ambos.
Mucho
tiempo después de tomar esta foto di con ella en uno de los álbumes que
conservo con imágenes de la gatita. Fue entonces que le encontré una belleza
que antes no había advertido.
Este estupendo bostezo quizás sea una manifestación de lo que producen en Yamita mis intereses
genealógicos familiares. Quien aparece en la foto enmarcada es mi abuelo paterno Santos Maximino
Fernández Bueno, bisabuelo de Santos Álvarez Romandía, primer amo de ella.
Excusado.
Entre las
cosas que mi amigo Jorge Martínez Bolívar me sugirió conseguir para recibir en mi casa a la gatita mencionó una caja de cartón. Pronto supe por qué.
Mientras veía
yo uno de los capítulos de Berlin
Alexanderplatz, la fascinante serie televisiva de Fassbinder, Yamita
escuchó el canto del canario que alegra la triste recámara de su personaje
principal, Franz Biberkopf. Interesadísima, saltó al mueble de la televisión.
La primera foto da cuenta del hallazgo; la segunda, de lo que hizo a
continuación: se levantó en las patas traseras para echar un vistazo al
interior de la jaula.
Garrita
más que Yamita.
Tengo muy
observado que la decisión de meterse entre las cobijas de mi cama está
relacionada con la búsqueda de la oscuridad y no del calor. Ni siquiera en las
noches más frías de los dos inviernos que hemos compartido, se le ha ocurrido introducirse entre ellas buscando calentarse. Lo curioso es que jamás lo
hace si estoy en la casa, y nunca lo ha hecho de noche. En una ocasión abrí
la cama y encontré el delicioso rastro de sus garras en la cobija interior, que
dan cuenta del camino que usó para abandonarla.
La máxima
de todas las pasiones de Yamita es el agua. En otra ocasión me extenderé en ese
curioso aspecto que sorprende a amigos gatófilos y veterinarios. De momento aquí
una escena que se repite varias veces al día.
Gato y
ratón.
La imagen
que tuve durante algún tiempo de fondo de pantalla de mi computadora produce
una simpática impresión de transparencia. Las rayas que el sol proyecta sobre la
escena a través de las persianas de mi estudio ayudan al éxito del
efecto.
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Más sobre Yamita
en este blog:
Fernanda
Romandía en Siglo en la brisa:
Silueta, http://bit.ly/1j3CqyF
No se que me gusta más, si la belleza de Yamita, tu sensibilidad para entenderla o la ternura inocente que provoca en ti.
ResponderEliminarNo se que me gusta más, si la belleza de Yamita, tu sensibilidad para entenderla o la tierna inocencia que ella provoca en ti.
ResponderEliminar¡Qué entrada más bonita y más tierna! ¡ esta gatina es una estrella para la cámara! Un saludo
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