domingo, 25 de marzo de 2012

Dos personajes de Bolaño (que yo conocí)

El juego entre realidad y ficción que propone Los detectives salvajes justifica el intento de establecer quién está detrás de muchos de sus personajes, tal como hacen José Vicente Anaya y Heriberto Yépez en la red (“Guía infrarrealista”, Lanzallamas, http://bit.ly/njEAmw). Nadie está libre de intentar el ejercicio, y yo tampoco. Ejemplifico con dos personajes, siquiera a vuelapluma, uno muy conocido y el otro no tanto. Empiezo por el segundo.

Rebeca 
En la página 457 de la novela (segunda reimpresión, mayo de 2010) se lee este párrafo, que forma parte del “testimonio” de Daniel Grossman: "Durante meses estuve yendo de un lado para otro, viajé en metros y camiones atestados, telefoneé a gente que no conocía ni me interesaba conocer, me asaltaron tres veces, al principio nadie sabía nada y nadie quería saber nada de Ulises Lima. Según algunos se había vuelto alcohólico y drogadicto. Un tipo violento al que rehuían sus amigos más cercanos. Según otros se había casado y se dedicaba a su familia de tiempo completo. Unos decían que su mujer era una descendiente de japoneses o la única heredera de unos chinos que tenían una cadena de cafeterías chinas en el DF. Todo vago y lamentable". 
Como no poca gente sabe, aquella mujer cuyo origen no está claro en la novela y de quien se aventura que vivió con el poeta real-visceralista Ulises Lima, es Rebeca López García, que fue la última compañera sentimental de Mario Santiago Papasquiaro (en la foto al lado de estas líneas), el poeta de carne y hueso que está detrás del personaje literario. 
Era hermana de un compañero de la carrera con el que hice una revista de poesía en la Facultad. Rebeca y Alberto eran descendientes de emigrantes chinos, cosa que se les notaba en el rostro y la complexión. Ella era una muchacha delgada, de pelo lacio, tez limpia y ojos rasgados que no comunicaba otra cosa que ensimismamiento y tristeza. De las veces que hablé con ella y hasta la traté, hace un cuarto de siglo, conservo el recuerdo de una persona de enorme fineza y sensibilidad, con un riquísimo y complejo mundo interior. Entre 2007 y 2009, mientras trabajé en Conaculta, la vi pasar algunas veces por los alrededores del edificio de Reforma 180, invariablemente metida en sí misma y con los ojos clavados en el pavimento, sin pasarme siquiera por la cabeza que trabajáramos para la misma institución. 
Hace un año falleció, de manera repentina y prematura, como siguiendo el destino de algunos personajes de la novela. Hay una buena cantidad de material sobre ella en internet, e incluso una página enteramente dedicada a recordarla, http://rebecalopezgarcia.blogspot.mx/. Ofrezco más enlaces al final de este post. Rebeca tuvo dos hijos con Mario Santiago, Nadja y Mowgli, y participó en la promoción del trabajo del poeta entre otras maneras como corresponsable de la edición de Jeta de santo, el libro que reúne la poesía del infrarrealista y que publicó el Fondo de Cultura Económica.

Alcira 
En una obra posterior llamada Amuleto, Bolaño se ocupa de la poeta uruguaya Alcira Soust, un personaje muy conocido en la Facultad de Filosofía y Letras en los años setenta y ochenta, que si no me equivoco apareció por vez primera bajo el nombre de Auxilio Lacouture en Los detectives salvajes. De ella se contaba un singular episodio, en el que Bolaño se basó para la construcción de su personaje: en 1968, cuando el Ejército violó la autonomía de la Universidad Nacional y ocupó Ciudad Universitaria, se encerró en unos baños y ahí se mantuvo mientras duró la presencia de los militares en el campus, viviendo sólo de agua. Como muchos de quienes pasamos por la Facultad por aquellos años, la conocí y hablé algunas veces con ella. 
La recuerdo como si la hubiera visto esta misma mañana: más bien alta, de pelo casi completamente blanco, con fleco y dos largas trenzas, invariablemente vestida de huipil, pantalones de mezclilla y huaraches. Allá por 1983 tenía el rostro muy arrugado y le faltaban los dientes, por lo que tenía la mueca de todos los desdentados, con los labios hundidos en el hueco desprotegido de la boca. Iba por los pasillos de la Facultad invitando nerviosamente a las más variadas actividades relacionadas casi siempre con la poesía, presentaciones editoriales, escenificaciones y lecturas, para lo cual repartía todo género de volantes que entregaba después de mojarse la punta de los dedos en la lengua. 
Cuando hablaba, cosa que le encantaba hacer con todo el que podía, se cubría la boca con la mano, como si le diera vergüenza enseñar las encías desnudas o se dispusiera a hacer revelaciones que nadie sino su interlocutor podía oír. Sobre todo hacía denuncias de las más diversas autoridades, nacionales e internacionales, gubernamentales o universitarias, de la rectoría o de Filosofía y Letras, para lo cual también se servía de interminables materiales impresos. 
Cuando estaba más nerviosa de lo común, volvía a un tema que la atormentaba: según ella, había un plan para llevársela de la Facultad, quizás para recluirla en un sanatorio o un manicomio, cosa que decía posando los ojos en la distancia, por arriba de que quien la escuchaba aun interesadamente, con una mirada siempre un poco vidriosa y en trance. Ésa era Alcira. Un día ya no la volví a ver por allí. La persona de carne y hueso era, a su modo, poética, y poético resulta el personaje de Bolaño: “Yo tuve sueños, no pesadillas, sueños musicales, sueños de preguntas transparentes, sueños de aviones esbeltos y seguros que cruzaban Latinoamérica de punta a punta por un brillante y frío cielo azul” (pág. 197).

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Más sobre Los detectives salvajes en este blog, http://bit.ly/GP9sdk

Alcira Soust Scaffo en Facebook, de donde he tomado algunas de las imágenes que reproduzco, http://on.fb.me/GPb9b8

Enlaces sobre Rebeca López García:
Video proyectado el jueves 15 de marzo de 2012 en el Multiforo Cultural Alicia de la ciudad de México, durante el homenaje a Rebeca rendido a un año de su fallecimiento, http://bit.ly/H1zmPL
Rebeca lee a Mario Santiago Papasquiaro, http://bit.ly/GRh6aM

El infrarrealismo en la red, http://www.infrarrealismo.com/  
Luis Felipe Fabre escribe sobre Jeta de santo, http://bit.ly/pGE2pt

3 comentarios:

  1. Rebeca tenía las suelas de sus zapatos chinos, de tela negra silenciadas, se proyectaba como el silencio, entraba a donde la puerta estaba abierta. La puerta abierta era un espacio sin frases cómo, se toca la puerta antes de entrar, se pide permiso para pasar o se llega al salón de clase antes de iniciar, para no interrumpir…
    Llegaba tarde, a la clase de crítica literaria, lo hacía como una figura de blusa camisera azul cielo, pantalón de mezclilla y cabello largo; huidiza era la primera en salir.
    La puerta abierta era la ironía, la siembra de la risa que el maestro Muciño producía al dar sus clases. Ante los conceptos amenos del catedrático, Rebeca encogía con suma flexibilidad los pies en el asiento del pupitre.
    A las clases de la Facultad asisten afroamericanas, uruguayas, japoneses, alguna sueca o gringa, y Rebeca, que jamás hablaba, ni tenía amigas, conocidos o compañeros –sólo su hermano- era china y eso había que leerlo en su fisionomía.

    A Mario le parecía bien descifrar el silencio, manejaba bien ese espacio. Era acogedor, paciente y ameno; era la puerta del paraíso para toda aquella que necesitara ser, ser silencio para él no era problema. Él sabía que a las mujeres se les conquista, primero, por el alma. Y Mario Santiago, cuya característica era hacer grandes amigos, sólo se rodeaba de puertas abiertas, es decir de gente afable, sincera y honesta, lo cual era muy difícil o más bien imposible. Así comenzó esta historia... de amor o de tristeza todavía no lo sé.


    Conocí también a Alcira, ella poseía el jardín más solitario de la Facultad, a éste se tenía acceso por una puerta que estaba a mitad de la biblioteca Samuel Ramos que entonces era pequeña y se ubicaba bajo el edificio; sembraba, cuidaba y cortaba flores A veces se le veía a Alcira en el jardín de Eros, el que da a la avenida Insurgentes, haciendo periódicos murales o cosas así… Ella era un misterio para todos los alumnos curiosos, cada uno tenía una versión. “ Era joven, bonita y normal, vino a estudiar, “ La hospedé en mi casa”, “ La casa del estudiante de Durango la albergó, “Duerme en los salones”… Nunca se le vio comiendo y en el “aeropuerto”, lanzaba visearles gritos: “ Pumas”. Alguien me dijo que sus miedos se hicieron verdad, y que después fue exiliada a Uruguay… Loca o cuerda era un ser desposeído, desprotegido, era una fémina extranjera en un país agreste.

    Me gustó tu blog. Saludos

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  2. Te saludo desde Chile. Qué nostalgia, qué personalidad poética única... Pronto trabajaré en la redacción de mis recuerdos sobre Alcira y te enviaré lo prometido. Un abrazo amistoso.

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