La primera vez que la vi fue una noche más bien tarde, después de una de aquellas bulliciosas comidas del primer año de Viceversa. Estaba impresa en la portada de un ejemplar muy maltratado del unomásuno de aquel día, que encontré en el zaguán del edificio de las oficinas de la revista. Me la llevé a los ojos buscando la luz del único foco pelón que alumbraba a esas horas.
Lo que vi me pareció una imagen muy expresiva, por lo menos, de aquel momento político: un Presidente (Salinas de Gortari) en la cima de su poder personal y tres aspirantes a ocupar su sitio (dos secretarios de estado, Colosio y Zedillo, y el regente de la ciudad, Camacho), representando en público una escena llena de implicaciones invisibles, exactamente por los días en que el primero de ellos estaba por definir quién de los otros tres sería el nuevo candidato a la Presidencia por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Más tarde, al menos durante una época, pensé que aquella noche quizás yo estaba un poco borracho y cansado, y la impresión que la foto me causó se había debido en parte a eso. Como sea, porque el periódico estaba muy estropeado o porque me pareció que mi entusiasmo no era para tanto, lo volví a dejar en donde estaba y seguí mi camino.
Pasó el tiempo. Seis semanas más tarde, Salinas eligió a Colosio y Camacho hizo su patética rabieta. Luego asesinaron a Colosio, y Zedillo, su jefe de campaña y el que menos posibilidades tenía de ser elegido, se vio convertido en candidato y no mucho después, en Presidente… Un día como hoy de hace por lo menos una década, cuando el sexenio de Zedillo llegaba a su fin, unos siete años después de ver la foto por primera vez, se me hizo irresistible la idea de volver a verla y quizás hasta escribir sobre ella. En mi recuerdo, era soberbia: cada uno de los aspirantes aparecía mirando a un lugar diferente, sin dejar de hacer lo posible por ganarse la atención del Presidente, señalando hacia lugares distintos…
Aprovechando que conocía a un fotógrafo del unomásuno, solicité una copia de la portada del día… ¿qué día? Tuve que hacer cálculos: era forzoso, por supuesto, que fuera antes de que Salinas se decidiera por Colosio pero ya por los días en los que la carrera por conquistar su voluntad estaba abiertamente en juego, tal como yo recordaba con nitidez porque eso es lo que daba a la foto su extraordinario valor.
Una noche estuve en las desangeladas oficinas del periódico; cuando tuve por fin en las manos la fotocopia de la portada del número del 20 de octubre de 1993, en la que aparecía la foto de Emilio López, viví una decepción: aquella era la imagen, sin duda, pero no era tan buena como la recordaba. En ese momento renuncié a escribir sobre ella.
Pasó el tiempo. Llegó Fox, quien casi desde el primer día defraudó las esperanzas de cambio que ingenuamente se habían cifrado en él, y cuya zafiedad acabó de hundir al país en el caos. Por fin se largó. Llegó Calderón, un político mediocre, sin ninguna virtud política, más parecido al gerente de una pequeña empresa privada que a un hombre Estado, que convirtió el país en un espantoso sembradío de cadáveres. Entre los dos panistas consiguieron algo oprobioso: que el PRI lograra regresar a Los Pinos, como todo indica que va a suceder. Con eso en mente, hace unas semanas se produjo mi nuevo encuentro con la foto.
Buscando la ampliación de una imagen de Fernanda Romandía sobre la que sí escribí en Viceversa, y que publiqué nuevamente hace un mes en este espacio, reapareció el fólder en el que conservaba las fotocopias de la portada del diario. Volví a verla. Borrados cuidadosamente de la memoria los añadidos con los que la adornó mi recuerdo, pude apreciarla de nuevo como si fuera la primera vez. Me volvió a parecer sumamente expresiva, tanto o más que aquella noche de octubre de 1993, cuando no tenía ni 48 horas de haber sido tomada.
En realidad, nada de lo que mi entusiasmo le había añadido es necesario: allí están los cuatro personajes, por los días en los que el PRI y sus costumbres antediluvianas empezaban a vivir un falso ocaso: Colosio, al fondo de la imagen, con el gesto inocuo de quien quizás se sabe el elegido y procura no hacer ni un solo movimiento de más, no vaya a ser que no salga en la foto, como reza la vieja conseja priista; en su mansedumbre, sin embargo, hay algo que anuncia su sacrificio, que ocurrirá cinco meses más tarde.
Zedillo saca el brazo del grupo y señala hacia un punto indefinido, rompiendo así la silueta compacta que hace el trío en torno al Presidente, en un movimiento que parece anunciar lo que está en su futuro inmediato. Camacho, quien no tardó en convertirse en un personaje decadente y triste, bambolea su corpulenta ambición al lado de su “amigo” Salinas, confiado en una estrella que dentro de no mucho empezará a declinar.
Lo que no cambió, ni siquiera en mis imaginaciones más elaboradas, es la estampa de Salinas presidente. Está exultante. No ignora que la cámara lo tiene en cuadro y adopta un gesto de triunfo que nada en este mundo parece capaz de eclipsar. En su rostro, que dirige el cielo, quizás hacia uno de los campanarios de la Catedral, se refleja la satisfacción del poder supremo encarnado en una sola persona. Para entonces, cuando falta un año para que deje el cargo, el público informado piensa que es un personaje retorcido, al que le encanta promover todo género de especulaciones, como las que no ha dejado de alimentar intensamente durante las últimas semanas con respecto a las aspiraciones de quienes lo rodean. Este martes, 19 de octubre de 1993, ha aprovechado la gira de trabajo por el Zócalo para hacerlo delante de todo el mundo, a la luz del sol, como si fuera una gran escenificación. Pero no digo más. Que sean los lectores de Siglo en la brisa, con quienes comparto la foto ahora que la sola posibilidad del regreso del PRI ensombrece el futuro de México, quienes saquen las conclusiones del caso.
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Más sobre el sistema político mexicano en este blog:
Revolución y el fracaso del sistema educativo en México, http://bit.ly/hbMJUo
La foto de Colosio es de Cuartoscuro y apareció en el número 11 de Viceversa.
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