domingo, 3 de junio de 2012

Un soneto de Lugones sobre Juventino Rosas


Descubrí el soneto en una antología que compré hace un par de años en Donceles. El volumen, editado por Austral, es la mayor muestra de la poesía de Lugones que conozco; como nunca he tenido en las manos el Lunario sentimental, todo lo que he leído del famoso librito está en sus páginas. 
Me simpatiza el poeta argentino, al que Borges evocó de manera inolvidable en el prólogo a El Hacedor, y es precisamente por Borges por quien estoy al tanto, al igual que si se tratara de un antepasado de mi propia familia, de algunos de sus hallazgos más afortunados: cosas como el sorprendente adjetivo de “árido”, aplicado al camello, o su definición del tango como “lagarto de lupanar” —y que yo, por esas cosas de la memoria, recordé durante largos años como "música para lagartos de lupanar"—. He andado por las páginas de su Romancero y conservo la edición La lluvia de fuego de La Nave de Los Locos, esa colección en la que no pocos leímos por vez primera a algunos grandes autores (Connolly, César Vallejo, Eliot), y cuyos ejemplares, que estaban pegados y no cosidos, al menos a juzgar por los que están en mi biblioteca, no consiguieron sobrevivir.
Por otro lado, me gusta saborear el nombre de otro de sus cuentos, que acabo de releer con la satisfacción siempre: “Los caballos de Abdera”. Hace dos semanas me topé, poco menos que llorando de risa, con el soneto que motiva este artículo. Pertenece a la colección de poemas El libro fiel, publicada en 1912, y está dedicado al vals “Sobre las olas” de Juventino Rosas. Aunque el nombre completo del compositor mexicano, que había muerto en Cuba casi dos décadas antes, era José Juventino Policarpo Rosas Cadenas, Lugones le cambió el Juventino por Juvencio quizás con la discutible única razón de rimarlo con la palabra “silencio”. Rima preocupante, por cierto, en un poema dedicado a un músico... Soy de la idea de que en el soneto conviven versos de una evidente debilidad modernista (“Luna de ministril, flébil piano”, que sin duda debe ser “Luna de ministril, flébil pïano”), con otros de una dicción y una fluencia modernas bien conseguidas. 
Es curioso que Lugones encuentre en el famoso vals, al que también menciona en su "Himno a la luna", un eco de México, o al menos una idea de la patria, sea la patria que sea. ¿Sucede realmente así y yo no soy capaz de percibirlo? En cambio, en el verso más bien feo de “la noble ternura de estar triste” cualquiera puede oír una suerte de premonición del más grande de sus seguidores: “sólo me queda el goce de estar triste, / esa vana costumbre que me inclina / al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina” (“1964”, II). 
Borges también se vio en bretes, a veces insuperables, a la hora de hacer consonancias y ése es un buen tema para un futuro post. Copio el soneto de Lugones, todavía con una sonrisa en los labios, para compartirlo con quienes leen Siglo en la brisa.


Sobre las olas (Vals, por Juvencio Rosas)  
Por Leopoldo Lugones

Ritmo dulce y vulgar del mejicano, 
que en la fidelidad de su tristeza, 
llora patria y amor, hecho belleza 
de luna popular y mar lejano.    

Luna de ministril, flébil piano, 
que dan novia y añaden con largueza,
el lánguido jazmín de su cabeza, 
la suave angustia de apretar su mano.    

Por largas horas con mi bien, nos diste 
esa noble ternura de estar triste 
que en su amorosa sed quejarse escucho.    

Y nuestra dicha, hermana del silencio, 
como tu aire gentil, pobre Juvencio, 
hablaba poco y suspiraba mucho.

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Un ejemplar de El libro fiel que fue propiedad de Lugones puede verse en http://bit.ly/KCURHv


El espléndido retrato de Borges es de Humberto Rivas. Según leo en la red, fue hecho en 1972. Lo tomo prestado de http://bit.ly/iVXzHZ

Más sobre Borges en este blog:
Primera tumba de Borges, http://bit.ly/JihBd9
La foto de Rogelio Cuéllar en los baños de San Ildefonso, http://bit.ly/9aenhb
Los encantos del sistema decimal, http://bit.ly/oTSBh1


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