Se trata de una edición argentina
de El libro negro, la misma en la que
leí por vez primera, hace más de veinte años, a Giovanni Papini. Si es cierto que
el volumen estuvo desde siempre en mi casa, sólo lo leí cuando escuché a
Arreola hablar con gran entusiasmo sobre el famoso autor de Gog. Lo raro es que no recuerdo que los boletos
estuvieran entre sus páginas en el tiempo de mi lectura. Más raro aún es que la
edición, que nunca conocí con forros, sea de 1952, lo que cancela la
posibilidad de que el libro haya hecho el mismo viaje que su dueño de entonces
y que los documentos hubieran estado desde el principio en él.
Sospecho que algo tiene que ver Florentino en todo esto. El hermano de mi abuela (en la foto de la izquierda, poco antes de su muerte en 2007), que vivió treinta años en México, no perdonaba su paseo de los sábados por La Lagunilla, y creo que el libro pudo venir por ahí. ¿Algún paseo hecho por él y mi padre poco después de su llegada a México, cuando tío y sobrino compartían la recámara que daba a la calle en la casa de Orizaba 74? Mi hermano José María conserva la edición completa de los Episodios Nacionales que compraron juntos en uno de aquellos paseos, y yo tengo algunos ejemplares sueltos de un par de obras de Menéndez Pelayo que llegaron a la casa de esa misma forma.
Sospecho que algo tiene que ver Florentino en todo esto. El hermano de mi abuela (en la foto de la izquierda, poco antes de su muerte en 2007), que vivió treinta años en México, no perdonaba su paseo de los sábados por La Lagunilla, y creo que el libro pudo venir por ahí. ¿Algún paseo hecho por él y mi padre poco después de su llegada a México, cuando tío y sobrino compartían la recámara que daba a la calle en la casa de Orizaba 74? Mi hermano José María conserva la edición completa de los Episodios Nacionales que compraron juntos en uno de aquellos paseos, y yo tengo algunos ejemplares sueltos de un par de obras de Menéndez Pelayo que llegaron a la casa de esa misma forma.
Con
todo, los boletos, que son de un partido de futbol, de la lucha libre y los toros,
etc., no van para nada con el carácter particularmente modesto de mi viejo tío
abuelo. De ninguna manera lo veo gastando su dinero en su esparcimiento. La
actitud de aprovechar cuanta actividad se tiene a la mano me parece más bien
revelar la condición de quien está de viaje. Aunque renuncio a saber cuándo
llegaron los papeles al libro, esa apreciación y la fecha que aparece en uno de
los documentos me permiten al menos aventurar una teoría sobre su origen.
1946 marca
un momento significativo en la historia de mi familia paterna: mi abuelo, que
en noviembre cumpliría cuarenta años, llevaba más de dos décadas en México y ya
tenía cuatro de los seis hijos que acabó teniendo con su prima Fernanda.
Sé con certeza que ese año decidió regalarse una buena temporada sabática en su Asturias natal. Entonces hizo lo que acostumbraban los emigrantes a los que les sonreía la fortuna: dejó sus asuntos en manos de algún conocido y abandonó México durante más de un año y medio.
Sé con certeza que ese año decidió regalarse una buena temporada sabática en su Asturias natal. Entonces hizo lo que acostumbraban los emigrantes a los que les sonreía la fortuna: dejó sus asuntos en manos de algún conocido y abandonó México durante más de un año y medio.
Así
que bien puedo imaginármelo en 1946, dándose gusto en cuanta actividad de
recreo pudiera ingeniarse, aunque en el gesto hubiera algo que no estaba tampoco
en su carácter: al igual que su primo Florentino, Santos era de espíritu moderado, poco
o nada amigo de ocios, nada que estuviera más allá de la esfera de la familia o
el trabajo. Es posible, sí, que acudiera a ellas con Florentino, que vivía en
la cuidad portuaria, y por eso puedo imaginármelos entrando del brazo al Hípico,
a la Plaza de Toros, al Molinón…
De hecho, la única fecha exacta que reproduce
alguno de esos boletos es la del partido de futbol. Ese dato me permitiría, de
estar a unas cuadras de la biblioteca del Fontán, como estuve durante el lustro
que viví en Oviedo, ir a ver exactamente contra quién jugó el Sporting aquel
domingo 13 de octubre de 1946 que aparece consignado en el boleto del partido.
¿Cuál sería el marcador? ¿Hubo alguna incidencia interesante? ¿Quiénes
alinearon en el equipo gijonés? Quizás me anime a pedirle a mi primo Felisín, quien
en cierto grado padece también la curiosidad por esas nimiedades que los dos
heredamos de su abuelo Florentino, si tiene la voluntad y el tiempo de hacerlo,
que se acerque un día de estos a la biblioteca Jovellanos a averiguarlo por mí.
Como
sea, después del hallazgo, me pareció que el volumen merecía encuadernarse, por
lo que lo llevé a un negocio llamado Cervantes,
que está a un par de cuadras de mi casa. El hombre que me atiende me cuenta que lleva
largos años trabajando en ese local y me habla de sus clientes distinguidos, entre
los que de inmediato aparece el nombre de Octavio Paz —quien efectivamente
vivía en el barrio, unas calles más hacia el centro—. Una semana después, éste
es el libro que reintegro a mi biblioteca, con su tesoro documental bien resguardado
en él.
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Más
sobre Asturias en este blog:
Alfonso
Camín en el Campo San Francisco, http://bit.ly/IRN4qV
La calle Paraíso de Oviedo, http://bit.ly/rRi3Cu
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