viernes, 16 de enero de 2015

Cosecha de nabos (Otumba, México, 1995)


Juan Miranda me regaló la foto el día que cumplí 33 años. Fue en una “fiesta galáctica”, si hacemos caso a la expresión de Gerardo Deniz, que estuvo también en mi comida de cumpleaños y acabó escribiendo un poema (“Murgas”, Letras Libres, agosto de 2014), en el que se refirió con esas palabras al hecho de que pasamos las horas, comiendo y bebiendo alegremente, en un piso cuarenta, por lo que

Estábamos tan en alto
que los helicópteros eran simples vilanos que correteaban allá abajo,
tan lejos que en el vago horizonte
la Torre Latino (así la llamamos)
era una remota espina trunca,
y si sus veinte pisos inferiores no eran visibles,
era a causa de la curva del planeta.

En la primera parte del poema (la segunda ocurre en un desayunador en Acapulco, en el que, de pronto, suena Scriabin), Deniz cuenta que aquel día mi madre cantó algo que en tiempos remotísimos también cantaba la suya, y que se había sentido literalmente atravesado por la emoción:

Bien entrada la tarde,
entre jirones de canciones a medias recordadas,
la voz firmada Otilia Figueroa tiró en mi cavidad paleal
del gatillo de una ballesta anterior a la de Guillermo Tell,
más robusta que las antiguas ballestas chinas que plantaban un dardo a ochocientos
            metros.
Me atravesó (por dentro) diagonalmente.
Rodé por tierra (dentro, siempre).

Tengo, como es de esperarse, algunas imágenes de ese día. Hace un par de años publiqué una serie de tres fotografías en las que aparece mi querido amigo Juan Almela acompañado de mi padre. Rigurosamente contemporáneos, hispánicos hasta la médula, con infancias salpicadas de ciertas referencias comunes, siempre se llevaron muy bien, y, tal como prueban esas fotos, cada vez que se encontraron la pasaron en grande.


Pues ese mismo día, entre otros amigos como Fernando Rodríguez Guerra, Felipe Jiménez o Sergio Vela, llegó a mi comida de cumpleaños Juan Miranda, acompañado de Norma, su mujer, y con la foto en la mano, metida en un sobre. En cuanto la saqué a la luz del día, su poderoso y vibrante amarillo resplandeció en el ámbito de aquellas iluminadas altitudes.
En la imagen, una escena campestre tomada en el pueblo de Belén, en el Municipio de Otumba, a sólo unos kilómetros de San Juan Teotihuacán, un niño aparece llevando al hombro una carga de nabos recién cosechados. Lo más llamativo de la foto, que fue tomada en blanco y negro, es que su autor la retocó cuidadosamente a mano con un plumón amarillo, coloreando de esa manera todas y cada una de las flores del campo, hasta la línea del horizonte, que remata en una suave colina azulada. En el margen inferior Juan Miranda escribió, de su puño y letra, con tinta azul: “Estas flores son especiales para el cumpleaños de Fernando Fernández. 6 junio 97. J.M.”
La foto me ha acompañado todos estos años, primero en el sobre en que Juan me la entregó, de donde la saqué hace cuatro o cinco para enmarcarla y colgarla en una esquina de mi cuarto, en donde ha estado desde entonces.
Hace unos meses la desenmarqué para escaneársela al editor Gabriel Bernal Granados, a quien le gustó más que la propuesta de imagen que le hice primero como portada de nuestro libro Contra la fotografía de paisaje. No fue fácil hacerle una correcta reproducción: mi escáner, del que hasta entonces no tenía ninguna queja, fue inútil para copiar la foto de Juan:
Asesorado por mi amigo fotógrafo, la llevé a un lugar donde la copiaron como es debido. En lo que yo hacía eso, él trabajó una versión a partir de mi desangelado escaneo doméstico y esto fue lo que resultó (lo reproduzco porque no deja de tener encanto):
Más tarde, tal como habíamos acordado, le mandé por correo el archivo que me hicieron en la calle para que lo retocara nuevamente; en realidad, según me explicó con algunos tecnicismos que no entendí del todo, para recuperar la figura del niño, que aparecía un tanto perdida en medio de la fiesta amarilla. Finalmente se la remití a Gabriel Bernal Granados, editor del libro. Éste es el resultado:
Debo decir que el diseño de la portada, que es muy hermoso, todavía supuso un nuevo reencuentro para mí: Bernal Granados contrató, para rediseñar los forros de sus Libros Magenta, a Adriana Esteve; si bien no he vuelto a verla en un cuarto de siglo, no me olvido que fue ella quien, asociada con Pablo Rulfo, diseñó la maqueta original de la primera Milenio, la revista que antecedió a Viceversa.

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El poema “Murgas” de Gerardo Deniz puede leerse en http://t.co/bFyff11eW3

Más sobre Contra la fotografía de paisaje en este blog:
El contenido del libro, http://bit.ly/1C4lc9C
¿Por qué ese título?, http://bit.ly/1xS2jpo
El señor y la señora Andrews de Thomas Gainsborough (a la derecha de estas líneas), http://bit.ly/1y36XEd

Juan Miranda en Siglo en la brisa:
Retrata a Octavio Paz en el velorio de Juan Rulfo, http://bit.ly/XJsi1s
Maestro de fotografía para ciegos, http://bit.ly/1y3626I
Colabora con Vicente Leñero haciendo las portadas de Proceso, http://bit.ly/1FI3kXN



2 comentarios:

  1. Me re encantó la edición de esta semana.
    está genial la fotografía de Juan Miranda...y las demás. Todo esto es un regalo al espíritu! Felicidades Fernando Fernández!
    Inés García Nieto, de los otros Nieto

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  2. Felicidades Fernando Fernández,
    Me re encantó está edición.
    y las fotos ¡Geniales!
    Inés García Nieto (de los otros Nieto)

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