Este
otoño publicaré Oriundos, una crónica familiar sobre la emigración española a México, redactada mayormente durante los cinco años que viví en Asturias. Como saben quienes conocen el libro, o me han oído contar detalles sobre aquel lustro,
uno de mis principales afectos de ese tiempo fue mi tío abuelo Florentino.
Aquel singular y voluntarioso octogenario estuvo tres décadas en México y terminó regresando a tierras asturianas, donde murió en 2006, a los noventa años de su edad, una década exacta después de que empezara yo a tratarlo.
Florentino estaba cansado de oírme preguntarle
sobre las historias más viejas de nuestra familia, y le desconcertaba y a veces incluso le irritaba el verme constantemente dedicado a unas averiguaciones y pesquisas que,
desde su perspectiva, carecían de cualquier interés. Un día, el hermano de mi
abuela Fernanda me preguntó, quizás para irritarme ahora él a mí, que si
no tenía escrito nada sobre política, a lo que le respondí que no, como él bien sabía. Para sorpresa de todos, empezando por mí mismo (que no suelo ocuparme por escrito de ese tema),
resultó que al final sí tuve alguna cosa que mostrarle, algo relacionado con un
descubrimiento que asombró a casi todos, o mejor dicho a todos menos a él, que recordaba los hechos con precisión perfecta –y otra cosa muy
distinta es que quisiera o no referírmelos–. A continuación, "Algo de política", un nuevo adelanto de Oriundos, libro que verá la luz en un par de meses.
Algo de política
Por FF
Esta
vez Florentino está dispuesto a llegar al fondo del asunto y por enésima vez me
pregunta en qué trabajo, de qué vivo. Le contesto lo que suelo: estoy
escribiendo un libro en que aparece él, en el que él es uno de los personajes
principales. Otras veces se ha quedado en silencio, mirando a un punto fijo,
como si no supiera qué opinar; hoy se inquieta: escribo, sí, eso ya se lo dije,
pero ¿en qué trabajo? Le leo el pasaje sobre Fernanda y el arroz Covadonga y él
afirma, a buena voz, para que lo oigan todos: “Lo que pones ahí es la pura
verdad. Pero la prósima vez trae algo
que no sea de la familia. ¡Eso no le interesa a nadie!”. [...]
Pero
una vez que acabo de transcribir sus palabras, a Florentino le entra un acceso
de ira y me pregunta que para qué escribo todo eso. Ni siquiera se toma la
molestia de escucharme: “Pon cosas modernas, hoombre. ¡Eso no lo vas a leer más
que tú! ¡Lo único que haces es estropear esa libretina!”. Y porque sabe por dónde va a ir mi respuesta, lo que
le dará un nuevo motivo para embroncarme, me pregunta: “¿No tienes algo de
política?”. Otea hacia mí, los ojos inmensos tras las muchas dioptrías, y es
evidente el fastidio que se produce en él cuando le repito lo que bien sabe: no
escribo de política. Hace una mueca al tiempo que vuelve a decirme, como ha
hecho varias veces, que mejor vaya “haciéndolo de una vez porque eso es lo que
da de comer”.
Florentino y su sobrino Pepe Luis conversan en Puertas de Cabrales. Foto: José Luis Fernández Tolhurst |
Aunque
para mí siempre estuvo claro que nosotros éramos franquistas, en la medida en
que podíamos serlo a tantos kilómetros de distancia, tan apartados de todo lo
que en términos prácticos fuera España vivida desde México, en la casa de mis
abuelos nunca vi nada que externara simpatías ideológicas de ningún género.
Boda en Covadonga, 1933. |
Ellos se hicieron novios y se casaron durante la República, pero cuando estalló
la guerra llevaban dos años largos en México por lo que su vivencia de los
horrores del conflicto fue distante y de segunda mano. Antes que por una
innegable falta de simpatía por la causa de los refugiados españoles, no
tuvieron relación con ellos en primer lugar porque no tenían relación con casi
ningún género de nadie. De todas formas, el médico que se preparaba para
traerme al mundo cuando, anticipándose al diluvio de flores e invitados,
Antonio Poo llevaba unas horas en la sala de espera del cuarto de mi madre, era
un exiliado llamado Urbano Barnés. Al parecer nací no ligeramente rojo, como se
espera de los niños tras el parto, sino francamente amarillo, y el benemérito
pero ya anciano doctor Barnés desaconsejó la idea de un joven pediatra mexicano
que insistía en hacerme una infusión sanguínea completa.
Arriba: Lluís Companys proclama en 1934 el Estado Catalán de la República Federal de España; abajo: su nieta María Luisa Gally recibe en 2009 el documento de reparación de su figura. |
Mi
contacto con el exilio ocurrió mucho más tarde, cuando tenía poco más de veinte
años y trabajé en un instituto fundado en México por exiliados españoles; entre
sus hijos y sus nietos me sentí desde el primer momento en casa. Mi jefa
directa era una mujer inteligente y sensata llamada María Luisa Gally Companys,
nieta del histórico presidente de la Generalitat fusilado por Franco.
Nota de la directora del bachillerato del Instituto Luis Vives, María Luisa Gally Companys, conservado en un volumen de la Historia de la Literatura Española de Ariel. |
Por
aquellos días estuve en la conmemoración de un aniversario de la Segunda
República; a la hora del brindis, un escritor un poco mayor que yo, responsable
del discurso, dijo que los ahí reunidos por lo menos teníamos el consuelo de
saber de qué lado habían estado los buenos. Más allá del pedestre maniqueísmo
del comentario, el entusiasmo de mi familia por Franco me hizo sentirme
avergonzado entre aquellas personas llenas de historias desgarradas que debían
de tener toda la razón.
Por
eso me sorprendió muchísimo, años más tarde, en Oviedo, un día entre
microfilmes borrosos en los que buscaba el episodio del Packard, encontrar una
declaración “del concejal republicano
del Ayuntamiento de Cabrales, Fernando Bueno Díaz”. ¿Cómo era posible? Nunca oí
ni media palabra respecto a que el padre de Florentino hubiera estado metido en
política, menos durante aquellos años y muchísimo menos que su nombre pudiera
haberse visto asociado de ninguna manera a la palabra "república".
Fernando Bueno Díaz, padre de Florentino, candidato republicano a concejal de Cabrales por el distrito primero. La voz de Asturias, 11 de abril de 1931. |
Pero
aquél sólo era el primero de una serie de hallazgos: conforme me fui metiendo
en el asunto, resultó que Fernando Bueno había formado parte de la candidatura republicana que derrotó al monarquismo
local en las históricas elecciones de abril de 1931, y hasta había sido, si se
quiere de manera protocolaria y fugaz, el primer teniente de alcalde de la
Segunda República en Cabrales. No sólo eso: en las elecciones de mes y medio
más tarde, fue el candidato republicano más votado del concejo.
Acta de constitución del primer Ayuntamiento de la República. Cabrales, 15 de abril de 1931. Fernando Bueno, presidente interino. |
Por
los resultados de las elecciones se entiende que el episodio partió en dos al
concejo: los republicanos de su capital, Carreña, por una parte, y por la otra
los monárquicos de Arenas, su núcleo más poblado. Aunque incompletas, las actas
del ayuntamiento de aquellas fechas son un tesoro que hasta donde creo nunca
han sido utilizadas con ninguna finalidad. Entre lo que se lee en ellas y lo
que publica la prensa de Llanes de esos días se pueden trazar con claridad las
razones por las que la República, cuyo triunfo en la comarca fue excepcional en
el contexto rural de la península, que en general apoyó al monarquismo, fracasó
también en Cabrales.
Fernando Bueno, quinto por la izquierda, en la tienda La Hoja de Lata, de su propiedad, ca. 1927. El negocio estaba en un edificio que aún existe, en la esquina de Cinco de Febrero y Mesones. |
Me
parece explicable que después de cuarenta años de ausencia y con la idea de un
apacible retiro, de regreso de un México todavía estremecido por la Revolución,
Fernando Bueno quisiera mantenerse al margen de la política. Pero al adquirir
la parte de Asiego del latifundio de la familia De la Bárcena y convertirse así
en uno de los principales contribuyentes, la ley lo obligó a involucrarse en la
cuestión pública, la misma ley que estuvo a punto de eximirlo por exigir por lo
menos cuatro años de residencia fija en el término municipal, exactamente los
que llevaba de regreso.
Fernando Bueno en la cantina La Hoja de Lata, contigua a la tienda del mismo nombre, ca. 1927. |
Eso
sí: metido en política, sus simpatías no podían estar sino del lado de la
capital del concejo. No sólo por razones biográficas: Asiego es una filial de
la parroquia de Carreña y él se había casado con una muchacha de ese pueblo.
Por empatía también: imposible reconocerse en las aspiraciones de
preponderancia local de Arenas, con sus apellidos compuestos y sus casas
blasonadas. Apenas en 1910 Alfonso XIII había concedido el título de villa a
Arenas por “su constante adhesión a la monarquía”.
Es bien sabido que los
emigrantes, si no por nacimiento, eran republicanos por naturalización: sus
vidas eran lo más parecido a un alegato contra todo privilegio heredado. En el
padre de Florentino, aquella noción política debía ser un fenómeno parecido a
su mexicanidad.
No obstante, pronto debe de haberse dado cuenta de que las
ideas republicanas difícilmente podrían lograrse en las tierras frías de Cabrales.
Y algo más, muy importante: a él y los suyos, su anciano padre Santos, que
murió durante los años de la guerra, y su cuñado el maestro del pueblo,
labradores, hijos y nietos de labradores apegados a las costumbres ancestrales,
tiene que haberlos impresionado muy negativamente la persecución religiosa que
la República fue incapaz de controlar.
Pero
la mejor prueba del silencio bajo el que dormían esos hechos fue la reacción de
Florentino cuando le pregunté por aquel pasaje de la vida de su padre. ¿Estuvo
metido en política? ¿Alguna vez fue concejal? Y lo más grave: ¿es verdad que
fue republicano? Primero, reacción
muy en su línea, se hizo el sordo. No que él supiera, dijo, perfectamente
espinoso, cuando insistí decidido a mi vez a llegar al fondo del asunto. Con
una copia del recorte en la mano, una semana más tarde le leí la nota del 5 de
junio de 1932 de El Eco de los Valles
que da cuenta del acuerdo del ayuntamiento cabraliego, tomado por unanimidad a
propuesta del concejal republicano Fernando Bueno Díaz, de protestar contra la
aprobación del Estatuto catalán de oponerse a “la integridad de España” o si
constituyera “un privilegio sobre las demás regiones”.
El Eco de los Valles, Peñamellera Baja, Asturias, 5 de junio de 1932. |
Fue
la llave que abrió la puerta. Identificado setenta años más tarde con las
mismas ideas de su padre respecto a los mismos temas, olvidó de pronto las
reacciones en punta y se transformó en el delicadísimo diplomático de la
escuela mexicana que también había en él. No pude irme ese día de su casa sin
escucharle pedirme, ofreciéndome lo que fuera necesario por el costo de la
reproducción, varias veces, como si el que se hiciera el sordo fuera yo, que no
volviera a su casa sin una copia para él del valioso recorte.
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Tomo prestada la foto de Lluís Companys del diario El Mundo, https://bit.ly/22nGso5, donde aparece con el siguiente pie: “El
presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclama el estado catalán de la
República Federal de España el 6 de octubre de 1934”.
La foto de María Luisa Gally Companys la tomo de la nota de La Vanguardia que da cuenta de su éxito en las gestiones en favor de la reparación de la figura de su abuelo, https://bit.ly/2Bzt79o
Más sobre Oriundos en Siglo en la brisa:
Antonio Poo, https://bit.ly/2zgKjzi
Florentino y su yerno Félix Niembro, en la casa de éste en Puertas de Cabrales. |
Más sobre Florentino en este blog:
Florentino, a cuadro, https://bit.ly/2MI02gr
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