Cuando trabajaba en mi texto introductorio hice a Martha Canfield algunas preguntas por correo electrónico, que aparecieron aquel año en la revista Luvina. Reproduzco aquí la entrevista para que la conozcan los lectores de este blog.
Todo
empezó en un seminario de mi viejo y querido profesor Oreste Macrí en la
universidad de Florencia. Éramos unos diez alumnos, no más, y todas las semanas
cada uno de nosotros debía presentar a un autor ubicado entre Modernismo y
vanguardias y analizar su obra en base a la metodología propuesta por él en la
que había sobre todo contexto histórico y análisis estilístico y métrico.
Yo pensé en López Velarde, como autor en un punto de transición entre Modernismo y post-modernismo. Me pareció que su obra se prestaba a una disección despiadada, como las que hacía Macrí, y que eso todavía no se había hecho. Lo propuse en unas tres clases seguidas y ya desde la primera, el profesor me dijo que ese trabajo merecía ser desarrollado y publicado. Y así empecé a escribir el libro.
Yo pensé en López Velarde, como autor en un punto de transición entre Modernismo y post-modernismo. Me pareció que su obra se prestaba a una disección despiadada, como las que hacía Macrí, y que eso todavía no se había hecho. Lo propuse en unas tres clases seguidas y ya desde la primera, el profesor me dijo que ese trabajo merecía ser desarrollado y publicado. Y así empecé a escribir el libro.
¿Cuáles
son las principales enseñanzas que te dejó tu trabajo al lado de Macrí?
Oreste
Macrí fue mi verdadero maestro. Creo que lo que aprendí de él no tiene límites,
me abrió caminos, me iluminó, me estimuló. Te cuento que incluso después que se
jubiló, yo lo visitaba regularmente (y lo hice hasta su muerte). Ya nos veíamos
todas las semanas, el día jueves, en lo que él llamaba con término español, “la
tertulia”; era un lindo grupo y nos encontrábamos en la librería Seeber a eso
de las 6 de la tarde, para ver las novedades y de ahí nos íbamos a un café
donde tomábamos un aperitivo y nos quedábamos de charla hasta las 7.30 -8.00 de
la noche, hablando de todo un poco.
La tertulia había nacido en tiempos remotos, cuando Eugenio Montale vivía en Florencia y era director del Gabinete Vieusseux (antes de que lo echaran por no querer inscribirse en el partido fascista) y Macrí era un joven estudioso que se había trasladado a Florencia desde la Puglia de donde era originario; los miembros históricos de la tertulia eran los grandes poetas florentinos Mario Luzi, Piero Bigongiari, Alessandro Parronchi, a los que luego se agregaron otros profesores y escritores.
Cuando Macrí
me invitó a participar en esas reuniones yo me sentí muy honrada, como
comprenderás, y no falté un solo jueves. Allí pude conocer de cerca a Luzi, a
Bigongiari, entrar en confianza con estos escritores, leer poemas en borrador,
asistir a discusiones que hoy podrían considerarse históricas… Pero con Macrí
había una relación muy profunda, de maestro a alumna, casi de padre a hija. Y
yo iba también a su casa y cada vez que escribía algo lo primero que hacía era
hacérselo leer y esperar con ansia sus comentarios, que él no se demoraba en
pasarme. Un día me dijo algo que no puedo olvidar: me llamó “su única verdadera
alumna”.
La tertulia había nacido en tiempos remotos, cuando Eugenio Montale vivía en Florencia y era director del Gabinete Vieusseux (antes de que lo echaran por no querer inscribirse en el partido fascista) y Macrí era un joven estudioso que se había trasladado a Florencia desde la Puglia de donde era originario; los miembros históricos de la tertulia eran los grandes poetas florentinos Mario Luzi, Piero Bigongiari, Alessandro Parronchi, a los que luego se agregaron otros profesores y escritores.
Mario Luzi |
Las
referencias para el desarrollo de tu estudio sobre López Velarde (algunas:
Bachelard, Freud, Bataille) ¿serían otras si lo emprendieras el día de hoy?
Lo
que yo he aprendido de la mente humana leyendo a Freud, a Jung y a algunos de
sus mejores discípulos, como Norman O. Brown, por ejemplo, es definitivo y no
tiene pérdida. Y lo mismo puedo decir sobre lo que he aprendido a través de
algunos teóricos de la literatura como Bachelard o Todorov. Creo que no podré
liberarme nunca más de la influencia que me han dejado.
Un famoso y muy reproducido retrato de Freud |
Ya
cuando escribí el libro sobre López Velarde no había una adhesión absoluta a la
crítica psicoanalítica de la literatura. Incluso –creo que lo digo en el libro–
yo misma quise servirme de las teorías de Bachelard para ciertas
interpretaciones y para la aclaración de ciertos símbolos, a pesar de que
Bachelard era muy contrario a la lectura freudiana.
Pero entonces consideré que
la crítica literaria puede y debe servirse de todos los métodos posibles, sin
asumir una línea única de interpretación. La obra es abierta, como ha enseñado
Umberto Eco, y por tanto también la crítica lo debe ser. El psicoanálisis nos
ha revelado pliegues y sombras de nuestra psiquis y no tomarlo en cuenta es
perder un instrumento fundamental. Cierto que Freud fue rígido en ciertos
conceptos y luego otras escuelas lo moderaron o modificaron, empezando por
Jung, en quien también me he inspirado en otros estudios literarios. Sigo
pensando que lo importante es proveerse de la mayor cantidad de armas posibles
para “desarmar” la obra literaria y poder hurgar entre líneas. Sólo así podemos
llegar a descifrar el mundo que se esconde detrás de una composición.
Gaston Bachelard |
¿De
dónde proviene el concepto de “matria” que utilizas para describir la provincia
velardiana, y que, según explicas, se confunde en López Velarde con la idea
misma de mujer?
Más
que con la idea de mujer es con la idea de madre, y por tanto también de mujer,
de lo femenino. En “La suave Patria” él describe a México como una tierra
cálida, protectora y generosa, que él mismo define “impecable y diamantina”,
dos adjetivos que ha usado muchas veces para referirse a Fuensanta y a las
provincianas. México, la “suave patria”, se configura en la imaginación de
López Velarde de manera femenina, no masculina.
Eso me hizo pensar en el concepto de “matria” (como figura materna) por oposición a “patria” (como figura paterna), en el sentido en que lo proponía Sergio Salvi, un historiador florentino, en varios de sus libros de finales de los años 70. Yo había leído, en la época en que estaba estudiando a López Velarde, algunos de estos trabajos: Le nazioni proibite, del 73, Le lingue tagliate del 75, y sobre todo Patria e Matria del 78. En este último Salvi explicaba cómo todos tenemos una nacionalidad y pertenecemos a un estado, pero no siempre ambos conceptos coinciden. El Estado o Patria está ligado al poder central, mientras que la nacionalidad es algo más complejo que tiene que ver con la lengua, las tradiciones, la historia. Salvi analiza muy claramente el problema de “las lenguas cortadas” en España, donde el Estado ha impuesto una lengua oficial, el castellano, que sofoca las lenguas de varias nacionalidades existentes dentro del territorio, o sea la vasca, la catalana y la gallega. Entonces contrapone al Estado, que es la Patria, la nacionalidad que llama Matria, con una palabra inventada pero sumamente expresiva. Creo que López Velarde había intuido la existencia de estos conceptos contrapuestos y oponía el poder central de la Ciudad de México a la nacionalidad zacatecana, así como contraponía el oro de los cultivos y de las minas, don divino, al negro petróleo, siniestro regalo del diablo.
Por lo mismo le fascinaba la historia
de la región de Provence en Francia y su relación con el poder central y
opresivo –el Estado francés–, pero al mismo la literatura que reivindicaba una
nacionalidad, una lengua, una historia.
Él conocía perfectamente el movimiento felibrista y la obra de Frédéric Mistral. Por eso llama “Mireyas” a las provincianas de su tierra, como la protagonista del poema de Mistral. El dolor de López Velarde nacía de la impresión de que el alma provincial estaba muriendo, como sus “provincianas mártires”.
Eso me hizo pensar en el concepto de “matria” (como figura materna) por oposición a “patria” (como figura paterna), en el sentido en que lo proponía Sergio Salvi, un historiador florentino, en varios de sus libros de finales de los años 70. Yo había leído, en la época en que estaba estudiando a López Velarde, algunos de estos trabajos: Le nazioni proibite, del 73, Le lingue tagliate del 75, y sobre todo Patria e Matria del 78. En este último Salvi explicaba cómo todos tenemos una nacionalidad y pertenecemos a un estado, pero no siempre ambos conceptos coinciden. El Estado o Patria está ligado al poder central, mientras que la nacionalidad es algo más complejo que tiene que ver con la lengua, las tradiciones, la historia. Salvi analiza muy claramente el problema de “las lenguas cortadas” en España, donde el Estado ha impuesto una lengua oficial, el castellano, que sofoca las lenguas de varias nacionalidades existentes dentro del territorio, o sea la vasca, la catalana y la gallega. Entonces contrapone al Estado, que es la Patria, la nacionalidad que llama Matria, con una palabra inventada pero sumamente expresiva. Creo que López Velarde había intuido la existencia de estos conceptos contrapuestos y oponía el poder central de la Ciudad de México a la nacionalidad zacatecana, así como contraponía el oro de los cultivos y de las minas, don divino, al negro petróleo, siniestro regalo del diablo.
Frédéric Mistral |
Él conocía perfectamente el movimiento felibrista y la obra de Frédéric Mistral. Por eso llama “Mireyas” a las provincianas de su tierra, como la protagonista del poema de Mistral. El dolor de López Velarde nacía de la impresión de que el alma provincial estaba muriendo, como sus “provincianas mártires”.
¿Ha
cambiado tu apreciación de López Velarde en estos años, los 35 que han pasado
desde que publicaste La
provincia inmutable?
No,
no ha cambiado. Al contrario. Creo que es un poeta que quedará en la memoria de
los tiempos futuros. Su poesía no decae.
No
encuentro alusiones a tu estudio en la gran edición de las Obras de
López Velarde, cosa que llama la atención porque José Luis Martínez no dejaba
pasar ningún hecho de importancia que tuviera que ver con el poeta al que editó
con tanto celo. ¿Estoy en lo correcto o estoy buscando mal?
Yo
creo que José Luis Martínez no llegó a conocer mi libro. Yo obviamente quise
mandárselo cuando salió, pero quién sabe si le llegaría, en aquella época en
que había que confiarse en un servicio de correo que muy a menudo era
deficiente. Allen Phillips sí recibió mi libro y lo leyó y me escribió una
carta muy amable y elogiosa que conservo. Pero que yo sepa no publicó nada al
respecto.
¿Hubo
en México reacciones (reseñas, comentarios, propuestas de entrevistas,
crítica), al aparecer tu libro en 1981?
Yo
envié por correo el libro a algunas personas que conocía o de las que tenía
referencias profesionales. En aquella época no existía Internet y todo se hacía
por correo, o sea que las comunicaciones eran muy lentas y trabajosas.
De todos
modos recibí comentarios muy elogiosos de parte de José Emilio Pacheco, que
siempre me siguió repitiendo que había hecho un excelente trabajo y se
asombraba de que yo, sin ser mexicana y sin haber estado en México (de hecho
entonces todavía no conocía México), hubiera podido entrar de esa manera tan
honda – decía él – en el mundo y en el alma de López Velarde. Para mí su juicio
fue siempre un gran estímulo, un verdadero regalo de la vida. Luego recibí
comentarios positivos de Allen W. Phillips y otros, de los que tengo sobre todo
cartas. Pero en realidad el libro se difundió sobre todo en Italia y permaneció
todos estos años como un estudio reservado a pocos expertos del sector.
Pacheco. Foto: Rogelio Cuéllar |
La provincia inmutable, primera edición (1981) |
Pues
sí he releído el libro. Sobre todo ahora que se va a publicar en México. Y mi
impresión es que su valor – y mira que lo que digo es en realidad objetivo,
porque los muchos años transcurridos me han separado de ese trabajo y lo he
vuelto a leer como si fuera de otra persona – va más allá del tiempo en que se
escribió o de la bibliografía actualizada o anticuada. Mi análisis es
estilístico y psicoanalítico y eso no se encuentra en otros trabajos sobre
López Velarde, y creo que las conclusiones que saco tienen un rigor científico
que las mantiene válidas
Me
he comprado todo (al menos eso creo) de lo que ha salido sobre López Velarde
después que escribí mi libro, en varios viajes a México (adonde como tú sabes,
en los últimos años estoy viajando regularmente al menos una vez por año).
He leído con gran interés pero no he podido volver a ocuparme directamente del tema. Otros mil trabajos se han interpuesto entre mi querido jerezano y yo; y no sólo trabajos. En los años se fueron intensificando ciertas amistades literarias que me han incitado a estudiar y a traducir a varios autores hispanoamericanos, empezando por los que yo llamo “mi santísima Trinidad”, o sea Álvaro Mutis, Mario Benedetti y Jorge Eduardo Eielson. De este último luego quedé como heredera universal y fundé un Centro de Estudios con su nombre en Florencia y eso me ha llevado a hacer varias exposiciones de su obra artística y a publicar varios libros dedicados a él, así como también a Vargas Llosa, directamente vinculado a este Centro. En cambio hubiera querido publicar en italiano a López Velarde pero a pesar del interés mostrado en algún momento por la editorial Einaudi luego no se concretizó nada y el proyecto quedó en cero. En cambio he publicado muchos otros autores, incluso mexicanos, como José Gorostiza, Alejandro Rossi, Carmen Boullosa…
He leído con gran interés pero no he podido volver a ocuparme directamente del tema. Otros mil trabajos se han interpuesto entre mi querido jerezano y yo; y no sólo trabajos. En los años se fueron intensificando ciertas amistades literarias que me han incitado a estudiar y a traducir a varios autores hispanoamericanos, empezando por los que yo llamo “mi santísima Trinidad”, o sea Álvaro Mutis, Mario Benedetti y Jorge Eduardo Eielson. De este último luego quedé como heredera universal y fundé un Centro de Estudios con su nombre en Florencia y eso me ha llevado a hacer varias exposiciones de su obra artística y a publicar varios libros dedicados a él, así como también a Vargas Llosa, directamente vinculado a este Centro. En cambio hubiera querido publicar en italiano a López Velarde pero a pesar del interés mostrado en algún momento por la editorial Einaudi luego no se concretizó nada y el proyecto quedó en cero. En cambio he publicado muchos otros autores, incluso mexicanos, como José Gorostiza, Alejandro Rossi, Carmen Boullosa…
¿Hubo
propuestas para publicar tu libro en México? Y si las hubo, ¿por qué las
rechazaste? ¿Por qué aceptas ahora?
En
realidad sí hubo propuestas. Hace ya varios años me lo propuso Marco Antonio
Campos, cuando estaba vinculado al Instituto Zacatecano y por cierto antes de
ganarse él el premio López Velarde. La verdad es que él insistió mucho.
Pero yo
nunca llegué a cumplir lo que me pedía, que era poner al día el libro, o sea
actualizarlo. Eso, que en un principio me pareció factible, luego me fui dando
cuenta que era imposible. Leerme toda la bibliografía que ha salido en un
cuarto de siglo, dejando de lado otros mil trabajos que tengo siempre entre
manos, me resultó imposible. Me di cuenta que eso hubiera sido escribir un
nuevo libro. Si La provincia inmutable tiene
algún valor, entonces está allí, en lo que se ha publicado y no tiene sentido
cambiarlo.
Marco Antonio Campos |
Más
vale tarde que nunca se dice en Italia. Pero no me sorprende, la verdad, porque
sé muy bien que esos libros que se publicaban en la hermosa colección fundada y
dirigida por Oreste Macrí no circulaban fuera de Italia. Los conocían los
especialistas, los colegas, los profesores que los ponían en la bibliografía de
ciertos cursos y por tanto los estudiantes universitarios. Pero de ahí no
pasaban. Para mí fue un honor y una alegría el comentario que hizo en su
momento José Emilio Pacheco. Pero no me sorprendió que Allen Phillips, por
ejemplo, me ignorara.
¿Cómo
te explicas el escaso interés que provoca López Velarde en otros rincones del
mundo hispánico, quizás especialmente España?
Creo
que ahora estamos mucho más conectados en toda el área hispánica de lo que
estábamos en el siglo pasado, pues a partir de los años sesenta ya hubo un gran
desarrollo editorial que permitió que de un país a otro nos leyéramos y nos
conociéramos y, te diría, nos reconociéramos
como pertenecientes a un mismo territorio hispánico; “la patria es la lengua”
decía nuestro imperecedero Octavio Paz.
Sin embargo, a pesar de todo esto,
existe todavía una pereza de fondo que hace que abramos nuestros horizontes
menos de lo que deberíamos. Yo creo que López Velarde no se conoce bastante
fuera de México y eso es una falta –diría incluso un pecado de ignorancia– del
que debemos acusar a España y a los demás países hispanoamericanos. Creo que se
deberían fomentar las ediciones de López Velarde fuera de México y también sus
traducciones a otros idiomas. Yo misma me he comprometido a ocuparme de su
edición en italiano y es uno de mis próximos trabajos (que asumo con sincera
pasión y alegría).
Octavio Paz. Foto: Juan Rodrigo Llaguno |
¿Cómo
fue tu experiencia en la tierra de López Velarde, cuando visitaste Zacatecas
para recoger el premio que lleva su nombre? ¿Hay algo de la obra de Ramón que
pueda percibirse todavía en los lugares en los que nació y pasó sus primeros
años?
Para
mí fue una experiencia hermosa y emocionante. Ver su casa, la estatua que lo
reproduce al lado del aljibe, caminar por esas calles donde él estuvo me
permitió sentir su alma vibrando junto a mí. Creo además que Zacatecas no ha
cambiado demasiado, por fortuna, y por lo mismo el eco de la voz de nuestro
poeta se siente en esos lugares.
Tu
propia obra poética, ¿qué tanto se relaciona con los autores de los que eres
especialista, empezando por el propio López Velarde?
Todos
ellos me han nutrido y he crecido con ellos, sin lugar a dudas. Y de hecho para
todos ellos tengo poemas especiales, que retoman sus temas y que están
especialmente dedicados. Hay un poema mío, que escribí a finales de los años
ochenta y que salió publicado en 1990 en el libro El viaje de Orfeo, donde a partir de dos versos de Zozobra recreo un sentimiento de
extrañamiento de mi propio yo y en definitiva de purificación, que tal vez pudo
sentir también López Velarde. Los versos citados son: “el alma se licúa sobre
los clavos / de su cruz”; y mi poema se llama “Después de la zozobra”.
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Mi prólogo a la primera edición en español de La provincia inmutable puede leerse
aquí: http://bit.ly/1N2DhyE
El crédito del retrato de Mario Luzi es Rossano B.
Maniscalchi/Rossano B. Maniscalchi © Alinari/Alinari Archives/Alinari via Getty
Images; lo tomo prestado de https://bit.ly/2qZkZXN.
El retrato de Umberto Eco es de Robbie Fimmano, y lo tomo
de https://bit.ly/2PT2wes.
La foto de Frédéric Mistral procede de
https://bit.ly/2Qm6pIh, donde se publica con el
crédito siguiente: foto de API/Gamma-Rapho
via Getty Images. La foto de Martha Canfield que abre este post es de Pascual Borzelli Iglesias, y procede de https://bit.ly/2S9iIob; la que acompaña estas líneas también es de él; tomo la de Marco Antonio Campos de https://bit.ly/2PRffOH.
Más sobre Martha Canfield en este blog:
Análisis
del poema “Mi prima Águeda”, https://bit.ly/2Qm29Wa
Prólogo
a La provincia inmutable (fragmento),
https://bit.ly/2NaAeue
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