lunes, 22 de febrero de 2010

Eduardo Casar: "Escribo como un animal entrenado"




La publicación de Grandes maniobras en miniatura, libro que ganó el Premio Internacional del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz —y en cuya presentación participé el pasado sábado en la Feria de Minería de la UNAM—, me permite acercarme a su autor, Eduardo Casar (México, 1952), y hacerle algunas preguntas sobre su obra poética.


Veo que tiendes, más decididamente que nunca, a la rima como recurso poético. ¿Se trata de una decisión consciente o es una tendencia natural?
Se trata de una decisión consciente: me gustó mucho un librín que leí de Mirta Rosenberg, que se llama El árbol de las palabras, publicado por Bajo la luna. Es una poetisa de Rosario, no castellanos sino argentina, que usa muchas rimas internas y creo que internalicé sus procesos: a mí me gusta mucho leer a mis contemporáneos: son de quienes más aprendo.
¿Cómo te explicas la tendencia a buscar, a menos de palabra, cierta pequeñez: la escala, la miniatura, la parvedad…?
Creo que un poema es una pequeña pieza de orfebrería verbal, por el trabajo de limadura de contornos que uno le hace (cuando lo hace; cuando no, no). Por eso entré a la idea de miniatura. Luego me encontré un articulito de Bachelard que se llama “El mundo como capricho y miniatura”, publicado en Ensayos (de la ed. Amorrortu), donde explica cómo la miniatura nos hace fijarnos más en los detalles, porque está hecha de detalles.
¿Y el que tus poemas se pueblen de dioses, si bien con minúsculas?
A mí Dios y los dioses me caen muy bien porque siempre me imagino el trabajo del carajo que han de haber tenido cuando existían: eso de estar atentos a si un simple mortal de los mil millones que habitan el planeta se echa un pedo en una fiesta y se desplaza rápidamente para que nadie lo culpe, me da ternura. Me da una lástima teñida de una especia de ternura despreciativa la gente que cree en Dios o en los dioses.
¿Cómo se ha dado el resurgimiento tan evidente de la persona y la voz de Julio Cortázar?
Creo que Él se me aparece: para mí, como dice Celorio, la vida fue a.c. y d.c. (antes de Julio Cortázar y después de Julio Cortázar).  Las relaciones que uno guarda con los libros y el lenguaje que es producto de ciertos autores son plenamente afectivas. Nunca he ocultado mi deuda con él y con Rosío [sic] Obregón, quien fue la que me lo presentó. Soy un señor orgulloso de mis raíces. Y ahora cada vez más Julio se me aparece, como que ya nos vamos a encontrar otra vez.
¿Ha cambiado tu manera de usar el sentido del humor como herramienta poética?
Lo que pasa es que yo no busco tener sentido del humor o demostrarlo, pero la oscilación del significado de las palabras siempre me da como cosquillas.
¿Estás en una etapa más creativa que otras anteriores, o sólo es que estás publicando tus textos con mayor facilidad? Si es así, ¿a qué se debe eso?
La verdad es que, aunque suene mamón, me siento muy dueño de mis capacidades expresivas. Lo de publicar es otra cosa: te diré que casi no he hecho esfuerzos para publicar: la amistad, básicamente, es la que me ha llevado a eso.
¿Cuál fue la idea que guió en la selección de los poemas que aparecen en tu Ontología personal
Los poemas de la Ontología personal, que se publicó por Conaculta cuando tú fuiste el Director de Publicaciones, fueron seleccionados con un único criterio: poner ahí los poemas de mis distintos librines que siempre suelo leer cuando leo en público en voz alta: son lo que Eraclio Zepeda (mi maestro) llama "poemas palenqueros".
¿Qué te une y qué te separa de otros poetas de tu generación?
Debo confesar que nunca lo he pensado: yo no escribo como Langagne ni como Quirarte (a quienes admiro) ni ellos como yo: a lo mejor eso es nuestra generación.
¿Qué tanto ha influido en tu obra poética el pensamiento de Paul Ricoeur, a quien has dedicado recientemente tu tesis de doctorado?
Es curioso, pero nunca he “aplicado” nada de lo que sé de teoría literaria (a la que me he dedicado desde 1971) a mi propia creación literaria. Escribo simplemente como un animal entrenado.

¿Quién es José, a quien dedicas tu poema sobre el perro?
“José” es exactamente mi perro. Se llama José Velasco Casar, porque en perros siempre llevan primero el apellido de la madre.





Grandes maniobras en miniatura, de Eduardo Casar. Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Serie Letras, Poesía. Gobierno del Estado de México. Toluca, 2009.

Las fotos de Casar y José, son mías; la de Cortázar es de Mario Muchnik (gracias a Yaiza Santos por el dato) y la tomé de: http://www.revistacriterio.com.ar/bloginst/wp-content/uploads/2009/03/cortazar.jpg

2 comentarios:

  1. Felicidades a Eduardo Casar.

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  2. Excelentes preguntas y maravillosas respuestas de Casar, uno de mis escritores favoritos. De hecho, he reseñado dos de sus libros ( http://tienesungansoatras.blogspot.mx/search/label/Rese%C3%B1as%20de%20libros )
    Siempre es interesante leer algo sobre este poeta.

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