El Museo de Arte Contemporáneo de la UNAM, el MUAC, presenta actualmente una muestra sobre Alcira Soust, un personaje de la Facultad de
Filosofía y Letras de mis tiempos a la que yo conocí y con la que hablé en más de una ocasión.
Dejé constancia de ello en mi libro Contra
la fotografía de paisaje, en el capítulo dedicado a Los detectives salvajes. Tomo de mi libro la siguiente página, un retrato
de la extraña y polémica mujer de carne y hueso que inspiró a Roberto Bolaño la creación del
personaje Auxilio Lacouture de la más conocida de sus novelas.
Alcira
En su novela Amuleto, Roberto Bolaño se ocupa
de la poeta uruguaya Alcira Soust, un personaje muy conocido en la Facultad de
Filosofía y Letras en los años setentas y ochentas, que si no me equivoco
apareció por vez primera bajo el nombre de Auxilio Lacouture en Los
detectives salvajes. De ella se contaba un singular episodio, en el que
Bolaño se basó para la construcción de su personaje: en 1968, cuando el
Ejército violó la autonomía de la Universidad Nacional y ocupó Ciudad
Universitaria, se encerró en unos baños y ahí se mantuvo mientras duró la
presencia de los militares en el campus, viviendo sólo de agua. Como muchos de
quienes pasamos por la Facultad por aquellos años, la conocí y hablé algunas
veces con ella.
La recuerdo como si la hubiera visto esta misma
mañana: más bien alta, de pelo casi completamente blanco, con fleco y dos
largas trenzas, invariablemente vestida de huipil, pantalones de mezclilla y
huaraches. Allá por 1983 tenía el rostro muy arrugado y le faltaban los
dientes, por lo que tenía la mueca de todos los desdentados, con los labios
hundidos en el hueco desprotegido de la boca. Iba por los pasillos de la
Facultad invitando nerviosamente a las más variadas actividades relacionadas
casi siempre con la poesía, presentaciones editoriales, escenificaciones y
lecturas, para lo cual repartía todo género de volantes que entregaba después
de mojarse la punta de los dedos en la lengua.
Cuando hablaba, cosa que le encantaba hacer con todo
el que podía, se cubría la boca con la mano, como si le diera vergüenza enseñar
las encías desnudas o se dispusiera a hacer revelaciones que nadie sino su
interlocutor podía oír. Sobre todo hacía denuncias de las más diversas
autoridades, nacionales e internacionales, gubernamentales o universitarias, de
la rectoría o de Filosofía y Letras, para lo cual también se servía de
interminables materiales impresos.
Cuando estaba más nerviosa de lo común, volvía a un
tema que la atormentaba: según ella, había un plan para llevársela de la
Facultad, quizás para recluirla en un sanatorio o un manicomio, cosa que decía
posando los ojos en la distancia, por arriba de que quien la escuchaba aun
interesadamente, con una mirada siempre un poco vidriosa y en trance. Ésa era
Alcira. Un día ya no la volví a ver por allí. La persona de carne y hueso era,
a su modo, poética, y poético resulta el personaje de Bolaño: “Yo tuve sueños,
no pesadillas, sueños musicales, sueños de preguntas transparentes, sueños de
aviones esbeltos y seguros que cruzaban Latinoamérica de punta a punta por un
brillante y frío cielo azul” (pág. 197).
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Foto: Juan Miranda |
Más sobre Contra la fotografía de paisaje en este blog:
Resumen de su contenido, http://bit.ly/1HzF8oV
Por qué el título, http://bit.ly/1xS2jpo
La presentación (abril de 2015), https://bit.ly/2BbUohR
Una reseña (dos veces) generosa, http://bit.ly/1MLwY1V
La foto de portada, http://bit.ly/1BwLVfM
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La foto de portada, http://bit.ly/1BwLVfM
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