Este post es la tercera y última entrega de
un artículo sobre el diseño gráfico y los diseñadores que hicieron Viceversa a lo largo de los ocho años y
medio de su historia —entre noviembre de 1992 y mayo de 2001—.
Mi propósito al escribirlo no ha sido otro que corregir y completar la información que sobre la revista se ofrece en el libro de
Giovanni Troconi Diseño gráfico en
México. 100 años. 1900-2000, editado por Artes de México y Conaculta. La
semana pasada me referí al trabajo de Rocío Mireles y Leonel Sagahón, quienes la
diseñaron durante su primer año y medio (del número 1 al 14); ahora
toca el turno a quienes trabajaron para Viceversa durante los siete años que
siguieron (entre los números 15 y 96): Álvaro Fernández Ros, Rodrigo Toledo
Crow, José Luis Silva, Soren García Ascot y Carlos Rabiella.
Álvaro Fernández Ros
(del número 15 al 28)
Recién
llegado de España, donde había diseñado algunas publicaciones como El Paseante o El Europeo, Álvaro Fernández Ros imprimió su estilo a Viceversa desde el primer número que tuvo
a su cargo, marcando la primera diferencia importante con el diseño original de
Rocío Mireles.
Para cuando me lo presentaron, Álvaro trabajaba para El
Equilibrista, editorial de la que era socio fundador y a la que contratamos durante los primeros seis números tal y como habíamos hecho con la empresa de
Rocío primero y después con la de Leonel. Después, Fernández Ros se independizó y fue apoyado desde el interior de la revista por José Luis Silva, que hacía las veces de "formador". Conocido en fechas recientes sobre
todo como cartonista, Álvaro ha abandonado al parecer definitivamente el diseño
gráfico. Quien haya visto sus cartones puede darse una buena idea de cómo es él, y su
diseño no era muy diferente: fino, sobrio, de cuando en cuando un tanto insondable.
Se caracterizaba por la rotación de las tipografías y el uso de las plastas de
color, cosa que a veces nos daba algún disgusto en imprenta.
Una de sus primeras
entregas tenía una portada tan acertada (número 21, de febrero de 1995) que hoy
mismo pervive en la memoria de no pocos lectores: en una foto de Benjamín L.
Alcántara, una chava con los ojos en blanco flota en un noventero rave.
Al poco de dejar Viceversa, de donde pasó a la Editorial Santillana, lo invité a que
pusiera por escrito sus conclusiones sobre el trabajo que desarrolló en la
revista, por lo que hay un testimonio impreso de su paso por ella (número 29, octubre de 1995).
Después de citar el título de un libro de Bob Gill, Olvide todas las reglas que le han enseñado sobre el diseño gráfico,
incluso las de este libro, explica que no
hizo grandes cambios (interesante que sea ésa su percepción, con la que no
estoy de acuerdo). Dice por ejemplo que respetó las
tipografías Goudy y Futura, que hasta entonces habían
caracterizado a la revista, y que muy por encima de esteticismos había apostado
por una comunicación eficaz hecha de soluciones intuitivas. También se refiere a algo que fue
crucial en el desarrollo de nuestra publicación: el diseño tiene la función de servir, de acompañar y de resaltar; es un medio y nunca un fin en sí mismo. A la faceta
de Álvaro como cartonista he dedicado ya un texto (http://bit.ly/T04YrX) en el que comenté de paso el libro
que hicimos juntos, La casa de las mil
ventanas, sobre el estudio de Joaquín Clausell en el antiguo palacio de los
Condes de Santiago de Calimaya.
Rodrigo Toledo Crow
(del número 29 al 38)
Siempre
he dicho que el más sorprendente diseñador con el que he trabajado se llama Rodrigo Toledo Crow. Conforme a su temperamento, Rodrigo, que por
cierto tuvo también vínculos con El Equilibrista, era bastante imprevisible.
No
era raro que pasara la noche trabajando en las oficinas de la revista, al lado de un calentador eléctrico y envuelto en una manta, y que la llegada de
la mañana lo sorprendiera dormido encima del teclado. Cuando me piden que señale
algunos de los números que más me satisfacen de la historia de la revista, nunca
dejo de incluir algunos de los que hizo él en buena medida porque tienen una
sofisticada y lograda concepción de la ilustración. Véase por ejemplo el 34, de
marzo de 1996, dedicado a las drogas de diseño.
Como nunca, Viceversa se llenó de fascinantes
detalles para el ojo. En la portada que hizo para conmemorar los cien años del
nacimiento del cine, entre los paquetes de periódicos en los que está parado Orson Welles caracterizado como el ciudadano Kane, se descubre la portada
alternativa que teníamos para ese mismo número, y en la que puede reconocerse a la
directora Marisa Sistach en una foto de Santiago Kuri que formaba parte de un
reportaje sobre quince promesas de cine mexicano. Unos años después de irse de Viceversa, por los días en que el
empresario Sergio Autrey compraba la revista, todavía hice un libro con Rodrigo Toledo (La guía del buen bebedor, firmado
por Hernán Lara Zavala) en el que sus
virtudes brillan más que nunca.
José Luis Silva (del
número 39 al 49)
En un
primer momento “formador” de Álvaro Fernández Ros y Rodrigo Toledo, quienes se apoyaban en él para desarrollar ideas y ultimar detalles, José Luis Silva dio
tranquilidad a la editorial al ocupar en ella una plaza a horario completo. Buen intérprete de Viceversa, entendió su lógica y su funcionamiento al grado de poder hacerla con los ojos cerrados.
La madurez de la revista se alcanzó en sus tiempos, o quizás un poco antes, porque fue por esos días que ganamos por vez primera el premio de la Cámara de la Industria
Editorial como la mejor revista cultural del país. La foto que encabeza estas líneas, y que es de la mañana que acudimos en grupo a recibir el premio al Centro
Nacional de las Artes, pertenece a esa "época dorada" de la historia de Viceversa. De izquierda a derecha, salen en ella Roberto Max Erhsam (jefe de información), Ángeles Zamora (secretaria
técnica), José Luis Silva (diseño), el que esto escribe, Rodrigo Toledo
(diseño), Fernanda Solórzano (jefa de redacción), Mónica Braun (editora
ejecutiva) y Carolina Echeverría (gerente de ventas). Sólo faltan en ella
Israel Galina Vaca (corrección de estilo) y Cristina Faesler (encargada de
nuestra peculiar sección de moda, llamada Demodé). ¿Qué fue de José Luis Silva? Al revés de lo
que sucede con el resto de quienes hicieron Viceversa,
lo he perdido completamente de vista.
Soren García Ascot (del
número 50 al 91)
Soren fue la tercera persona relacionada con El
Equilibrista que trabajó para Viceversa y, con mucho, la que diseñó la revista durante más tiempo: nada menos que cuarenta y un números a lo
largo de tres años y medio. Por lo visto, al igual que Álvaro Fernández Ros, ha
abandonado casi completamente el diseño gráfico.
¿Es por eso que ni siquiera aparece mencionada en el libro de Troconi? Y eso que todavía después de Viceversa, hizo dos revistas más,
una para el CIESAS y otra para la Academia Mexicana de Ciencias. Según me
cuenta por correo, actualmente se dedica a “proyectos sociales preventivos y de
atención a la violencia”. También me recuerda que Mara Behrens, que comparte
con ella el crédito en un par de números (63 y 64, de agosto y septiembre de
1998) la ayudó con el correspondiente nuevo rediseño que a ella la tocó encabezar.
Algo tiene que haber
funcionado bien con Soren para que la revista renunciara al ritmo de un
diseñador por año que habíamos establecido convencidos de que es bueno que una revista
renueve periódicamente algo más que su planta de editores y redactores. En los tiempos de Soren lanzamos el suplemento literario Nagara (a partir del número 54, de noviembre de 1997, por cierto el del quinto aniversario), que
trabajó con un director invitado por mes y cuyas características gráficas hay que
adjudicarle a ella. Para nuestro sexto aniversario, la compañía de discos
Universal donó un disco que también diseñó ella, con imágenes del nuestro
amplio archivo fotográfico.
Carlos Rabiella (del número
91 al 96)
Una
vez adquirida Viceversa por Sergio
Autrey, hubo un sensato intento de juntar fuerzas con las otras publicaciones
de su propiedad, la desaparecida Paula
y la siempre estupenda Arqueología
Mexicana, ambas dirigidas por su esposa Marinieves.
Carlos Rabiella, que
trabajaba para la editorial que hacía esas revistas, fue compenetrándose con la dinámica de Viceversa hasta que
la tomó bajo su responsabilidad. Por desgracia, la sociedad con Autrey no pasó del primer año y en abril de 2001 decidimos de común acuerdo el cierre de sus
actividades. Los números finales de Viceversa (el último, el 96, al lado de estas líneas) hablan de la gran empresa que pudimos haber proyectado exitosamente hacia el futuro si la
sociedad hubiera funcionado tal como la planeamos originalmente. En las cinco entregas que hizo Rabiella no alcanza
a notarse su mano quizás porque la revista estaba muy encarrilada sobre
las bases de su diseño inmediatamente anterior.
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La portada que abre este post pertenece al número 53 de Viceversa, correspondiente a octubre de 1997. El diseño es de Soren García Ascot y la foto de Pep Ávila.
Salvo el retrato de Álvaro Fernández Ros, que es de su hijo Andrés, las imágenes de los diseñadores que ilustran esta entrega las he tomado prestadas de sus respectivas páginas en Facebook.
Más
sobre Viceversa en este blog:
De
Orwell a Trotski a Viceversa, http://bit.ly/MVDf7F
Números
de aniversario, http://bit.ly/KC5jkQ
Mis
diez portadas preferidas, http://bit.ly/cJMvf4
El
número de Scherer, http://bit.ly/feWfQk
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