lunes, 15 de julio de 2013

Borges en la Sala Ollin Yoliztli


En la mesa largamente dispuesta a lo ancho del escenario podía reconocerse a algunos poetas famosos. En medio de ellos, resplandeciente, con el rostro erguido y una inamovible sonrisa, estaba Borges. Aquella noche de agosto de 1981 yo tenía 17 años y hacía no mucho había descubierto al gran escritor argentino. Es verdad que antes que sus libros me llamaron la atención su entrañable figura de anciano ciego, su sentido del humor y la originalidad de sus opiniones, y ya entonces me dedicaba a perseguir todo lo que tuviera que ver con él: desde poemas y relatos sueltos hasta aquellas notas periodísticas que daban cuenta de sus inusitadas declaraciones y sus andanzas por países exóticos. 
La mañana de aquel día mi padre había interrumpido su desayuno frente al Excélsior desplegado en la mesa de la cocina para enseñarme lo increíble: un anuncio que decía que Borges iba a participar aquella misma noche en una lectura pública en la Sala Ollin Yoliztli. Casi de inmediato nos lanzamos Periférico arriba con la seria preocupación de que se hubieran acabado los boletos.
Fuimos de los últimos en comprar un par de entradas pero unas cuantas horas más tarde éramos los primeros en entrar al auditorio, por lo que pudimos sentarnos muy cerca del escenario, quizás en la quinta o la sexta fila. Cuando todo estaba listo para que empezara la lectura y un creciente rumor de expectativa se elevaba de todos los rincones, un organizador vino a pedirnos que nos moviéramos un asiento a nuestra derecha, hacia el pasillo central de la Sala, porque en el extremo izquierdo de esa misma fila iba a sentarse María Kodama. Torcí el cuello y allá vi a la futura viuda del poeta, encorvándose como para hacerse más pequeñita y meterse en el lugar que acababan de conseguirle.
En medio de un aplauso atronador, Borges apareció llevado del brazo de alguien, encabezando un grupo de escritores entre los que estaban Günter Grass, Allen Ginsberg, Vasko Popa y Octavio Paz, y fue conducido hasta su lugar en la mesa. Nada más acomodarse en su sitio, el poeta beat, que llevaba en las manos una misteriosa caja de madera, encajó no sé de qué forma una varita de incienso y le dio fuego.
De aspecto más bien hosco, Grass miraba hacia el público con ese gesto característico suyo que se fue acentuando con los años, y que da la impresión de que su integridad depende de la fuerza con la que aprieta el tupido bigote con todos los músculos de la cara. Es curioso pero de Paz, salvo que estaba en la mesa, no tengo ningún recuerdo de aquel día. Los otros poetas eran Joao Cabral de Melo Neto, Andrei Voznesenski y Homero Aridjis (el más joven del grupo, quien me temo que se arrogó el derecho de participar en la magna lectura por ser uno de los organizadores).
Tampoco recuerdo quién dio la bienvenida a nombre de las instituciones que convocaban a aquella “Noche Internacional de Poesía”, como fue llamada, o si más bien lo hizo Beatriz Sheridan, contratada para leer las traducciones de los poetas que no eran hispanoparlantes, pero recuerdo perfectamente que fue la actriz quien, cansada de que el público aplaudiera cada intervención de cada uno de los poetas y luego volviera a hacerlo cuando ella leía, solicitó con acritud al respetable que no aplaudiera sino una sola vez por poema. No sólo se llevó una sonora rechifla, sino que consiguió que a partir de entonces el público rompiera en aplausos ruidosamente todas las veces que le vino en gana.
Conservo el programa impreso de aquella noche así que puedo decir sin temor a equivocarme que los poetas participaron en este orden: Borges, Günter Grass, Aridjis y Ginsberg en la primera parte; después del intermedio, Popa, Cabral de Melo Neto y Voznesenski. Cerró Octavio Paz. Ya desde las primeras intervenciones pudo oírse que afuera de la Sala había mucha gente que se había quedado sin boleto. Ignoro si fue porque los organizadores no pudieron controlar la situación o porque decidieron actuar con tolerancia y abrir las puertas, pero el público desairado aprovechó el intermedio para irrumpir en la Sala, primero poco menos que jubilosamente, y luego, en cuanto vio conseguido su propósito, con un silencio que tenía algo de religioso, se fue acomodando en donde pudo hasta no dejar un milímetro de espacio libre.
Cuando llegó su turno, con un bellísimo gesto de iluminado, Allen Ginsberg, al lado siempre del discreto hilo de humo de su varita de incienso, tomó del piso el misterioso objeto con que había entrado, que resultó ser un armonio hindú, y se puso literalmente a cantar sus poemas. (En este enlace Ginsberg aparece tocando ese mismo instrumento o uno muy parecido: http://bit.ly/16CV1We.)
Si la mayoría de las miradas estaban clavadas en Borges, las mías no eran las menos intensas. Nunca volví a verlo en persona pero durante los años que siguieron vi su imagen infinitas veces, en todo género de reproducciones. Con el tiempo, unas imágenes se fueron sobreponiendo a las otras y por eso me explico que 32 años más tarde no recuerde con precisión mis impresiones de tenerlo delante más o menos una hora y media. Ya para entonces había escuchado un par cosas sobre su aspecto físico, como aquella frase que oí citar de una mujer argentina que había conversado con él y que lo encontró “limpio como una gota de agua”, y luego supe muchísimas más, como el detalle que cuenta me parece que María Esther Vázquez respecto a que Borges solía llevar consigo un pequeño peine que cabía oculto en la palma de la mano y de cuando en cuando se pasaba discretamente por la cabeza.
Con toda seguridad me impresionaron sus ojos, que solía dirigir hacia arriba en ese gesto característico de los ciegos, que parecían de color acuamarina y daban la impresión de ser traslúcidos. También su vacilante manera de referirse a las cosas más hermosas o sorprendentes con el gesto de quien no está seguro de la importancia y ni siquiera la verdad de lo que dice.
Como ya conté, él fue el primero en tomar la palabra. Casi con toda seguridad era el escritor más conocido de los que participaban en la velada. También el más viejo: 82 años (el que le seguía en edad era Paz, que era tres lustros más joven).
Salvo una inolvidable excepción, no recuerdo qué poemas dijo aquella noche aunque de hacer caso al programa debió de incluir “Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad”. (En este otro enlace los lectores de este blog pueden escuchar a Borges diciendo precisamente ese poema: http://bit.ly/lyzbFw.) Lo que nunca he olvidado es que acabó su intervención pronunciando estos versos que dijo empezando por el título, sin omitir la dedicatoria, y que desde entonces me sé de memoria:

La luna
A María Kodama
Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.

Nadie previó lo que podía pasar al final de la lectura en la Sala Ollin Yoliztli, y en vez de hacer salir a los poetas como habían entrado, con la solemnidad y parsimonia que los pusiera a salvo de los entusiasmos de los asistentes, en cuanto se dio por concluida un buen número de personas treparon como pudieron al escenario y se abalanzaron sobre Borges, que de pronto quedó oculto tras una de esas espesas nubes de las que habla la mitología, que transportan por los ámbitos más inconcebibles a los escogidos de los dioses.

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La Noche Internacional de Poesía, que se llevó a cabo en agosto de 1981 en la Sala Ollin Yoliztli de la Ciudad de México fue organizada por el Festival Cervantino, el Fonapas y el Gobierno del Estado de Michoacán. Jorge Luis Borges estaba de visita en nuestro país invitado por el gobierno mexicano, que le otorgó uno de esos premios sexenales que responden a la ocurrencia de los funcionarios en turno, en aquel caso el llamado precisamente "Ollin Yoliztli". El año anterior había recaído en Octavio Paz.


Tomo prestada la foto que abre este post de http://bit.ly/1bG18fj, donde se da su crédito de autoría (y se dice que Borges fue Premio Nobel). La segunda imagen es de EFE. La tercera, en la que el poeta aparece con Paz y Kodama, fue tomada en el Palacio de Minería.

La desangelada y errática página en la red de la Fundación Borges exhibe fotos en una resolución que impide ya no divulgarlas apropiadamente sino apreciarlas siquiera. Muchas de esas fotos están mejor reproducidas en diversos lugares de la red. Esa misma fuente afirma que en septiembre de 1981 el poeta argentino recibió el Premio Oilin Joliztu [sic]. No sólo eso: dice también que Borges estuvo en México en 1976 —es decir que sus viajes a nuestro país fueron no tres sino cuatro— lo que no es cierto. Ya Miguel Capistrán contó cuál es el origen de la confusión (Borges en México, Lumen, México 2012, pág. 55-56) y es extraño que la fundación encargada de velar por el legado del poeta mantenga el error.

Más sobre Borges en este blog:
En los baños de San Ildefonso, http://bit.ly/9aenhb 
Borges y el prestigio del sistema decimal, http://bit.ly/17bOcNo
El gomero de la Plaza San Martín, http://bit.ly/12ON7aX

6 comentarios:

  1. Una precisión, mi estimado Fernando, Günter Grass ganó el Nobel hasta 1999, por lo que en 1981 solamente era un escritor célebre. ¡Saludos!

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  2. Fernando, gracias comos siempre tus notas son de muy placentera lectura pero, esta en especial me hace sentir a mis casi veinte años, el niño de diecisiete que eras en esa noche, en presencia de tales escritores.

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  3. Estuve allí hace 35 años y todavía me sé de memoria aquella tarde.Fotos se guardan dentro de atesorados libros en los cuales se cubren y descubren sus poemas.

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  4. Hola Fernando, mucho gusto, mi nombre es Victor Sanchez y te comento que yo también fui con un amigo ese día a esa Noche de Poesía Internacional. Acababa de cumplir 21.
    El orden de los poetas en la segunda parte del evento fue el siguiente:
    Octavio Paz, Vasko Popa, Andrei Voznesenski y Joao Cabral de Melo Neto.
    Encontre un video en Internet de la segunda parte del evento en la Enciclopedia de la Literatura en Mexico (www.elem.mx) y ya adentro de la pagina en buscar escribe: La poesía en nuestro tiempo, y ahí esta el video. No se si ya lo viste pero hasta tal vez aparezcas en el.
    Saludos, este es mi mail por cualquier cosa:
    victs@prodigy.net.mx

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  5. Yo estuve ahi...tuve la oportunidad de saludar a Allen Ginsberg y etrecharle la mano.Soy admirador de la poesía Beatnik y la contracultura.Gracias por la nota.Recuerdos memorables.Saludos

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