domingo, 30 de mayo de 2010

Trilce, XXXIV (Mis poemas preferidos, 6)


Se acabó el extraño, con quien, tarde
la noche, regresabas parla y parla.
Ya no habrá quien me aguarde,
dispuesto mi lugar, bueno lo malo.

Se acabó la calurosa tarde;
tu gran bahía y tu clamor; la charla
con tu madre acabada
que nos brindaba un té lleno de tarde.

Se acabó todo al fin: las vacaciones,
tu obediencia de pechos, tu manera
de pedirme que no me vaya fuera.

Y se acabó el diminutivo, para
mi mayoría en el dolor sin fin,
y nuestro haber nacido así sin causa.

¿Puede un lector, no por fuerza acostumbrado a leer poesía, decir cuál de los catorce versos de este poema tiene un franco rasgo de modernidad? A quien replique, quizás sin equivocarse, que eso se puede decir no sólo de uno de ellos, le aclaro que me refiero a uno que intenta una expresión más allá de las mismas palabras, en el sentido al que me refería en un artículo reciente (Cf. http://estepais.com/site/wp-content/uploads/2010/05/25_fernandez.pdf).
Es verdad que este poema, el número XXXIV de la serie publicada en 1922 por César Vallejo bajo el nombre de Trilce, es uno de los menos complejos de un libro considerado entre los más radicales de la poesía escrita en español. Si me atrapó desde el principio fue, quizás entre otras razones, porque prometía un margen de legibilidad que en la mayoría de los otros se me negaba. La crítica ha señalado su peculiar forma de semi-soneto y algunas “licencias” —por ejemplo, no respetar los requisitos del molde métrico al repetir tres veces la palabra “tarde” al final de verso, o la mezcla de dos medidas silábicas—, que le dan una apariencia de composición “a medio hacer, restos de una etapa anterior” (Neale-Silva). Si bien es cierto que ha sido considerado “modesto ante la audacia formal” del poeta, no se han dejado de señalar algunos complejos equilibrios internos (Ortega).
Viviendo en España me volví admirador de Vallejo, del cual unos cuantos poemas me parecen, como a muchos otros lectores, algunos de los más extraordinarios intentos de expresión poética de la modernidad en nuestra lengua. 
En la biblioteca del Fontán de Oviedo estaban, entre otras, algunas ediciones de Juan Larrea y Georgette Vallejo que me pusieron al tanto de las divergencias interpretativas y biográficas que apartaron a uno de los amigos del poeta y su mujer. Pero el mejor hallazgo fue para mí la edición de Trilce de Julio Ortega (Letras Hispánicas, núm. 321, Cátedra, quinta edición, 2003), quien anota cada uno de los 77 poemas del libro tomando como punto de partida lo que han dicho los principales especialistas. 
Al menos en términos de divulgación, ese título es uno de los imprescindibles de la bibliografía dedicada al tema y, junto a la serie de ensayos de los principales conocedores que recopiló el mismo crítico para la serie “El escritor y la crítica” (Taurus, 1974), la mejor recomendación que puedo hacer para iniciarse en la obra del poeta de las dos Otilias.
(Si me fijo en la peculiaridad relacionada con ese nombre germánico no es sólo porque sea el de la nuera de Goethe, que organizaba aquellas simpáticas excursiones al bosque a escuchar el canto de los ruiseñores, sino porque me ha acompañado toda la vida: así se llama mi madre. 
En efecto, hubo dos Otilias en la vida de Vallejo: la primera, una sobrina de su misma edad “que fue la primera figura femenina reconocible en su vida amorosa”, y la segunda, la “joven limeña que Vallejo [conoció] a fines de 1918 y con la que [tuvo] una apasionada relación erótica” (José Manuel Oviedo).)
Por desgracia, no es éste el lugar para ahondar en el análisis del poema. Me gustaría, por ejemplo, buscar la clave del uso afortunado de ciertas reiteraciones y frases (“té lleno de tarde”, “obediencia de pechos”); determinar la lógica que hay detrás del reparto en apariencia caprichoso de sus rimas, y quizás hasta poner en duda la convicción al parecer generalizada de que el “diminutivo” al que se refiere el antepenúltimo verso, es el de un nombre… Pienso, como Iberico, que el poema “evoca con lírica ternura un pasado idílico” pero añadiría que la ruptura acaba de suceder, matiz que me parece crucial para leerlo con precisión. De ahí la naturaleza de ese discurso lleno de nostalgia inmediata, pero también vacilante y repetitivo, que elige intuitivamente las imágenes que dan cuenta de lo perdido cometiendo “faltas” de forma y lenguaje.
El verso que más me gusta, y que me parece un ejemplo de recurso moderno utilizado con maestría, da cuenta de lo que en términos de expresividad había alcanzado Vallejo en Trilce. Los lectores de Siglo en la brisa, ¿han dado con él? Entre lo que el poeta enlista para referir lo que se ha acabado con la relación amorosa, añade esta oración que parece un poco torpe: “tu manera / de pedirme que no me vaya fuera”. Quizás deba corregir: no “torpe” sino coloquial: “irse fuera”. Si nos fijamos bien, la palabra “fuera” tiene dos significados. Como sinónimo de “afuera”, entendemos que ella pide al poeta que no se ausente del espacio hipotético en el que ha transcurrido la relación amorosa.
Pero si lo entendemos, como me gusta hacer a mí, como forma verbal, el verso hace una reiteración colmada de expresividad: entre las que cosas que han llegado a su fin con la ruptura, Vallejo evoca la manera en la que ella le pide, casi como un ruego, que no se vaya tal como muchas veces le había pedido que no se fuera.
Releo el verso y no puedo dejar de sentir la reverberación que produce el salto entre una forma verbal y la otra, lo que trae a mi mente el inicio de una canción de Francisco [sic] García Lorca en la forma en que la canta Morente: “Y de pronto, no estaba el pájaro en la rama” (Lorca, 1998). 
¿No sentimos que la rama sigue vibrando por el impulso que ha debido de tomar el pájaro para echar a volar? Así el verso de Vallejo: amplificada en una suerte de crecimiento geométrico, la súplica de ella sigue vibrando en la memoria de él tal como vibra en la mía siempre que leo el poema.

De la misma serie en este mismo blog:
Mis poemas preferidos, 1. “¿Serás amor un largo adiós…” de Pedro Salinas. http://oralapluma.blogspot.com/2010/01/mi-poemas-preferidos-1.html
Mis poemas preferidos, 2. “Boscán tarde llegamos. ¿Hay posada?” de Lope de Vega. http://oralapluma.blogspot.com/2010/01/mis-poemas-preferidos-2.html
Mis poemas preferidos, 3. “El viaje definitivo”. Juan Ramón Jiménez. http://oralapluma.blogspot.com/2010/02/el-viaje-definitivo-mis-poemas.html
Mis poemas preferidos, 4. “El terceto más vertiginoso de la poesía en español”. Andrés Fernández de Andrada. http://oralapluma.blogspot.com/2010/02/el-terceto-mas-vertiginoso-de-la-poesia.html
Mis poemas preferidos, 5. “No a todo alcanza amor”. Macedonio Fernández. http://oralapluma.blogspot.com/2010/02/macedonio-viene-cuento.html



(La celebérrima foto que abre este post, que ha sido utilizada en infinidad de ocasiones —cada vez que se habla del poeta, como portada de libro, como imagen de billete...—, fue tomada en Versalles; al lado de Vallejo aparece su mujer, Georgette. En la mano que agarra el bastón puede verse su famoso anillo de cornalina, que medía dos centímetros y medio de largo y dos de ancho.) 

4 comentarios:

  1. Fergus, me encanta el poema. Sobre todo :

    Se acabó todo al fin: las vacaciones,
    tu obediencia de pechos, tu manera
    de pedirme que no me vaya fuera.

    Chingón de cabo a rabo. Me encanta cuando se enumera en un poema. Y Me fascina que se pase las reglas del soneto por el forro.

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  2. más allá de ortega y los millones de comentadores y de tesis doctorales
    este poema para mí es el final del segundo matrimonio y las tardes donde hablaba con esa mujer

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  3. De acuerdo, Xavi. De cabo a rabo.
    Costa sin mar: gracias por comentar el post.

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  4. Recuerdo que nuestro querido Alí Chumacero me dijo alguna vez que le desconcertaba la poesía de Vallejo. Le asombraba el desparpajo con que remataba las frases, algunas veces con un pie quebrado, algunas otras con una contundencia que hacía temblar todo el resto del poema. Le desconcertaba y le gustaba. Es sin duda uno de los poetas que encontraban en la poesía, además de un hondo sentido, un ritmo paipitante y finalmente,la música de la palabra. Te envío un abrazo, querido amigo.

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