El
pasado jueves 20 de septiembre tuve la grandísima fortuna de conocer la Fallingwater
House (1935-1938) de Frank Lloyd Wright. La cantidad de ideas y emociones que provoca la visita a una de las casas más justamente célebres del siglo XX, no cabría en esta
página.
Como la cosa da para escribir largamente, me limito a publicar una pequeña selección entresacada de las muchas fotografías que mi compañera de viaje, la arquitecta Margarita Flores, maestra
de la Universidad Iberoamericana, y yo, hicimos durante las dos horas y media
que duró nuestra permanencia en la casa y su entorno. Me apresuro a hacerlo porque he visto que si no dejo rastro de algunas experiencias
por lo menos en este blog, a veces tengo la sensación de que ni siquiera ocurrieron para mí. Con tristeza veo que todo lo que quisiera decir ha quedado en el tintero; me consuelo diciéndome que volveré próximamente al tema.
Un vistazo al Bear Run, afluente del río Youghiogheny, en el estado de Pensilvania, poco antes de alcanzar la Casa de la Cascada. |
El trabajo con la piedra de Wright imita las lajas naturales de las márgenes del río Bear Run. |
El respeto por el entorno, característico de la obra de madurez de Wright, llega al extremo conmovedor de plegarse a todos los elementos del sitio. |
El tema de la biblioteca incorporada a la escalera; al parecer, este detalle fue una petición expresa de la familia Kauffman, propietaria de la casa. |
Una pileta, que juega a reflejar el verde imperante, yace a un lado de la casa de visitas. |
La magnificencia y la extraordinaria serenidad de una obra maestra prácticamente posada sobre el agua. |
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Carlos Mijares, detalle. Foto: Martirene Alcántara |
Las fotos que conforman este post son mías y de Margarita Flores.
Barragán, el hombre libre, http://bit.ly/2pShTlB
La obra maestra de Carlos Mijares, http://bit.ly/1pVjqTH
Dos
cabañas frente al mar, https://bit.ly/2trBai5
Atlatlauhcan, http://bit.ly/25jBsUq
Calpan, https://bit.ly/2KgyfiB
Hermosísima casa la de Wright. Me asalta sólo la duda de si no tendrá problemas de humedad, por su contacto permanente con el agua. Qué envidia, Fernando, alguna vez me gustaría poder visitarla. Abrazo
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