La revista Proceso
publicó esta semana una nota y un adelanto de “Incidente
en la Plaza de Uruguay”, uno de los primeros capítulos de Oriundos. A continuación el enlace que lleva a esa entrega,
acompañado de las ligas que conducen a otros tres adelantos de mi libro
publicados anteriormente en este blog.
Foto de José Luis Fernández Tolhurst |
Incidente
en la Plaza de Uruguay (adelanto publicado por Proceso) https://bit.ly/2voQYTd
“De pronto, Santos no supo decir si estaba aquí o
allá, si el sonido de esos automóviles y la luz que reverberaba en aquellos
edificios pertenecían a la ciudad de México o al puerto asturiano de Gijón. No
es que hubiera dejado de reconocer aquel lugar, por donde caminaba dos veces al
día, o le parecieran extraños los bancos de piedra o la fuente de cemento, ni
siquiera los árboles que enmarcaban la escena y había visto crecer desde que
los plantaron al poco de cambiarse a la casa delante de la Plaza de Uruguay, y
que ahora, tantos años después, colmaban con sus copas los ámbitos del parque.
Era algo más profundo y, conforme fueron pasando los segundos, más preocupante”. Oriundos, pág. 12.
“Hacía algunos años, Fernanda había descubierto en un
supermercado mexicano un arroz llamado Covadonga,
en cuya caja aparecía la imagen de la Santina. Imagínese su alborozo. De
inmediato, sin ninguna duda, se cambió a esa marca. ¿Cómo si no? Siempre, sin
ninguna excepción, en una y otra casa, desde aquel segundo piso arriba de la
tienda en la colonia Obrera donde vivieron nada más llegar a México, hasta el
departamento de la calle de Hegel, la imagen de la Virgen había ocupado un
lugar de privilegio en su casa, testificando todos y cada uno de los actos de
siete décadas de la familia fuera de Asturias [] Un día, sin embargo, llegué a visitarla y me dijo con verdadera tristeza que no volvería a comprar el arroz de esa marca”. Oriundos, págs. 28-29-
Boda
civil, https://bit.ly/2E21GmO
“Por los días en que Santos
entró en una etapa de difícil discernimiento respecto a lo que pasaba en su
interior, lo cual sería irreversible a la larga, se casó mi hermana Covadonga, quien
quiso que él fuera testigo de la ceremonia civil. Fernanda se puso muy
nerviosa: Santos ya no estaba para esos trotes. Lo más posible era que una vez
delante del libro de actas se le olvidara para qué había ido hasta allí y no
supiera qué hacer. Se convino en que yo lo acompañaría. Durante los días anteriores
a la boda, ella le dijo todas las veces que pudo: ‘Vas y pones: ‘S. Fernández’,
‘S. Fernández’, como firmas siempre’. No sólo eso: las tardes de aquella
semana, lo sentó a la mesa del comedor y lo hizo escribir, una y otra vez en
una hoja en blanco, ‘S. Fernández’, ‘S. Fernández’. A pesar de aquellos
ejercicios, Fernanda nunca estuvo contenta con la idea”. Oriundos, págs. 199-200.
Antonio Poo, https://bit.ly/2zgKjzi
“Como un tropel incontenible, en menos de nueve años
vinimos al mundo los primeros ocho nietos de Santos y Fernanda; mi turno llegó
el 12 de junio de 1964, miércoles, a las siete de la tarde. Desde unas horas
antes, antes incluso de que mi madre fuera conducida a la sala de partos, en la
sala de espera de su habitación, un espacio cuadrilongo más bien pequeño que
solía estar atestado de flores, ya estaba Antonio Poo. Mi madre lo sabía por el
olor a ajo. Aquel asturiano de mirada achinada y azulosa y bigotito delineado a
la perfección, invariablemente vestido de saco y de corbata, vivía en el asilo
del Sanatorio y nunca se perdía ningún acontecimiento de nuestra familia que
tuviera como escenario aquel lugar que él, nunca sin alguna amargura y siempre
con toda razón, consideraba su propia casa. Había llegado a México muy joven
pero pronto unas dolencias reumáticas lo postraron, imposibilitándolo para
cualquier esfuerzo físico; como su estado era más que precario, no tuvo más
remedio que buscar el amparo de la Beneficencia. Antonio vivía en el asilo
desde hacía tanto tiempo que ya no se tenía memoria del día de su llegada y era
parte del Sanatorio, igual que el ladrillo de sus paredes, sus fresnos
centenarios y sus gatos”. Oriundos, págs. 95-96.
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Gracias a Armando Ponce y Roberto Ponce por la nota publicada en Proceso el pasado 24 de abril de 2019.
Oriundos (Cataria, 2018) está en venta en
una treintena de librerías, entre las que se cuentan Gandhi, El Sótano, El Péndulo,
Bonilla, Un Lugar de la Mancha, La Increíble Librería, Casa Tomada, Casa Almadía,
La Mano, Escuela de Escritores de México, Profética (Puebla), Mar Adentro (Xalapa)
e Impronta (Guadalajara).
Más
sobre Oriundos en Siglo en la brisa:
Santos, 1923, https://bit.ly/2CGCxir
La edición, https://bit.ly/2ES60qb
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