Casi nadie lo sabe
o lo recuerda, pero en el lugar en donde hoy se alza el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México hubo un singular invernadero, el cual fue destruido sin ningún
miramiento en 1964. En la página 844 de De
marras, el extraordinario volumen de la prosa reunida de Gerardo Deniz, hay
un conmovedor relato del momento mismo de su destrucción.
Foto: Roberto Portillo |
Como lo contaba él
mismo en la plática, y lo hizo por escrito al menos en una ocasión, Juan
Almela vivió horas felices en ese lugar. Esa destrucción, típica de la cultura mexicana, frecuentemente incapaz de crear nada sin destruir antes, significó mucho para él, especialmente aquel año, que
recordaba como uno de los más infelices de su vida. Copio el triste y aun así
hermoso pasaje, con el propósito de que lo conozcan quienes leen este blog.
De
marras, pág. 844
Por
Gerardo Deniz
Un mediodía (quién
sabe cuál mes, 1964), hora de comer […] en lugar de correr a la Franklin o
masticar revistas o hacer alguna traducción odiosa, malpagada y necesaria, volé
no sé cómo a Chapultepec, a tiempo de asistir, en pleno, a la demolición
inesperada de mi invernadero esencial. Arriba, entre el esqueleto metálico, los
bestias –siempre ellos (a veces tienen título de doctorado)– martillaban para
destrozar los grandes vidrios, que caían alrededor, frente a mis pies. Los
pedazos puntiagudos se clavaban en la tierra. Adentro –ya se veía el interior
que yo tan bien conocía– los vegetales, otrora sagrados, despidiéndose
estoicos. Las plantas, los recodos, los recovecos. Donde anduvo el cocodrilo,
donde la martucha o los peces. La melaleuca, el cafeto, la mano de león, la
dombeya; mil cactos. Química del indol, rotador rígido, alcaloides de la cicuta
–y dientes quebrados contra la membrana vibrante, contra la termodinámica
estadística de Glasstone, contra la perturbación y la variación. Donde el
olfatear una flor rara me desencadenó una crisis mortífera. En fin… Al carajo.
Todo al carajo. Cuán simbólico. Ahora allí se alza el Museo de Arte Moderno.
Nada tengo en su contra –salvo recordar lo que antes hubo en el mismo espacio.
Donde ahora es el estacionamiento estuvo la Island of the Fay. En ella analicé
favorablemente la posibilidad de comprar un microscopio. No, no me hagan más
pendejo de lo que soy. Yo sé de sobra que hoy no es como 1964, ni 1964 como
1950. Sé que hacen falta estacionamientos. Nada más: ¿por qué han de
construirse donde ‘estaba bien’? ¿Por qué no demuelen –a 100 metros– este o
aquel edificio de mierda para hacer museos con estacionamientos, dejando
simplemente en paz lo que estaba bien? (De
marras, pág. 844)
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Más sobre Gerardo Deniz
en este blog:
Un soneto
sobre Octavio Paz, https://bit.ly/2BanKe4
Cómo y cuándo nació el
seudónimo, http://bit.ly/1RTMiXd
Deniz en Buenos Aires, http://bit.ly/1N37oAb
Sobre Red de agujeritos, http://bit.ly/12RrW9H
En sus 80 años, http://bit.ly/1sDZm8f
Una vida con el Fondo de Cultura
Económica, http://bit.ly/1TNgNSM
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