Descubrí el
soneto en una antología que compré hace un par de años en Donceles. El volumen, editado por
Austral, es la mayor muestra de la poesía de Lugones que conozco; como nunca he tenido en
las manos el Lunario
sentimental, todo lo que he leído del famoso librito está en sus páginas.
Me simpatiza el poeta argentino, al que Borges evocó de manera inolvidable en el
prólogo a El Hacedor, y es
precisamente por Borges por quien estoy al tanto, al igual que si se tratara de un
antepasado de mi propia familia, de algunos de sus hallazgos más afortunados: cosas como el sorprendente adjetivo de “árido”, aplicado al
camello, o su definición del tango como “lagarto de lupanar” —y que yo, por esas cosas de la memoria, recordé durante largos años como "música para lagartos de lupanar"—. He andado por las
páginas de su Romancero y conservo la
edición La lluvia de fuego
de La Nave de Los Locos, esa colección en la que no pocos leímos por vez primera a algunos grandes autores (Connolly, César Vallejo, Eliot), y cuyos
ejemplares, que estaban pegados y no cosidos, al menos a juzgar por los que
están en mi biblioteca, no consiguieron sobrevivir.
Por otro
lado, me gusta saborear el nombre de otro de sus cuentos, que acabo de releer
con la satisfacción siempre: “Los caballos de Abdera”. Hace dos semanas me topé,
poco menos que llorando de risa, con el soneto que motiva este artículo. Pertenece a la colección de poemas El libro fiel, publicada en 1912, y está dedicado al vals “Sobre
las olas” de Juventino Rosas. Aunque el nombre completo del compositor mexicano,
que había muerto en Cuba casi dos décadas antes, era José Juventino Policarpo
Rosas Cadenas, Lugones le cambió el Juventino por Juvencio quizás con
la discutible única razón de rimarlo con la palabra “silencio”. Rima preocupante, por cierto, en un poema dedicado a un músico... Soy de la idea
de que en el soneto conviven versos de una evidente debilidad modernista (“Luna
de ministril, flébil piano”, que sin duda debe ser “Luna de ministril, flébil
pïano”), con otros de una dicción y una fluencia modernas bien conseguidas.
Es curioso que
Lugones encuentre en el famoso vals, al que también menciona en su "Himno a la luna", un eco de México, o al menos una idea de la patria, sea la patria que sea. ¿Sucede realmente así y yo no soy capaz de percibirlo? En cambio, en el verso más bien feo de “la noble ternura de estar
triste” cualquiera puede oír una suerte de premonición del más grande de sus seguidores: “sólo me
queda el goce de estar triste, / esa vana costumbre que me inclina / al Sur, a
cierta puerta, a cierta esquina” (“1964”, II).
Borges también se vio en bretes, a veces insuperables, a la hora de hacer consonancias y ése es un buen tema para
un futuro post. Copio el soneto de Lugones, todavía con una sonrisa en los labios, para compartirlo con quienes leen Siglo en la brisa.
Sobre las olas (Vals, por Juvencio Rosas)
Por
Leopoldo Lugones
Ritmo dulce
y vulgar del mejicano,
que en la
fidelidad de su tristeza,
llora
patria y amor, hecho belleza
de luna
popular y mar lejano.
Luna de
ministril, flébil piano,
que dan
novia y añaden con largueza,
el lánguido
jazmín de su cabeza,
la suave
angustia de apretar su mano.
Por largas
horas con mi bien, nos diste
esa noble ternura
de estar triste
que en su
amorosa sed quejarse escucho.
Y nuestra
dicha, hermana del silencio,
como tu
aire gentil, pobre Juvencio,
hablaba
poco y suspiraba mucho.
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Un ejemplar de El libro fiel que fue propiedad de Lugones puede verse en http://bit.ly/KCURHv
El espléndido retrato de Borges es de Humberto Rivas. Según leo en la red, fue hecho en 1972. Lo tomo prestado de http://bit.ly/iVXzHZ
El espléndido retrato de Borges es de Humberto Rivas. Según leo en la red, fue hecho en 1972. Lo tomo prestado de http://bit.ly/iVXzHZ
Más sobre Borges en este blog:
Primera tumba de Borges, http://bit.ly/JihBd9
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