Corrí a ver las hachas en cuanto supe que estaban visibles pero me encontré con la desafortunada noticia de que el Museo Arqueológico acababa de cerrar por remodelación. Era 2004. Dos años más tarde, cuando me iba de Oviedo, el museo seguía cerrado. En abril de 2010, seis años después de mi primer intento, cuando estuve una semana de paso en la capital asturiana, las cosas estaban más o menos como el primer día. Pero entonces sucedió la coincidencia parecida a un pequeño milagro que justifica este post.
Tenía interés en conocerlas porque las hachas del depósito de Asiego, como se les llama en el mundo de la arqueología europea, sirvieron para denominar un género de hachas prehistóricas como Tipo Cabrales, pero sobre todo me atraían porque fueron encontradas en el pueblo de mi abuelo paterno en los años de su infancia, no muy lejos de la modesta casa familiar.
Ya que me dedicaba a hacer un ejercicio de intrahistoria de Asiego, me pareció irresistible intentar documentar la forma en la que ocurrió el suceso. Mis esperanzas se fortalecieron cuando leí que no mucho después del hallazgo las hachas pasaron a formar parte de la célebre colección de Soto Cortés, en la que estuvieron hasta 1960, año en que fueron adquiridas por la Diputación Provincial para el Museo Arqueológico de Asturias. Los registros permiten saber que llegaron a manos de Soto Cortés junto con unas “lanzas de guerra antiguas” el 25 de septiembre de 1912, y que fueron donadas por los hermanos J. y F. Borbolla del pueblo de Puertas de Cabrales. Por desgracia, fue imposible consultar el diario que escribía el coleccionista (según se dice, con una letrita indescifrable) porque estaba bajo custodia oficial como parte de una herencia en disputa.
Además de Enriquín el de la Tía Arsenia y Guillermina, ambos habitantes de Asiego (http://bit.ly/da6CHe), mis parientes más cercanos en Cabrales viven precisamente en el vecino pueblo de Puertas. No sólo eso: Félix, Amalia y sus tres hijos son los familiares con los que mejor me llevo y a los que más quiero en Asturias. (Hace apenas quince días, por cierto, me dolió no estar en la boda de mi prima Ana…).
Hombre de una discreción famosa en la comarca, Félix es una suerte de enciclopedia viva de los usos, las costumbres y los personajes del concejo cabraliego. Su padre, que tenía tan buena memoria como la suya, era un hombre de una edad considerable cuando él nació, así que los conocimientos y la información de los que hace gala son de primera mano y se remontan a más de un siglo.
Félix me hace ver que la casona de aquellos Borbolla, de los que él mismo es pariente, es la conocida como El Pedregal y está a unos metros de la casa donde conversamos, lo que quiere decir que las hachas de la Edad de Bronce pasaron un tiempo muy cerca del cuarto que he ocupado en mis muchas estancias en Puertas. Los tres hermanos Borbolla estaban casados con sobrinas, y los dos mencionados en los papeles de Soto Cortés estuvieron en América: José en Cuba y Fernando en México. “Se fueron”, añade Félix con una bella frase de sabor local, “sin falta de emigrar porque tenían posibles”.
El humilde labriego de Asiego quizás a su vez pariente mío que encontró las hachas debe de haberlas vendido por una cantidad insignificante a los Borbolla, quienes probablemente pasado algún tiempo las donaron a Soto Cortés, gracias a lo cual hoy están visibles (bueno, es un decir) en el museo regional.
En abril de este año, cuando pasé una semana en Oviedo antes de instalarme en la Universidad de Alcalá de Henares (http://bit.ly/b9xAiD ), el día mismo que confirmé con amargura que el museo seguía cerrado, ocurrió el pequeño milagro. Cenando en casa de un querido amigo se me ocurrió comentar la ironía de tan hispánica situación: mi creciente interés en el asunto, el cierre inoportuno del recinto, los inacabables años de obra. Entonces la mujer de mi amigo me comentó que llevaba trabajando desde hacía unas semanas para el museo, alojado de momento en una nave industrial a unos kilómetros de Oviedo. Me ofreció preguntar si podían enseñármelas. De pronto, después de esperarlo más de seis años, cuando había perdido toda esperanza de verlas próximamente, las cosas se daban con una absurda facilidad. Imagínese la expectativa con la que a la mañana siguiente, después hacer una confirmación telefónica, manejé hasta el polígono industrial de Silvota, en el vecino concejo de Llanera, donde di con la nave indicada, indistinguible por cierto desde el exterior.
En una caja de peso considerable, de plástico, envueltas con todo cuidado, me estaban esperando las hachas de la Edad de Bronce encontradas en el Asiego prehistórico de la infancia de mi abuelo. No sólo eso: al poco rato llegó uno de los historiadores titulares del museo, que me dio una pequeña clase sobre ellas mientras yo las examinaba con detenimiento.
Por razones distintas a las mías, el entusiasmo que las hachas provocan en el experto del Museo Arqueológico de Asturias se va haciendo más evidente conforme habla. A manera de epígrafe, dice que en algún lugar Suetonio cuenta que en un lago de Cantabria, en otra época el nombre de una zona del norte ibérico que incluía el oriente asturiano, cayó un trueno y que en ese mismo lugar aparecieron doce hachas como las que tengo delante.
Después de datarlas aproximadamente entre el 1800 y 2000 antes de Cristo, me hace notar que son bastante masivas (es decir que tienen mucha materia, al grado de que alguna de ellas pesa un kilo), relativamente grandes y bien labradas, lo que hace que a pesar de su sencillez sean, dice, “bárbaras”. La característica peculiar de este conjunto de hachas es que, además de ser planas y longilíneas, son de talón ancho. Lo más probable es que se hayan fabricado cerca de Asiego; si no en la aldea misma, sin duda en la zona de Cabrales, que fue productora de cobre desde tiempos muy remotos.
El famoso Ötzi, sigue diciéndome, un hombre prehistórico hallado en un glaciar de los Alpes que data aproximadamente de 3200 antes de Cristo (según su descripción, “un cazador que murió con todo lo que llevaba encima”), tenía un hacha de éstas, atada a un mango de tejo (http://bit.ly/9NE36k ).
Podían ser armas, desde luego, pero también lingotes y quizás hasta servir como moneda, lo que los hacía “objetos de prestigio”. El historiador me hace entender la situación paradójica de sociedades “muy ancladas en la subsistencia” que al mismo tiempo poseían tan valioso metal. Las hachas, que son catorce, se encontraron seguramente en un fardo, nuevas: lo que se llama un ocultamiento de fundidor. Toda Europa está llena de ocultamientos como el descubierto en Asiego, que pueden deberse, me explica, a momentos de inseguridad que obligan a esconder unas piezas que luego no son recuperadas, o a que se trata de ofrendas votivas.
Es posible que en Asiego se hayan encontrado en el sitio de El Táranu, cuyo nombre al parecer lleva implícito el de una divinidad relacionada con el trueno. Las hachas de la Edad de Bronce encontradas en el pueblo de mi abuelo durante su niñez le añaden un toque inquietante a lo que sé de la época y el lugar de los que salió al emigrar en 1923 a México.
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El fragmento del mapa de Cabrales, con el detalle en el que puede verse la localización de Asiego, lo tomé de Cabrales, Peñamellera Alta y Peñamellera Baja, número 7 de la serie Asturias, Concejo a Concejo del Real Instituto de Estudios Asturianos (Oviedo, 1997). Las imágenes en blanco y negro de las hachas provienen del Catálogo de las Edades de los Metales del Museo Arqueológico de Oviedo (Oviedo, 1982).
Hola Fernando...me pareció muy interesante tu investigación...gracias...Bettiana
ResponderEliminarMás de 12,500 entradas ¡Felicidades! Como siempre, interesante y entrañable. Tu admiradora secreta
ResponderEliminarel de la foto es mi abuelo enrique jej un beso
ResponderEliminarHola Fernado.
ResponderEliminarSoy Juan, aunque no vivo en Asturias, mi familia procede de Asiego también, siempre me he preguntado donde se hayó el "tesoro", lo he preguntado en el pueblo y no encontré nadie que me lo dijese, per ese motivo tu árticulo me parece muy interesante. Curiosamente el Tárano es uno de los lugares mis lugares favoritos y suelo visitarlo cada vez que voy al pueblo.
Parce ser que el Museo ya está abierto y estas y otras piezas están expuestas, este verano no dejaré de visitarlo y todo estp gracias a tu artículo.
Muchas gracias
Juan