Aunque
la imagen preponderante de mis cuatro días en Chiapas es la del río Grijalva a su paso por el Cañón del Sumidero convertido en una triste corriente de botellas de plástico (publiqué en mi cuenta
de twitter y en mi página de Facebook un elocuente video de ese desastre que no parece importarle a nadie), el breve tiempo que pasé hace un par de
semanas entre Tuxtla Gutiérrez, Chiapa de Corzo, San Cristóbal de las Casas y
San Juan Chamula, me dejó unas cuantas estampas memorables, de entre las que
destaco un puñado.
Uno de mis primeros intereses era visitar Na Bolom, la
casa en San Cristóbal donde vivieron el arqueólogo danés Frans Blom y la fotógrafa suiza Gertrude Duby, y en la que la pareja de
exploradores y coleccionistas europeos fundaron y dejaron un notable museo. Aquí un par de imágenes de objetos que tienen que ver con ella, con Trudy Duby, tal y como están expuestos en una de las salas de la casa. Arriba, un simpático retrato con cuatro cachorros de la misma camada; abajo, un par de juegos de lentes del modelo característico usado por ella en la vejez.
La fuente colonial de Chiapa de Corzo justifica el
viaje a Chiapas, sobre todo para quienes tenemos interés en la arquitectura
del siglo XVI mexicano.
Pero no sólo para nosotros. Ya se sabe que la arquitectura de aquella época que ha
prevalecido es mayormente religiosa; esta magnífica fuente mudéjar, un alarde
de equilibrio y simetría, airosa y aireada, es una maravillosa excepción.
Hace
treinta años, cuando la visité por primera vez como parte de un grupo de
aturdidos mozalbetes, bebí una copa de tascalate junto a un costado de ella; ya entonces la
bebida rojiza me hizo sentir que, en cierto modo, bebía algo del polvo desprendido de los sabios
ladrillos de la “pila” de Chiapa. Esta vez repetí la operación, como una suerte
de rito cargado de color y sabor.
Las dos fotos de la fuente muestran, respectivamente, una imagen
de conjunto y otra de detalle: contra el sol poniente, la primera; la segunda, arriba de estas líneas, un pormenor del
conseguidísimo trabajo con el ladrillo.
El juego de los verdes característicos del trópico
mexicano: un Maverick, nada menos, tan urgido de sombra como nosotros, debajo
de un árbol en una de las acaloradas y coloridas calles del centro de Chiapa de Corzo.
Arriba de estas líneas, un par de fachadas interesantes del mismo poblado de Chiapa de Corzo (la primera de
ellas, la del Hotel Lenin, francamente curiosa), cuyas calles recorrí sin
brújula, bajo un calor agobiante.
¿Y qué decir de este árbol, que, como la vida misma de esa zona del país, con todas sus contradicciones, se sale del espacio que le ha sido asignado, rompe la pared que constriñe sus raíces y sale a probar fortuna?
¡Qué distinto de la imagen que publiqué hace unas semanas, de un rincón de la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright! Allí, el arquitecto norteamericano hacía un gracioso giro para respetar un árbol (originalmente el que hubo allí hace ochenta años, desde luego, y no el de tercera o cuarta generación que ahora lo ha sustituido); la naturaleza desbordada del trópico y el planteamiento todo menos cartesiano del alarife mexicano dan como resultado aquella singular estampa descriptiva de nuestros usos y costumbres.
¿Y qué decir de este árbol, que, como la vida misma de esa zona del país, con todas sus contradicciones, se sale del espacio que le ha sido asignado, rompe la pared que constriñe sus raíces y sale a probar fortuna?
¡Qué distinto de la imagen que publiqué hace unas semanas, de un rincón de la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright! Allí, el arquitecto norteamericano hacía un gracioso giro para respetar un árbol (originalmente el que hubo allí hace ochenta años, desde luego, y no el de tercera o cuarta generación que ahora lo ha sustituido); la naturaleza desbordada del trópico y el planteamiento todo menos cartesiano del alarife mexicano dan como resultado aquella singular estampa descriptiva de nuestros usos y costumbres.
Este par de imágenes fueron hechas desde dos distintos puntos de observación del Cañón del Sumidero, uno al principio y otro al final de la ruta de miradores. Tristemente un río de
basura corre allá abajo: aquí arriba, las proporciones
del cañón, cruzadas por diversas aves, entre ellas los buitres,
nos devuelven al vértigo y la belleza de un espacio único en
México. Un espacio, sospecho, despreciado por los gobiernos, ya sean entrantes o salientes.
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