viernes, 25 de enero de 2019

Tupé es llevarlo

Tres veces he estado en Buenos Aires y las tres he regresado colmado de experiencias gratas, con la maleta cargada de libros. Además de eso, por supuesto, con amigos nuevos. Uno de ellos es el poeta, editor y librero Eduardo Ainbinder. Lo conocí en la primavera de 2015, cuando la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México que encabezaba Eduardo Vázquez Martín me invitó a participar en una mesa redonda sobre Deniz en la feria del libro de la ciudad porteña. 
Aquella vez, a la charla pública con dos escritores de apellidos perfectamente extraños para mí (Ainbinder, Fondebrider), no llegó casi nadie, pero eso, al menos para mí, no tuvo ninguna importancia, porque entré en conversación con uno de los participantes, quien había visitado a Almela hasta dos veces en México. Ya conté que, aunque participaba yo mismo en aquella mesa redonda que se desarrollaba en un auditorio casi completamente vacío, acabé tomando notas de cuanto mi nuevo amigo decía, con el propósito de escribir una crónica para este blog. Al final, cambié de idea y le pedí al propio Ainbinder que fuera él quien relatara por escrito sus dos visitas a Deniz. Poco tiempo después publiqué su texto en este espacio (el link, al calce).
Reunión de poetas: Ainbinder, Juan Carlos Cano, Jessica Díaz, 
Eduardo Milán y Tatiana Lipkes, el 27 de octubre de 2018
en la colonia Roma de la Ciudad de México.
Apenas en octubre pasado Ainbinder estuvo nuevamente en México y me encontré hasta en tres ocasiones con él: en el Café Jekemir de la calle de Regina, primero; luego, en la librería de la UNAM del viejo Centro Asturiano de Orizaba y Puebla (con una posterior comida en el restaurante Covadonga); por último, en la casa de nuestros amigos poetas Juan Carlos Cano y Tatiana Lipkes.
Restaurante Covadonga, 25 de octubre de 2018.
Al conversar con Ainbinder recuerdo ese alto grado de sofisticación, delicadeza y cultura literaria infrecuentes en México, esa inteligencia suave e irónica que ya he conocido en otros argentinos y que me hace sentir por ellos un enorme afecto y una gran admiración. En el café del centro, poco después de saludarnos un mediodía soleado aunque más bien tirando a fresco, supe por vez primera de Tupé
Mi amigo desplegó sobre la mesa los seis números que han aparecido a la fecha de la revista que edita desde 2003. Se trata de una publicación singular: se parece a la que hice en mis tiempos mozos con algunos amigos en los tiempos de la Facultad, en el sentido de que es editorialmente sencillísima, porque el acento está puesto en los textos mismos, sin la impertinencia del diseño protagónico, pero también se parece a la que me gustaría hacer ahora mismo, muchos años de después, de regreso de tantas cosas. Ésta es, quizás, una buena manera de describirla: es una revista que está de regreso de las cosas.
El director de Tupé me explica lo que hace con ella: imprime cien ejemplares, que paga él mismo y distribuye entre amigos y conocidos. “¿Qué quiere decir esa palabra?”, le pregunto… “¿peluquín, que es lo que significa para mí?” Mi amigo argentino me contesta que la palabra tiene un doble significado: por un lado es ‘peluquín’, desde luego, pero por el otro significa “atrevimiento, desfachatez”.
Novo, en el famoso retrato de Álvarez Bravo. Fuente: internet.
De ahí, sigue explicándome, la expresión “tener el tupé de hacer tal o cual cosa”. Eduardo la ilustra con un ejemplo tomado nada menos que de Salvador Novo: “Tupé es llevarlo”, dice que escribió o dijo el poeta mexicano, en una frase que sintetiza las dos acepciones de la palabra. ¿Sorprende que aparezca Novo en ese lugar? El número inicial de Tupé (diciembre de 2003) abre precisamente con un soneto suyo. Lo que dice ese poema, su tono, el tupé, diríamos ahora, que ostenta, hablan de parte de las intenciones de la revista:
Plegad vuestra Bandera provinciana,
imprimidla en papel de clase fina,
que pueda aprovecharse en la letrina
en premio a vuestra musa soberana.
Yáñez, Ulloa, Franco, Vidrio, Arana,
polluelos de parvada clandestina,
id a que condimente Valentina
vuestra cresta prolífica y temprana.
Salid, pero salid en quince días,
gaceta literil; váyanse lejos
vuestras inteligencias tapatías.
Y no nos chinguéis más, niños pendejos,
que son vuestras bucólicas poesías,
reflejos de reflejos de reflejos.

El número uno de Tupé trae a continuación otro soneto de Novo (“Escribir porque sí, por ver si acaso”), un poema de Francisco Madariaga (“Los poetas oficiales”), un texto narrativo de Archibaldo Burns (“Punto de reunión. Jippies y yippies”), un poema de Antonio Delfini traducido por Ernesto Montequin (“Es mi deber escribir mala poesía”), los principales textos críticos de Gerardo Deniz sobre José Emilio Pacheco (“Fanerogamita”, “El joven parco” y “Pacheco bajo el microascopio”), y un poema del propio Ainbinder (“Qué bueno sería encontrarme”).
Tupé, como es evidente por este índice, tiene una visión ácida del mundo literario de aquí y de allá. Pero lo más singular y acaso interesante de su propuesta es, también como puede verse en ese índice, que abreva de textos publicados anteriormente, que combina muy de vez en cuando con algún inédito. Así, cada número es una antología trabajada con todo propósito, buscando una unidad de sentido. Una suerte de contexto desde el cual pensar la poesía hoy. Ya habrá tiempo, más adelante, de entrar en detalles y ver con cuidado otros índices. Limitémonos a mencionar, de momento, el más reciente, el sexto (febrero de 2016), porque revela, tanto como el primero, otras intenciones de Tupé: la traducción de textos poéticos. Ese número, el último a la fecha, reproduce en edición bilingüe un solo poema, “Un anochecer cualquiera en New Heaven” de Wallace Stevens, en traducción de Darío Rojo y Jorge Salvetti.
Una vez que han pasado algunas semanas de su visita a México, escribo a Eduardo Ainbinder para preguntarle, verdaderamente interesado, qué libros se llevó consigo de aquí, cuáles descubrió, como si representaran un territorio apetecido para el cual él tiene una brújula, además de especialmente eficaz, distinta a la que puedo yo tener. Esto es lo que me contesta:
Encontré libros que hubiese querido comprar pero estaban fuera de mi alcance, como el Carroll de Ulalume González de León o la primera edición de Diario de muerte de Enrique Lihn. Entre los que me traje figuran Insectos y poesía griega, una conferencia que Lafcadio Hearn le dictó a estudiantes japoneses en su clase de literatura inglesa (Verdehalago); Recordando a William Carlos Williams de James Laughlin (Mangos de Hacha); Juntando mis pasos, el libro de memorias de Elías Nandino (Aldus); Alguna poesía brasileña. Antología (1963-2007), compilada y traducida por Rodolfo Mata (UNAM); la reedición de las XV Fabulillas de animales, niños y espantos de Leduc con las viñetas originales de Leonora Carrington y algunas de las cartas que ella le dirigió a él (Vaso roto); y por último Un año de bondad, un extraño y divertido libro de Alberto Blanco sobre el collage (SEP).

Seguido de este catálogo, útil para quienes se interesen en los buenos libros, especialmente de poesía, publico las imágenes de las portadas de los seis números que a la fecha han aparecido de Tupé para que las conozcan los amigos de Siglo en la brisa.

Novo, Madariaga, Burns, Delfini, Deniz, Ainbinder.
Hazlitt, Díaz Mirón, Banchs, Greiff, Reyes, Madariaga, Girri, Ocampo.
Bianco, Carreras-Vasseur, Wilcock, Edwards Bello, Leduc, Vallejo, Smith.
Girri, Tallemant des Réaux, Baudelaire, Moreno Villa, Cortázar, Díaz Mirón, Boccaccio.
(Insectario) Rubio, Ocampo, Wilcock, Eguren, Rega Molina, Tablada, Lihn,
Ponge, Donne (versiones de Girri y Deniz), Rubio, Girri, Novo, Quevedo, Lawrence, Giannuzzi, Raimondi, Hernández, Bouza.
Stevens.
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Más sobre Eduardo Ainbinder en este blog:
Deniz en Buenos Aires, https://bit.ly/2GJpAIp

Foto: FF
Otras entradas argentinas en Siglo en la brisa:
El gomero de la Plaza San Martín, https://bit.ly/2LFUqR2
Los encantos del sistema decimal, http://bit.ly/11Q3oP7
Borges en los baños de San Ildefonso, http://bit.ly/9aenhb 
Borges descubre la poesía, https://bit.ly/2Tjox3l
Cartas de Néstor Perlongher, https://bit.ly/2TdUUjz
David Huerta evoca a Perlongher, http://bit.ly/1GpA6ft


viernes, 18 de enero de 2019

En los azules botareles de aire

En el recuerdo me parecen trompas de elefantes adornadas según el gusto oriental. Cuando veo nuevamente las fotos que les hice los últimos días de enero de 2018, advierto que se adosan al edificio al que sirven de apoyo, y se yerguen, mediante una curva elocuente y algo retórica, como riñones sacados de proporción, para descansar en unas columnas posadas en el suelo cerca de nuestros pies, que las contemplamos con ojos perplejos.
Cuando hago el ejercicio de evocarlos sin buscar las fotos que les hice, pero también cuando los vuelvo a ver en ellas, los famosos contrafuertes barrocos del templo de Santa Rosa de Viterbo de la ciudad de Querétaro vuelven a producirme la sensación que tuve cuando los vi por primera vez, a fines de enero del año pasado: una caprichosa curiosidad.
Acudí a la capital queretana porque había pasado los días finales de 2017 leyendo cuanto pude conseguir sobre Maximiliano, y especialmente sobre el sitio de Querétaro, el cual marcó el final de su triste imperio, y quería ver con mis propios ojos los espacios donde pasó sus últimas semanas. La historia de aquel fugaz régimen, estrafalario y trágicamente romántico, se parece a esos botareles: un capricho que ayuda a sostener, como si fuera un contrafuerte adornado de una insólita manera, la construcción histórica del presidente Juárez.
El catre de viaje de latón, propiedad de Maximiliano,
que se muestra en el Convento de la Cruz, en Querétaro. Foto: FF
Como el segundo imperio mexicano, no puedo decir que me gustan; son una extravagancia, me parece, y, picado por la curiosidad que producen en mí, acudo al papel a poner por escrito mis impresiones, acompañadas de un puñado de fotos para compartir con quienes siguen este blog
En este mismo espacio publiqué el texto que leí en la presentación de El vaso de tiempo de David Huerta (el link, al calce). En ese libro, mi amigo poeta cuenta que descubrió el arte de la arquitectura cuando uno de sus tíos lo llevó a contemplar los contrafuertes queretanos, que él llama, con hermosa palabra, “botareles”. David se refiere a ellos y pasa luego a relacionarlos con un afortunado verso de Muerte sin fin: “en sus azules botareles de aire”. Como verá quien lea, por cierto, en la misma estrofa está el verso de donde salió el título de su libro. Aquí el pasaje de Gorostiza:
Es el tiempo de Dios que aflora un día,
que cae, nada más, madura, ocurre,
para tornar mañana por sorpresa
es un estéril repetirse inédito,
como el de esas eléctricas palabras
–nunca aprehendidas,
siempre nuestras–
que eluden el amor de la memoria,
pero que a cada instante nos sonríen
desde sus claros huecos
en nuestras propias frases despobladas.
Es un vaso de tiempo que nos iza
en sus azules botareles de aire
y nos pone su máscara grandiosa,
ay, tan perfecta,
que no difiere un rasgo de nosotros.

David Huerta, marzo de 2016. Foto: FF
Hace Huerta una de esas incursiones filológicas, tocadas por su inmenso talento poético, que hacen tan sabrosos sus ensayos sobre poesía, y esto escribe, sobre la palabra misma, “botareles”:
Veía o entendía yo, vagamente, la presencia de otras palabras como enterradas en la palabra “botareles”: el verbo “botar” –como en el acto de “botar las naves”–, el vocablo “botes” –y un sinónimo: la voz “bajeles”. “Botar los bajeles”: botareles

Me gusta pensar que los lectores de David podrán encontrar frescas e invitantes estas imágenes hechas por un aficionado apenas (a la arquitectura, desde luego, pero también a la fotografía) que fueron tomadas ahora hace casi un año, y que publico sin otra intención que poner forma y color a una palabra especialmente hermosa.

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Sobre El vaso de tiempo, de David Huerta: una apasionada defensa de la tradición, https://bit.ly/2M7pPMq


Más sobre arquitectura en este blog:
En elogio del Periférico, https://bit.ly/2K8y6lz
Luis Barragán, el hombre libre, http://bit.ly/2pShTlB
Alberto Kalach, dos cabañas junto al mar: https://bit.ly/2trBai5
Carlos Mijares en Michoacán, http://bit.ly/QFoXOY
Ruinas de Antigua, http://bit.ly/Ub423w
Atlatlahucan, https://bit.ly/2yAMM7B
A las vueltas con Vladimir Kaspé, http://bit.ly/sSM2Ql