Una idea
me acompañó durante los tres días que pasé en Antigua, y se la oí al arquitecto Carlos Mijares la tarde que grabé su diálogo con Alberto Kalach: como
lo que va a construirse está en
riesgo de no ser concluido o acabará en la destrucción y el abandono, hay que proyectarlo
pensando en que al menos deje buenas
ruinas.
En el siglo XVIII, la capital del "reino" de Guatemala vivió un inusitado esplendor que se reflejó en una extraordinaria arquitectura. Hay quien afirma que el arco temporal
de ese auge se extiende entre dos fechas, las de dos movimientos telúricos, uno
en 1717 y el otro en 1773. El primero de aquellos terremotos, los dos más
fuertes entre decenas de ellos, alertó sobre la necesidad de hacer una
arquitectura más resistente; el segundo, que fue tan destructivo que rebasó todas las prevenciones conocidas, aconsejó renunciar a los despojos y abandonar la
ciudad. Casi dos siglos y medio más tarde, la ciudad ofrece el esplendor de sus
ruinas coloniales como quizás ninguna otra en América.
El conjunto
arquitectónico que prevalece en aquel valle dominando por tres volcanes, en el que vivió,
escribió y está enterrado el gran Bernal Díaz del Castillo, parece una fábula
del tiempo: la portentosa historia de Europa, con su Renacimiento y su Biblia, sus emperadores y sus catedrales, su humanismo y su latín, nada pudo
hacer contra la geografía desnuda de América. Un amigo, profesor de mitología y
griego, me dijo que al visitar alguna de aquellas iglesias echadas
por tierra con tanto dramatismo tuvo la sensación de que allí había estado un
gigante destrozando a patadas cuanto encontró a su paso.
Las bellísimas ruinas
que han quedado, algunas cuidadosamente mantenidas y reparadas, dan
cuenta de los ideales con que fueron alzados aquellos edificios en una realidad que resultó más poderosa que ellos. Casi mil
fotos tomé en mi breve estancia en la antigua Santiago de los Caballeros de
Guatemala. Ofrezco una muestra mínima a quienes suelen echar un vistazo a Siglo en la brisa.
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Las fotos que conforman este post fueron tomadas entre el 7 y el 9 de octubre pasados en la vieja Catedral de Santiago de Guatemala, hoy Antigua, y las iglesias y conventos de Santa Clara, Capuchinas y La Recolección. La que abre la entrega corresponde al Templo de la Concepción. La que acompaña esta nota es de Florencia Molfino, quien volvió maravillada —igual o más que yo— de tanta belleza colonial.
Las imágenes que ilustran el texto que las antecede son, en este orden, del día que asistí al diálogo entre Mijares y Kalach, el 11 de septiembre de este año; de la lápida de Bernal Díaz del Castillo en la catedral de Antigua; por último, de un ejemplar de la Breve descripción de la noble ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala y puntual noticia de su lamentable ruina ocasionada de un violento terremoto el día veinte y nueve de julio de mil setecientos setenta y tres, que se conserva en el Museo del Libro Antiguo de esa localidad.
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Padrísimas. La construcción sin techo que tal vez es un templo se parece mucho a una que está en Zacatecas, increíble también.
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