domingo, 7 de abril de 2013

Versos marinos del Capitán Aldana


Para otra ocasión quedarán mis comentarios sobre estos esplendorosos y bellísimos versos, que se cuentan entre mis preferidos de la poesía en español. Todo es asombroso en ellos: la vitalidad de la que siguen impregnados a más de cuatro siglos de haber sido escritos, la flexibilidad perfecta con la que fueron aprovechadas sus características formales, la exquisita sonoridad con que se suceden sus rimas y sus encabalgamientos, todo ello al servicio de la gracia con que están expresadas las visiones y las sensaciones marinas. 
La célebre Carta para Arias Montano sobre la contemplación de Dios y los requisitos della del capitán Francisco de Aldana, fechada en 1577, está suficientemente reproducida y comentada por lo que no es necesario hacer una exposición de sus peculiaridades y mucho menos copiarla completa. Por eso me limitaré a reproducir los versos que prefiero: los sesenta y nueve endecasílabos en los que el Divino Aldana —como fue llamado nada menos que por Cervantes— pondera al gran humanista Benito Arias Montano las virtudes de la vida a la orilla del mar. Como sea, me es imposible dejar de señalar un par de detalles mínimos que selecciono un poco azarosamente, de la misma manera en que podía haber escogido muchos otros: por un lado, la fortuna con la que están utilizadas la aliteración y la paranomasia en este delicioso terceto en el que la sintaxis y el encabalgamiento reproducen la sensación del movimiento del pez:

donde el secreto, artificioso pece
pegado está, y en otros despegarse
suele y al mar salir, si le parece, 

y por el otro la soberbia imagen, una de mis preferidas del poema, en que se describe un barco en el mar a la distancia y en la que cada palabra, sobre todo los tres adjetivos del verso intermedio, el desplazamiento del sustantivo hasta el verso final e incluso la puntuación misma del terceto, añaden belleza y perfección a una delicada miniatura:

También verás correr por la marina,
con sus airosas tocas, sesga y presta,
la nave, a lejos climas peregrina. 

Aunque no tengo la clásica de Rivers, poseo hasta tres ediciones del poema y ninguna me satisface plenamente. La que primero llegó a mis manos, por cierto hace más de un cuarto de siglo, es la de El Equilibrista, de 1987. Diseñada por Gonzalo García Barcha, es una edición hermosa pero inútil: hermosa por lo afortunado de su pequeño y proporcionado formato, el buen gusto utilizado en la selección de los papeles de portada e interiores y hasta por la cómoda disposición de tres tercetos por página; inútil no porque carezca de cualquier género de prólogo o notas, lo que bien puede no importar tratándose de una edición perfectamente justificada del texto limpio del poema (como hago yo ahora en Siglo en la brisa) sino porque está copiado en molestísimas letras cursivas, lo que quita cualquier gusto a su lectura. 
Tengo también el poema en el volumen dedicado al Renacimiento de la antología en dos tomos de Blecua editada por Castalia en 1984, en la que el texto está copiado de manera corrida, con notas que comentan algunos versos sin que esté justificada la razón de que sean ésos y no otros los que merezcan aclaración. 
Todavía tengo una tercera edición, que es la que prefiero y utilizo, la erudita de José Lara Garrido publicada por Cátedra en 1985, primero, e impresa luego en México en 1990 por Rei. El defecto que tiene es que aclara asuntos de verdadero calado (el contenido agustiniano del poema, por poner un ejemplo) pero deja de lado otros más superficiales que con frecuencia son los que el lector común prefiere resolver. 
Como sea, es la edición a la que vuelvo una y otra vez y la que uso ahora para cotejar las versos del poema que reproduzco más abajo, y que por comodidad he copiado de internet. De ella es que transcribo al final de los versos, aunque desnuda de referencias bibliográficas, la nota que da cuenta de la afición de Arias Montano por los caracoles y ayuda a entender algunos versos del pasaje marítimo del gran poema español del siglo XVI.


Carta para Arias Montano sobre la contemplación de Dios y los requisitos della [versos 364-432]
Por Francisco de Aldana
[…]
Quiero también, Montano, entre otras cosas,
no lejos descubrir de nuestro nido
el alto mar, con ondas bulliciosas:

dos elementos ver, uno movido
del aéreo desdén, otro fijado,
sobre su mismo peso establecido;

ver uno desigual, otro igualado,
de mil colores éste, aquél mostrando
el claro azul del cielo no añublado.

Bajaremos allá de cuando en cuando,
altas y ponderadas maravillas
en recíproco amor juntos tratando.

Verás por las marítimas orillas
la espumosa resaca entre el arena
bruñir mil blancas conchas y lucillas, (1)

en quien hiriendo el sol con luz serena,
echan como de sí nuevos resoles
do el rayo visüal su curso enfrena.

Verás mil retorcidas caracoles,
mil bucios istrïados, con señales
y pintas de lustrosos arreboles:

los unos del color de los corales,
los otros de la luz que el sol represa
en los pintados arcos celestiales,

de varia operación, de varia empresa,
despidiendo de sí como centellas,
en rica mezcla de oro y de turquesa.

Cualquiera especie producir de aquéllas
verás (lo que en la tierra no acontece)
pequeñas en extreno y grandes dellas,

donde el secreto, artificioso pece
pegado está, y en otros despegarse
suele y al mar salir, si le parece

(por cierto, cosa dina de admirarse
tan menudo animal sin niervo y hueso
encima tan gran máquina arrastrarse,

crïar el agua un cuerpo tan espeso
como la concha, casi fuerte muro
reparador de todo caso avieso,

todo de fuera peñascoso y duro,
liso de dentro, que al salir injuria
no haga a su señor tratable y puro).

el nácar, el almeja y la purpuria
venera, con matices luminosos
que acá y allá del mar siguen la furia.

¡Ver los marinos riscos cavernosos
por alto y bajo en varia forma abiertos,
do encuentran mil embates espumosos;

los peces acudir por sus inciertos
caminos con agalla purpurina,
de escamoso cristal todos cubiertos!

También verás correr por la marina,
con sus airosas tocas, sesga y presta,
la nave, a lejos climas peregrina.

Verás encaramar la comba cresta
del líquido elemento a los extremos
de la helada región, al fuego opuesta;

los salados abismos miraremos
entre dos sierras de agua abrir cañada,
que de temor Carón suelta sus remos.

Veráse luego mansa y reposada
la mar, que por sirena nos figura
la bien regida y sabia edad pasada,

la cual en tan gentil, blanda postura
vista del marinero, se adormece
casi a música voz, süave y pura,

y en tanto el fiero mar se arbola y crece
de modo que, aun despierto, ya cualquiera
remedio de vivir le desfallece. 
[…]

(1) “Aldana no sólo parece conocer la extraordinaria afición de Arias Montano por coleccionar conchas y caracoles marinos […] sino además las reflexiones que a propósito de la armonía de sus órganos y su belleza se hacen en la Naturae historia [del propio Arias Montano] […] De ahí las conexiones con el siguiente texto de Fr. José de Sigüenza, traducción de las páginas dedicadas a animales marinos en la obra de Arias Montano: 
‘Son un vivo sujeto de la sabiduría y providencia divina que nos despierta a su alabanza la consideración de sus ingenios. Son todos los de este género de un simplicísimo cuerpo sin huesos, sin nervios, sin artejos o miembros, mas de tanto arte y sagacidad dotados que saben hacer sus casas… donde esconden sus riquezas y tesoros que exceden todo el primor y arte de todo cuanto la habilidad y avaricia nuestra ha inventado y son mucho de culpar los filósofos griegos y latinos y de otras naciones que no hayan convertido la atención a una cosa tan rara y que tanta admiración entre todas las obras del autor de lo criado… Todos los pescados de este género, que se llama en latín limax o chochlia, en castellano no se sabe otro nombre que caracoles, que ni tienen huesos ni nervios, alas ni pies ni otros instrumentos sino un cuerpo sencillo… Tienen muy adaptados estos instrumentos para la perfección de su fábrica… 
Aquí se ven cosas tan extrañas, que es una perpetua idea y sujeto de las alabanzas divinas, porque apenas han inventado cosas los hombres que no se vea aquí ejecutada con mucho mayor primor… los matices y colores, tinturas con que van ordenando la fábrica del edificio, el lustre, los resplandores y luces que van ingiriendo, mezclando y perfeccionando, unos como de plata, otros de oro, de un rosicler y sangre más fina que la de los camines y granas; pues las mezclas que hayan y inventan para aventajarse del curso ordinario, las piedras y perlas finas que van contrahaciendo y adulterando, juzgará por torpísimo el arte de los más aventajados y sagaces ingenieros de los que han pretendido engañar a los hombres, si les compara con los de estos pececicos’”. (De Poesías castellanas completas de Francisco de Aldana, edición de José Lara Garrido, Rei México, 1990, página 455.)

__________________________
La epístola completa puede leerse en http://bit.ly/11XuaU8  

Las imágenes que no son de mis libros (el retrato de Arias Montano y las fotos de conchas marinas) las he tomado de internet, principalmente de la Wikipedia.

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