Rowena: Fernando, estudiaste Letras Hispánicas, te especializaste en
poesía contemporánea, particularmente en la obra de Gerardo Deniz, estuviste
en España alrededor de cuatro o cinco años estudiando a los poetas españoles,
te dedicas a la crítica, tienes un programa de radio dedicado al mundo
editorial. En fin, lo tuyo es la literatura. ¿Por qué en un principio elegiste
la literatura, y la poesía particularmente, como profesión?
Fernando: Supongo que me llamó la atención desde niño, como a muchas
otras personas. Sin embargo, primero fui lector de lo que había en mi casa, en
la que no puede decirse que hubiera una biblioteca propiamente hablando.
Para mí fue muy importante
un maestro de la secundaria, que luego tuve también en la preparatoria. Me
parece que la amistad con él y los libros que me regaló –que no se parecían a
los que había en mi casa– me fueron llevando hacia la literatura, y más
concretamente hacia la poesía. Se llama Javier Díaz Brassetti. Es un personaje
a quien todo el que lo haya conocido difícilmente lo puede olvidar, un hombre
de una gran originalidad y energía. Y, bueno, somos muchos los que estudiamos
en colegios maristas, en los que él mismo había estudiado, que lo recordamos
con gran afecto. Y, sin embargo, aunque Díaz Brassetti fue muy importante para
mis primeras lecturas, sobre todo de poesía, todavía hubo un maestro anterior a
él que fue en cierto sentido más determinante.
Había sido marista y había
jugado en el Atlas de Guadalajara, cuando el Atlas estaba en la Segunda
División. Él fue quien en segundo de secundaria un día nos pidió que
escribiéramos “una composición”.
Yo no sé por qué decidí escribir algo que era más
bien prosaico (y, ahora me parece, inconfesable) pero que organicé en forma de versos. Y lo dejé
ir. A la siguiente clase, Jesús Celaya, que es como se llamaba aquel hombre, dijo
que los trabajos estaban bien pero que había uno que le había gustado en
particular. A mí me sorprendió muchísimo cuando dijo que era el mío. Y leyó
aquel horror que, por cierto, conservo. De Jesús Celaya nunca volví a saber
nada.
[…]
Rowena: A mí me gustaría platicar acerca de los tres libros de poemas
que has publicado. Se han editado con varios años de distancia, hay casi una
década de distancia entre cada uno, y han tenido una recepción, en general,
buena por parte de la crítica. Me llamó mucho la atención que Gonzalo Celorio
te calificara como heredero de López Velarde y que también se te califique como
un poeta neobarroco.
Después de tanto tiempo, evidentemente has escrito sin
mucha prisa; no eres una persona que tenga aprehensión por sacar y sacar
libros, sino más bien lo que te interesa es escribir bien. A mí me gustaría
saber qué ha cambiado de tu trabajo desde 1990, cuando sale El ciclismo y los clásicos ,
a este 2010 en que aparece Palinodia del
rojo.
Fernando: Si te refieres a qué ha cambiado en la parte más práctica
del trabajo, te diría que salvo por el hecho de que cada vez escribo menos poemas,
no ha cambiado nada. Sigo trabajando mis textos de una manera parecida, me
siguen creando entusiasmo, y dudas, por supuesto.
Es curioso: ahora que cada
día dedico más horas a escribir, cada vez escribo menos poesía. En los últimos
dos, tres años he escrito tres o cuatro poemas. Y no es tanto que escriba y
deseche, cosa que no estaría mal. Lo que pasa es que veces surge algún verso,
alguna idea que me anima a trabajar dos, tres, cuatro días, o una semana, hasta
terminar un poema, pero eso sucede cada vez menos. Y eso que cada día dedico
más horas a escribir.
Rowena: Me llamaron mucho la atención algunas entrevistas que estuve
leyendo en estos días para preparar esta entrevista y en las que hablas de tu
origen español. Tú tienes un abuelo español, si no me equivoco, estuviste mucho
tiempo en España, has estudiado a profundidad la poesía española. Mi pregunta
es: ¿se puede delinear una diferencia entre la poesía española y la poesía
mexicana?
Fernando: Pienso que España está viviendo desde hace por lo menos un
cuarto de siglo una importante crisis poética. El problema es que coincidió con
el gran auge económico que vino con la democracia, y entonces España lanzó al
mundo una serie de poetas discutibles y muy poco interesantes. Siento que la
poesía española se fue encerrando en un callejón sin salida.
Actualmente, el
poeta que más interesa es el poeta más celoso y más individual y en cierto
sentido más difícil de la generación del 27, que es Luis Cernuda. Cernuda fue
decisivo en la generación de los años cincuenta, la generación del Medio Siglo,
que es hoy por hoy la generación de mayor importancia en la estima crítica
literaria española. Los poetas contemporáneos se dicen hijos y nietos de un poeta
que en términos literarios prácticamente no tuvo descendencia. En cambio, en
México, como ocurre en toda América, la vanguardia y no sólo la vanguardia, yo
te diría que todas las tradiciones
poéticas están vivas, y conviven. Hoy un joven poeta —no sólo mexicano; puede
ser argentino, colombiano, peruano, cubano— tiene a su disposición toda la
poesía para hacer de ella lo que quiera. En América están abiertos todos los
caminos, y los aprovechamos, por supuesto. En cambio en España, no. Yo veo un
gran agotamiento allá y una enorme riqueza de posibilidades y de recursos aquí.
Rowena: La poesía latinoamericana es una poesía ecléctica, que se
puede alimentar del Siglo de Oro español, del barroco, como es tu caso, del Renacimiento…
Fernando: O de las vanguardias. Tú en España presentas unos poemas neobarrocos, o dialogas —como se dice—
con la poesía del Siglo de Oro y prácticamente te ven como durante algún tiempo se vio a Sor Juana: qué mal gusto, qué alambicamiento innecesario, qué énfasis recargado y chillante (1).
En cambio aquí el horizonte está abierto para lo que queramos emprender. Ahí
también quizás se refleja una cierta circunstancia histórica: España ha tendido
a cerrarse mientras que América Latina, más bien al contrario, a abrirse.
Rowena: A mí me gustaría ir ahora hacia Palinodia del rojo. Lo primero que me llama la atención, y que
seguramente le llama la atención a todos, es el término “palinodia”. Es un
término muy bonito, que tiene dos acepciones que son interesantísimas, en
desuso completamente. Yo creo que no lo había escuchado desde Emilia Pardo
Bazán. También hay un famosísimo ensayo de Alfonso Reyes, que es “Palinodia del
polvo”. Yo quisiera saber por qué escogiste este término. ¿Por qué “palinodia”?
¿Te refieres a algún tipo de retractación, hecha respecto a algún otro trabajo?
Fernando: Todos los lectores familiarizados con la literatura
mexicana, como tú muy bien lo has señalado, conocen el célebre ensayo en el que
Alfonso Reyes se retracta, algunos años después, de un texto poético sobre la ciudad
de México. Él volvió después de algunos años de estar lejos del país y encontró
que su famosa loa…
Rowena: “La región más transparente del aire”.
Fernando: Así es, que su “alto valle metafísico”, aquella ciudad de
México anterior a los los años veinte, unos quince o veinte años después era
una ciudad… Bueno, lo que estamos viendo ahora. Entonces, decidió escribir una
retractación y utilizó esa palabra, sacada de Platón, de un famoso diálogo
platónico en el que Sócrates –muy en su línea– demuestra primero una cosa y luego
se detiene y pregunta “me siguieron todos hasta aquí ¿verdad, que tengo razón y
lo he demostrado?”, “sí, sí, sí”, “ah, pues las cosas son exactamente al
revés”.
Ahora, como hizo el poeta Estesícoro en la Antigüedad –que pudo
retractarse y por lo tanto, él, que había hablado mal de una diosa, logró
recuperar la vista–, de esa manera Sócrates dice “yo, como Estesícoro, voy a
cantar la palinodia” y expone su teoría del amor con las razones y los
argumentos opuestos a los que había utilizado primero. Efectivamente, se trata
de una retractación. La generación literaria a la que yo pertenezco es una
generación desengañada de las grandes verdades del hombre. No sé si porque
nacimos en los años sesenta o porque nos ha tocado un México permanentemente en
crisis y cada vez más decadente y lamentable. En algunos poetas que yo leo y
que de alguna forma considero cercanos hay una especie de desengaño que
comparto. Y no se cree ya en la poesía con “p” mayúscula, no se cree en el amor
con “a” mayúscula. Hay una operación literaria como de degradado de la realidad. En un principio yo no quise que
“Palinodia del rojo”, que es como se llama uno de los poemas, fuera el título
del libro porque me parecía que quizás estaría llevando demasiado lejos la
crítica a esa expresión con mayúsculas. Pero luego cambié de opinión.
Por
supuesto, en Palinodia del rojo está
presente “Palinodia del polvo” ya que lo que varía en la última palabra del
título son las consonantes pero no las vocales; entre “polvo” y “rojo” se
repite la letra “o”. Y me gusta porque supone hacer un homenaje, por supuesto,
al risueño abuelo de la literatura mexicana que es Alfonso Reyes. En el caso de
mi poema, se lleva la palinodia al prosaísmo; trata de un hombre que tiene una
relación clandestina con una mujer en una oficina, y él, que ha llevado en silencio
la relación con ella, y que la ha admirado largamente vestida de rojo, un día
la descubre vestida de negro y entonces se dice “bueno, pues canto la palinodia
del rojo”. Si se quiere es prosaica la idea pero el tratamiento del lenguaje quiere
ser literario. Desde luego, con el coloquialismo siempre presente, pero siempre
buscando un ritmo y un aliento poéticos.
Rowena: El humor es un punto básico en tu trabajo. Tienes, por una
parte, ese barroquismo, con el cual estoy completamente de acuerdo y del que
habla la crítica; pero, a la vez, tienes esa poética provista de cierto
desparpajo anecdótico, por llamarlo de alguna manera. El libro está lleno de malicia,
de ironía, de humor. ¿Qué papel juega en tu proceso creativo –pero no nada más
en tu proceso creativo sino también en tu vida misma– el asunto del humor?
Fernando: Yo creo que cuando empecé a leer literatura en la secundaria
y en la preparatoria, y luego, sobre todo, en la Facultad, en los años ochenta,
me parece –te lo digo porque creo que esto ha cambiado en los últimos años– que
sobre todo tenía prestigio un tono de voz y una serie de temáticas de una
enorme seriedad. La literatura mexicana ha sido en muy buena medida una
literatura seria, grave, pesada.
Quizás no tanto los hombres de su literatura. Creo
que últimamente se ha perdido un poco esa tensión desagradable y nos atrevemos
a reírnos más, o por lo menos a sonreír más. Y sí, si es algo que está en mis
libros, sin duda es algo que está en mí. Quizás eso tiene que ver con mi
españolidad, por llamarla de esa manera.
Rowena: Pero tu mexicanidad también, que quizás es menos grave que la
de los poetas españoles.
Fernando: Sí, porque, claro, tampoco puedes pedir a los poetas
españoles contemporáneos esa ligereza que no tienen. Pero sí, es cierto, hay
una tendencia a sonreír, a relajarnos, porque así es la vida ¿no?
[…]
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(1) Mi admirado (por otras razones) Marcelino Menéndez Pelayo escribió, por ejemplo, refiriéndose a las composiciones de Sor Juana: “Pocas son, a la verdad, las que un gusto severo y escrupuloso puede
entresacar de los tres tomos de sus obras, y aun estas mismas no se encuentran
exentas de rasgos enfáticos, alambicados o conceptuosos”
Gracias a Rowena Bali y Agustín Peña por la conversación que este post sólo recoge en una pequeña parte.
La imagen que abre esta entrada de Siglo en la brisa es una reproducción del óleo Dream of Arcadia, 1838-9, de Thomas Cole.
La página del programa Arcadia en la red puede verse en: http://ibero909.fm/programas/arcadia/
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