Sin justificación, nada más porque sí, como un
acto de cristalina generosidad, por los días en que empezábamos a grabar las conversaciones
que acabaron conformando el libro Croquis
del arquitecto Carlos Mijares, en cuya casa acabábamos de conocernos, la
artista visual Martirene Alcántara me hizo un regalo especialmente hermoso: una
impresión a gran tamaño de la fotografía que abre este post.
Croquis, de Carlos Mijares. Vista de páginas interiores. Foto: FF |
He dedicado varias entregas de Siglo en la brisa a hablar de Croquis, aquel proyecto editorial que desarrollamos con Alberto Kalach;
no menos que eso, he escrito sobre mi amistad con ella: conté, por ejemplo, cómo no mucho después de empezar a tratarla caí de pronto en la cuenta de que
había conocido a su padre una remota tarde de 1986, en la casa de un amigo
común; no sólo lo conocí: aquel día de hace treinta años, Ernesto Alcántara me
hizo un pequeño retrato a tinta con el sólo propósito de regalármelo.
Más de tres décadas después, Martirene me propuso reencontrarme con su padre y de
esa manera pasé unos días con ellos en la casa de él en Nepantla –a donde,
por cierto, después he regresado en varias ocasiones.
Retrato que me hizo Ernesto Alcántara una tarde de 1986 |
Traigo a cuento todo esto porque me ha alegrado muchísimo enterarme de que el Museo de Arte Moderno de Nueva York,
nada menos que el prestigioso MoMA, ha adquirido cuatro fotografías de mi
talentosa amiga, entra ellas precisamente la que me regaló al inicio de nuestra
amistad.
Martirene y yo. Foto: FF |
Las cosas ocurrieron así: a finales del año pasado uno de
los curadores del departamento de Arquitectura y Diseño del museo neoyorquino
mencionó durante un encuentro de trabajo que estaba interesado en ver el trabajo
de Martirene Alcántara ya que ella es, en el plano internacional, una de las pocas mujeres especializadas en
fotografía arquitectónica. Se puso en contacto con ella y la citó en el museo,
para que le mostrara su portafolio. Cuatro meses más tarde, en abril de este
año, mi amiga fue avisada de que habían sido elegidas cuatro de sus obras para
“consideración”. Siguiendo las instrucciones que le daban, Martirene hizo unas
impresiones de 50 por 70 centímetros y fue a entregarlas al museo, firmadas y
numeradas. Unas semanas más tarde se presentaron en una exposición de obras
para acquisition consideration. A los
pocos días, fue avisada de que el museo adquiría las cuarto para su
colección.
Martirene Alcántara, 2016. Foto de Sean Dudley. Virginia Center for the Creative Arts |
Pero ella, que
no deja de viajar, y de participar en residencias artísticas de cualquier rumbo
del orbe artístico, tiene su corazón, o al menos una porción considerable de
sus afectos y sus proyectos, en los números 12 y 14 de la calle de General
Francisco Ramírez, en el barrio de Tacubaya de la ciudad de México. Me refiero,
por supuesto, a la casa de Luis Barragán.
Carlos Mijares. Foto: Martirene Alcántara |
En una ocasión, cuando estaba a punto de
entrar a imprenta nuestra edición de Croquis,
para la que ella aportó todas las fotografías, las que reproducen los cuadernos
de Carlos Mijares y los espléndidos retratos del arquitecto, la vi trabajar en
el espacio de sus amores. Y es que uno de sus principales proyectos de los
últimos años ha consistido en conocer y fotografiar la casa; como saben quienes han
leído nuestro libro, en una de sus intervenciones en las charlas que
acompañan los dibujos de Mijares, Martirene dijo que no es que sean clásicas las
fotos que todos conocemos de la casa, sino que son las únicas que se publican.
En aquella ocasión, como debía de pasar unas
horas en la casa, porque quería aprovechar que no habría visitas del público, me
invitó a acompañarla. Así, mientras ella se dedicaba a lo suyo, yo me paseé en
perfecta libertad, a mi aire y albedrío, por los espacios completamente a solas
de la casa, a lo largo al menos de un par de horas.
Entre los detalles de la casa que Martirene ha
descubierto después de estudiarla con detenimiento, me mostró el lugar que
reprodujo en la imagen que me regaló cuando nos conocimos y que ahora puede
verse tanto en el Museo de Arte Moderno de Nueva York como en mi casa. ¿Cuántos
podrán darse cuenta de cuál es el rincón exacto que ella reprodujo para
conseguir ese bellísimo juego de amarillos, en que no sabemos qué es qué?
Foto: M. Alcántara |
Las otras tres fotografías que adquirió el
MoMA las reconoce cualquier persona más o menos familiarizada con la obra de
Barragán: una visión nocturna de la misma célebre azotea; un detalle de día
del mismo espacio y una visión de la alberca de la casa Gilardi, en San Miguel Chapultepec. Como una manera de manifestarle mi cariño y entusiasmo por su trabajo, las
reproduzco a continuación para que las conozcan los lectores de este blog.
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Las cuatro fotografías principales que
aparecen en este post son de Martirene
Alcántara; desde mayo de este año forman parte de la Colección Permanente del
Museo de Arte Moderno de Nueva York.
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