viernes, 21 de junio de 2019

Tendido eléctrico

Iba rumbo al norte, en camión, tristeando. Era la hora del atardecer. De pronto, al advertir que el último cable del tendido eléctrico, el que corre más alto que los otros, era ligeramente más delgado que los demás, recordé que en una fecha más feliz, en otra carretera, alguien me explicó que ese cable no lleva fuerza eléctrica para que los pájaros puedan posarse en él. En medio de la nostalgia de la que iba bañado, una sonrisa subió a mi rostro al recordar ese comentario. 
De eso trata “Tendido eléctrico”, uno de los cuatro poemas extensos que forman parte de Oscuro escarabajo (los otros tres son “El maestro de ética” [la liga, al calce], “Termino de nadar” y “Al visitar un convento mexicano del siglo XVI”). Luego, en años más recientes, he visto con frecuencia ese género de tendido eléctrico con el último cable invariablemente más fino, puntuado a veces de tramo a tramo con una boya de color naranja. En febrero de 2018, de camino a Querétaro, pensando en publicar alguna vez este post, tomé las fotos que ahora lo acompañan.


Tendido eléctrico

Distraído, a la ventana
de un camión de pasajeros,
      del lado del atardecer,
por una carretera rumbo al norte,
poso los ojos en los cables del tendido eléctrico
que corre en paralelo por la carretera
         –cuatro cables de luz
suspendidos de poste en poste
y de arriba a abajo,
     en sucesivas
e incesantes ondulaciones–
       y los ojos,
sin proponérmelo siquiera,
van siguiendo su concatenación,
su bajar y subir
y después su volver a bajar,
una tras otra,
      una detrás de la otra,
como si fuera un ave que aleteara para dejarse caer,
aleteara y se dejara caer
y se impulsara una vez más solamente para dejarse caer,
y así de poste en poste,
una y otra vez,
una y otra vez
                       –y la mirada un cable
a su vez proyectado invisible en la distancia,
sin flujo ni poder,
o no con brío,
          detrás del cual no hay pensamiento genuino,
apenas un flotar vagabundo y melancólico
para el que el viaje,
      y el observar vacío,
y la nula intención de sacar las menores conclusiones,
son un remedio poco o nada eficaz
de todo aquello que me alcanza
y anega
             –aunque el mirar
sin consciencia
o consecuencia en cierto modo me consuele
de aquel hueco que se abre suavemente en nosotros,
al fondo, al despedirnos, en las estaciones,
                                                                      y nos jala hacia adentro
sin importar que se abra el horizonte afuera
o corra en paralelo por la carretera–,
cuando, de pronto, como una pequeña descarga,
benigna si se quiere
       pero descarga al fin
eléctrica, igual que si en la torre de luz de mi conciencia,
arriba, en la atalaya en donde estoy sin mí,
llegara un pulso a descifrar, en clave,
un mensaje secreto,
       en el momento en que distingo
que el más alto de los cables, el que pierdo de vista
de cuando en cuando,
es también el más tenue,
                                       una línea perceptible apenas
que corre arriba de las otras
de modo algo más grácil
 y liberado,
recuerdo lo que supe en otra fecha, un mediodía del sur,
bajo otro sol,
        una tarde feliz en otra carretera,
que el cable superior es más delgado
porque no lleva luz y no conduce nada,
es inocuo al tacto,
    y ha sido ideado así
en consideración a los pájaros, a las generaciones de las aves
sucesivas e incesantes,
las parvadas de Dios nunca conformes
con pasar de largo
     sin algún género de reposo
o de contemplación
      –y una emoción
se abre paso desde el sitio en donde estaba adormecida,
y llega a mí, me invade
y tiñe la mirada y tiñe el aire,
tiñe la hopalanda de las catenarias de cada uno de los cuatro cables
y su ondular danzante,
                                   los árboles en fuga
y el pasar del paisaje,
distraído como voy, o iba,
el pensamiento vagabundo y melancólic­­­­o,
               del lado del atardecer,
a la ventana de un camión de pasajeros,
por una carretera rumbo al norte,
 hasta encender la línea misma
del horizonte, más allá de los cables de los postes,
por los montes azules,
un resplandor de luz en donde el sol
se pone.

___________________
Más sobre Oscuro escarabajo en este blog:
Primer ejemplar, https://bit.ly/2SWcER8
La edición, https://bit.ly/2EKrpCL
La presentación, https://bit.ly/2IR0NlU
Un poema seguido de una entrevista, https://bit.ly/2V2lttd

El maestro de ética, https://bit.ly/2NMSLK8




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