viernes, 25 de abril de 2014
jueves, 17 de abril de 2014
Tres piezas del Prado
Aprovecho
el Jueves Santo para hacerme la ilusión de que visito el Museo del
Prado y contemplo de nuevo tres de las obras de tema cristiano más intensas y
exquisitas que exhibe la riquísima pinacoteca madrileña. Para ello, sólo debo
tomar de mi librero la guía oficial que adquirí cuando viví unos meses en la capital española, y pasar unas cuantas páginas hasta encontrarme delante de ellas. Copio los comentarios que se reproducen al lado de sus
respectivas reproducciones, para compartirlas con los lectores de Siglo en la brisa. Felices días de descanso y lectura les deseo
desde el grandioso mirador de mi pequeña biblioteca personal.
Tres piezas del Prado
Fichas
tomadas de la guía oficial del Museo
El Descendimiento de
la Cruz de Roger van der Weyden
El Descendimiento de la Cruz, ca. 1435. Tabla, 220 × 262 cm.
La caída en el camino
del Calvario de Rafael
La caída en el camino del Calvario, ca. 1516 Tabla pasada a lienzo, 318 × 229 cm.
La obra más importante de Rafael que custodia el Museo y también la más valorada en las colecciones reales desde que la adquirió Felipe IV, es La caída en el camino del Calvario, conocida históricamente como El Pasmo de Sicilia, corrupción del nombre del convento siciliano de donde procede, Santa Maria dello Spasimo. Pintada hacia 1516, año en que fue grabada, con la lógica consecuencia de su universal conocimiento y de múltiples copias, completas o fragmentarias, es obra de perfección clásica que expresa la madurez absoluta del período romano de Rafael. De enormes dimensiones, constituye uno de sus últimos grandes cuadros de altar. Aunque ejecutada personalmente por él, quizás requirió la colaboración de Giulio Romano. Firmada en una piedra en el medio de la composición, muestra una densa complejidad estructural, con amplia variedad de actitudes y gestos, conforme a la preocupación del último Rafael por los estados extremos de tensión tanto física como sicológica. El monumental equilibrio articulatorio queda dinamizado por el entrecruzamiento de líneas diagonales. Según algunos, la pauta iconográfica está en Durero; otros la ven en una estampa de Shongauger. Pasada de tabla a lienzo en París tras la invasión napoleónica, último percance en una increíble concatenación de riesgos que hacen casi milagrosa su supervivencia, la reciente restauración [la guía es del año 2000] evidencia sus altísimas calidades a pesar de las inevitables pérdidas fruto del referido trasvase.
Noli me tangere de Correggio
Noli me tangere, ca. 1525. Tabla pasada lienzo, 130 × 103 cm.
Característica y destacadísima obra de Antonio Allegri, Correggio (h. 1493-1534), es la tabla pasada a lienzo Noli me tangere, de hacia 1525, ya elocuentemente elogiada por Vasari en el siglo XVI. Describe con una sensibilidad morbosa más próxima al futuro rococó que al renacimiento un ambiguo diálogo entre Cristo y la Magdalena sobre un densísimo fondo de paisaje cuya intensidad expresiva va más allá del naturalismo. Perteneció a la colección de Carlos I de Inglaterra, pasando de su almoneda a Felipe IV.
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Las imágenes que ilustran este post proceden de la Wikipedia, salvo la primera de ellas, pormenor de la pintura de Van der Weyden que tomo prestado de http://bit.ly/1nsMmQq, donde pueden verse otros detalles de esa magnífica obra.
Más sobre artes plásticas en este blog:
Más sobre artes plásticas en este blog:
El azul
pintado más hermoso del mundo, http://bit.ly/V3HU0F
El museo
imaginario de Marcel Proust, http://bit.ly/V3ICep
Siete
imágenes del Códice Laud, http://bit.ly/13dmUao
Último
encuentro con Vlady, http://bit.ly/1fKoWm7
viernes, 11 de abril de 2014
Cervantes en Lepanto
He olvidado en dónde leí hace apenas unos días que Cervantes perdió una mano y que por esa
razón era conocido como El Manco de Lepanto. Lo que recuerdo con detalle es el pasaje en el que Jean Canavaggio, el autor de una extraordinaria biografía del
autor del Quijote, cuenta
lo que sucedió en realidad. No he dado con la biografía en la red pero sí en
cambio con otra, más esquemática y puesta al día, en la
que el mismo hispanista francés cuenta una vez más la vida del grandísimo
escritor español.
La idea de este post
es reproducir ese pasaje de la vida de Cervantes (por cierto, tomado de la Biblioteca
Virtual que lleva su nombre) para conocimiento de quienes siguen Siglo en la brisa. Como se verá más
abajo, el célebre episodio de Lepanto está suspendido entre dos momentos
cruciales de su vida: su primera publicación y el inicio del cautiverio que lo
retuvo durante cinco años y un mes en Argel. Si el propio don Miguel hablaba de
su manquedad, se refería a algo ligeramente distinto a lo que entendemos por esa palabra.
Lepanto
Por Jean Canavaggio
El mismo
año en que esta relación sale de las prensas (1), Cervantes se va a Roma:
partida repentina, ocasionada tal vez, si hemos de dar fe a una provisión real
encontrada en el siglo XIX en el Archivo de Simancas, por un duelo en el que
resultó herido Antonio de Sigura, un maestro de obras que pasaría más tarde a
ocupar el cargo de intendente de las construcciones reales. A juzgar por el
contenido del documento, el culpable –un tal Miguel de Cervantes, estudiante–
había huido a Sevilla y era condenado en rebeldía a que le cortaran
públicamente la mano derecha y a ser desterrado del reino por diez años. Fuese
o no autor de dicha herida, Miguel, quizá recomendado por uno de sus parientes
lejanos, el cardenal Gaspar de Cervantes y Gaete, pasa unos meses en Roma, al
servicio del joven cardenal Acquaviva, como se infiere de sus posteriores
confidencias a Ascanio Colonna, en la dedicatoria a La Galatea.
Pero pronto
abraza la carrera de las armas, en una fecha incierta, aunque parece situarse
en el verano de 1571, alistándose en la compañía de Diego de Urbina, en la que
ya militaba su hermano Rodrigo. Esta determinación, tomada en el momento en que
la Armada de la Santa Liga, a las órdenes de don Juan de Austria, va a hacer
frente a la amenaza turca, acrecentada por la conquista de Chipre, le lleva a
embarcarse en la galera Marquesa, llegando a combatir –“muy
valientemente”, al decir de sus compañeros– en la batalla de Lepanto. En esta
circunstancia, a pesar de padecer calentura, se niega a “meterse
so cubierta”, ya que “más quería morir peleando por Dios e
por su rey”; y, en el puesto de combate que se le asigna –el lugar del esquife–,
situado en la popa del navío y particularmente peligroso, recibe dos disparos
de arcabuz en el pecho, en tanto que un tercero le hace perder el uso de la
mano izquierda; de ahí el sobrenombre que le daría la posteridad: “El manco de
Lepanto”. Él mismo evocaría, orgulloso contra Avellaneda, el suceso en el
prólogo al Quijote de 1615:
Una vez
recuperado de sus heridas en Mesina, Cervantes toma parte en las acciones
militares llevadas con desigual fortuna, en 1572 y 1573, por don Juan de
Austria en Navarino, Corfú y Túnez. Profundamente marcado por sus años de
Italia, donde transcurre parte de la acción de varias de sus novelas (Curioso
impertinente, Licenciado Vidriera, Persiles y
Sigismunda, etc.), parece haber conservado especial recuerdo de los meses
pasados en Nápoles: allí se le supone introducido en varios círculos
literarios, llegando tal vez a conocer al pensador antiescólastico Bernardino
Telesio, metamorfoseado, en La Galatea, en la noble y ambigua
figura del sacerdote Telesio:
Finalmente,
decide regresar a España para conseguir el premio de sus servicios, con cartas
de recomendación de don Juan y del duque de Sessa. El 26 de septiembre de 1575,
la galera El Sol, en la que había embarcado tres semanas antes, cae
en manos del corsario Arnaut Mamí, no en las inmediaciones de las Tres Marías,
como se pensó hasta hace poco, sino, como ha demostrado Juan Bautista Avalle
Arce, a la altura de las costas catalanas, no lejos de Cadaqués.
(1) Canavaggio
se refiere a la Relación de que habla
en el último párrafo del capítulo anterior, y que reproduzco por ser de enorme
interés literario:
“Tres años
después, Cervantes inicia su carrera de escritor con cuatro composiciones
poéticas incluidas por su maestro, el humanista Juan de López de Hoyos, rector
del Estudio de la Villa, en la Relación oficial que se publica
con motivo de la muerte de la reina Isabel de Valois. En ella el editor le
llama ‘caro y amado discípulo’, sin que esta breve mención
nos permita apreciar el grado de estudios alcanzado por un muchacho que no
llegó a matricularse en ninguna Universidad, recibiendo, en el siglo XVIII, el
calificativo, a todas luces inexacto, de ‘ingenio lego’”.
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Texto tomado de Cervantes en su vivir de Jean Canavaggio: http://bit.ly/1kaLL5M
El retrato
de Canavaggio, autor de la biografía Cervantes (Espasa Calpe, colección Austral, 2003) es de Agustín Cacho y lo tomo prestado de El País, http://bit.ly/1n0b8tL
El conocidísimo grabado reproducido arriba de estas líneas es de Gustave Doré.
Más sobre
literatura clásica en este blog:
Catulo y la
palabra “beso”, http://bit.ly/1epZHZS
Epístola de
Horacio, http://bit.ly/1kaOU5D
Versos
marinos del Capitán Aldana, http://bit.ly/1qB7oMH
Menéndez
Pelayo habla de Stendhal, http://bit.ly/1gdr9VG
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